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Columna
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La palabra ruin

María Dolores de Cospedal arremetió contra Artur Mas con un adjetivo de diversas acepciones

Juan Cruz

Para introducir la palabra ruin hay que tener mucho cuajo. Porque miren lo que dice la RAE. “Ruin (de ruina). Vil, bajo, despreciable. Pequeño, desmedrado y humilde. Dicho de una costumbre o de una cosa: mala. Mezquino y avariento. Dicho de un animal: falso y de malas mañas. Extremo de la cola de los gatos, que suele arrancárseles violentamente, suponiendo que así crecen”.

 Fui al diccionario a ver esas acepciones tan terminantes (la del gato da repelús, pero mira que las otras) una vez que escuché a María Dolores de Cospedal, número dos del partido en el Gobierno, hablar de Artur Mas, presidente de la Generalitat. Como me pareció que la televisión había emitido un sonido exagerado (ruin es palabra grave), al día siguiente quise comprobar en EL PAÍS que lo que dijo era ruin y no otra cosa.

Leí en EL PAÍS: “La actitud de Mas en la inauguración del AVE irritó tanto al PP que su secretaria general, María Dolores de Cospedal, arremetió ayer contra él. Cospedal afirmó que Cataluña es la comunidad que recibe más inversiones. ‘Con lo cual la actitud del presidente de la Generalitat me pareció, como secretaria general de mi partido, muy desafortunada y también muy ruin”.

No solo dijo ruin, sino que además dijo muy ruin. Y lo decía, eso afirmó, “como secretaria general de su partido”. O sea que durante tres horas del día anterior, un martes nublado, el heredero del trono, el presidente Rajoy, la ministra Pastor y tutti quanti se habían juntado para ir a la frontera con un tipo vil, bajo y despreciable, por citar solo tres de las numerosas acepciones del insulto más breve y más directo del diccionario de la RAE.

Es imposible penetrar en la mente de quien dice ruin, y es difícil entrar en lo que piensa quien juzga oportuno usar “muy ruin” como calificativo de otro, pero si las cosas son como se dicen probablemente es porque haya una explicación. Quizá lo que pasó es que Cospedal sabe que en esa misma ristra de definiciones académicas hay una que se abona en Álava, donde ruin es reyezuelo.

Mas, reyezuelo ruin. A las palabras las carga Dios y también las cargas el diablo, y el que habla debe estar atento a seguir una u otra tentación. En el encuentro con el “ruin” escuché que se decían reproches, pero también banalidades. Por ejemplo, la ministra de Fomento, que es una persona tan educada que alguna vez tendrían que hacerla secretaria general de su partido, le consultó a Mas si él había engordado. Rajoy le explicó al presidente de la Generalitat, con quien tiene muchas diferencias, que él hacía mucho deporte, desde las cinco de la mañana; a una y otra cosa respondió Mas, y además sin ruindad, me pareció. En un caso, no, no había engordado, al contrario. Y no, no hace deporte, qué más quisiera. Un poco de piscina y pare usted de contar.

Las crónicas contaron que este encuentro tenía como objetivo poner el tren en marcha y juntar a los que quieren separarse con los que quieren impedirlo. No parece que ruin (o muy ruin) fuera la mejor palabra para proseguir esa conversación que habían iniciado en el tren el jefe de la señora Cospedal y otras personas de gran fundamento. Al día siguiente una de esas personas, Mas, precisamente, lanzó en el Parlament la bruma en la que está: la propuesta independentista. Pero esa bruma todavía no había sucedido cuando la número dos del PP llamó ruin al causante del actual desaguisado.

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