2013: un año más repartiendo dolor
¿Qué hará el Gobierno central cuando se cierre 2012 y la Generalitat no haya cumplido con el recorte del déficit?
Se cierra 2012 y se va a abrir 2013 con una coyuntura interna incierta y, lo que es casi peor, con un entorno internacional decididamente malo. La reducción a la baja de las expectativas de crecimiento de la Unión Europea, muy especialmente en Alemania, supone que la estrategia del Gobierno español de confiar una mejora de la situación exclusivamente al aumento de la demanda exterior tiene pocos visos de cumplirse. Si los países que tienen que enviarnos turistas y comprar nuestros productos no crecen, ¿de dónde vendrá ese mínimo impulso que pare la caída en picado de la economía española? No parece que Mariano Rajoy tenga otra estrategia que esperar. Eso quiere decir, que sin reactivación, habrá nuevos recortes. Mientras tanto, el país se va quedando parado, real y metafóricamente.
Sea como sea, vamos a pasar 2013 pendientes del proceso electoral alemán, en otoño, porque lo que está absolutamente claro es la enorme dependencia de España, no de la Unión Europea, sino del Gobierno de Berlín. Todo un año por delante en el que el horizonte de los españoles se calculará y valorará, de nuevo, semana a semana, sin más expectativas ni posibilidad de conseguir otra cosa. Sin que exista la menor evidencia de que lo que está haciendo o vaya a hacer el Gobierno de Rajoy en 2013 pueda mejorar en lo más mínimo la vida de los ciudadanos, sino más bien empeorarla
¿Cómo reaccionarán los españoles? Hasta ahora se puede decir que las protestas, grandes y activas, están afectando a multitud de sectores, algunos de ellos tan característicos como la sanidad, la educación o, desde hace poco, la propia justicia. Pero la evidencia es también que esas protestas no cambian, por el momento, la atonía social en su conjunto y que el PP no se siente amenazado por esas protestas sectoriales. ¿Qué influencia tiene el PSOE en esta situación? Seguramente, mucha, porque los ciudadanos no creen en la alternativa y ni siquiera confían en los socialistas para encabezar la resistencia, claramente porque el PSOE, más bien flemático, no hace tampoco nada notable en esa dirección.
Lo único que se agita hoy realmente en España es el nacionalismo catalán
Quizás una protesta ciudadana en la calle y realmente masiva fuera capaz de inquietar a Rajoy y alarmar en Bruselas, pero, por ahora, no existe agitación social suficiente como para sobresaltarles. Claro que el presidente del Gobierno sabe que las protestas de la justicia o la sanidad tendrán impacto electoral en el PP, pero no hay elecciones a la vista y para 2015, si la política del Gobierno no ha funcionado y no es capaz de ofrecer algo más que “repartir dolor”, le va a dar lo mismo lo que haga ese sector determinado de votantes.
Lo único que se agita hoy realmente en España desde un punto de vista político es el nacionalismo catalán. Los acuerdos entre Convergència i Unió (CiU) y Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) para seguir adelante con su programa soberanista se han convertido en un problema político de primer orden, un problema que tiene cada vez peor aspecto. Poner en marcha estructuras públicas adicionales, en el ámbito político, financiero, energético… puede sonar inverosímil cuando al mismo tiempo ese Gobierno tendrá que acometer nuevos recortes, brutales, en sectores ya tan dolientes como la sanidad. Pero, inverosímil o no, ese es el plan para la “transición nacional” que han acordado CiU y ERC y lo que se va a poner en práctica en 2013.
La principal duda, hoy por hoy, es saber qué hará el Gobierno central cuando se cierre 2012 y quede en evidencia que la Generalitat no ha cumplido con su compromiso de recorte del déficit y, lo que es mucho más importante, que no existe la menor intención de hacerlo en 2013. ¿Qué hará Rajoy? ¿Dar poderes al sutil ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, para que controle directamente las cuentas de la Generalitat? Es de esperar que no. El Gobierno se dotó en su día de una ley de estabilidad fiscal que le da todo tipo de instrumentos para llegar a ese punto, pero el coste político sería tan extraordinario que se hace difícil creer que Rajoy abra esa vía.
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