El futuro
Cada país tiene su propia tradición y en la nuestra nunca ha cabido un Partido Radical a la italiana, pero podemos temer algo peor: la extrema derecha
Bárcenas podría cobrar el paro. Los Urdangarín no tienen dinero para pagar la hipoteca. Corinna suplica nuestra comprensión por haber triunfado en un mundo de hombres. Navarro propone que el Príncipe lidere otra transición antes de votar a favor del plan de Mas. Cantó insulta a las mujeres maltratadas y sigue siendo portavoz en la comisión de Igualdad. Rubalcaba deja que su partido se pudra. Rajoy deja que se pudran el suyo, su Gobierno y el país. E Izquierda Unida, a la cabeza de los damnificados por la ley electoral, es como mi Atleti, ¡oé! Cuando saca la cabeza parece que molesta, y hasta inspira hostilidad por atreverse a estropear el gran duelo mediático entre los dos grandes.
Cada país tiene su propia tradición y en la nuestra nunca ha cabido un Partido Radical a la italiana. No surgirá por tanto ningún Beppe Grillo, pero podemos tener algo peor. La insólita tolerancia mostrada por el Estado hacia una organización de extrema derecha, como Manos Limpias, podría desarrollar, por ejemplo, notables consecuencias. Si el sistema judicial consintió que una asociación que sería ilegal en cualquier otro país de nuestro entorno demandara a un juez, si sigue consintiendo que ejerza la acusación particular contra el yerno del Rey, ¿a quién le extrañaría que se presentaran, cargados de medallas, a las próximas elecciones? ¿No trabaja el asesino de Yolanda González para las Fuerzas de Seguridad del Estado? La extrema derecha sí es una esencia, y muy castiza por cierto, de la tradición política española.
Esto es sólo una hipótesis, una pesadilla que me ha asaltado en los últimos días, pero si llegara a consumarse, ¿quiénes serían los culpables? ¿Los parados, los desahuciados, los trabajadores precarios, los estafados por las preferentes? Si no es mucho pedir, les ruego que vuelvan a leer el primer párrafo antes de contestar.
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