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Columna
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Las dos tormentas

Ha ganado terreno una idea perniciosa: que no se puede luchar contra la crisis y el cambio climático

Joaquín Estefanía

Del discurso de inauguración del segundo mandato de Obama se pueden sacar dos grandes retos: responder a la amenaza del cambio climático y a la extensión de las desigualdades en materia civil, política y económica. La rotundidad del presidente de EE UU, la persona con más influencia del planeta, avala estas dos ideas fuerza, frente a quienes niegan la urgencia de trabajar contra la emisión descontrolada de los gases invernaderos y frente a quienes piensan que la desigualdad forma parte de la naturalidad del sistema económico.

Seguramente no es casualidad que idénticas prioridades estén en el frontispicio del Informe sobre riesgos globales 2013, presentado en el World Economic Forum de Davos, que considera que entre los principales problemas del planeta están, entre otros, las graves diferencias de renta y la falta de adaptación al cambio climático. Los que presentaron el informe subrayaron lo que está sucediendo: a medida que se prolonga la crisis financiera el mundo corre mayores riesgos porque aquella desvía la atención del cambio climático en un momento en que se producen fenómenos meteorológicos extremos (desde el huracán Sandy hasta las inundaciones en China).

Ello significa que la comunidad internacional centra los esfuerzos y los recursos en deshacer los riesgos socioeconómicos y margina la amenaza de la tormenta ambiental. Ambas tormentas entran en colisión. David Cole, director de riesgos del grupo Swiss Re, lo ha resumido así: “Desgraciadamente, la lucha contra la crisis económica y la crisis del cambio climático ya no se consideran una sola cosa, sino que se cree que es necesario elegir entre una y otra. La idea de que no podemos encontrar soluciones para ambas ha ganado terreno. Hay que evitar este enfoque compartimentado”. Según este informe, si no se asignan los recursos necesarios para mitigar el creciente riesgo de fenómenos atmosféricos extremos, la prosperidad a nivel mundial de las futuras generaciones podría verse amenazada.

Hasta ahora, los escépticos sobre el cambio climático (“algunos pueden negar todavía el contundente juicio de la ciencia”, dijo Obama) estaban entre los que no creían en el mismo; los que sí lo aceptan pero no lo atribuyen a la acción del hombre, y los que, financiados por las industrias que más contribuyen a la emisión de los gases nocivos, niegan la mayor: el mundo no padece convulsiones climáticas diferentes de las que han existido en todos los tiempos. En estos momentos hay que añadir otra categoría: los que piensan que antes de resolver el cambio climático, y teniendo recursos escasos, hay que atacar otros problemas más prioritarios, como la pobreza, las dificultades financieras o incluso la lucha contra el terrorismo.

La experiencia indica que cuando se hace una reflexión tan estanca nunca llega el momento de atacar el problema principal por ser aparentemente menos urgente que los otros.

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