La ginecología en la universidad es cosa de hombres: solo una mujer ha llegado a catedrática
Nieves González está al frente de la cátedra de La Laguna. La reforma universitaria, a igualdad de méritos, podría beneficiar en una oposición a alguna de las seis profesoras titulares de la especialidad, frente a los 16 hombres
Las mujeres desaparecen de los cargos de responsabilidad según se sube en el escalafón académico de las universidades españolas. Hay más del doble de catedráticos (8.859 hombres en 2021 frente a 3.056) y en determinadas áreas de conocimiento simplemente no se contabiliza a ninguna mujer al frente de una cátedra de una universidad pública ―ingeniería textil, organización de empresas o fisioterapia, con los datos de 2021 (los últimos del Ministerio de Universidades)—. Pero resulta especialmente llamativo que solo exista una catedrática de Ginecología y Obstetricia: la canaria Nieves Luisa González. Ganó la oposición en su casa, la Universidad de la Laguna (Tenerife), en 2018 (aunque estaba acreditada desde 2015) y desde entonces es la única catedrática en la rama de la medicina que trata las enfermedades del aparato reproductor femenino, la gestación y el parto. “No me acuerdo de que soy la única. Mi marido dice que lo va a poner en mi lápida”, dice, entre risas, en conversación telefónica. En las 35 universidades públicas que imparten Medicina había en 2021 apenas 20 catedráticos (19 hombres) de Ginecología, lo que obliga a que muchos departamentos tengan al frente a profesores titulares o de menor rango por falta de doctores acreditados para el puesto de catedrático por la agencia de evaluación ANECA.
González vive en una burbuja que no se corresponde con la realidad porque los tres profesores titulares de su departamento son mujeres y una cuarta mujer formada también en La Laguna es titular en la Autónoma de Barcelona. Pero, según los últimos datos del Ministerio de Universidades, de 2021, solo hay otras dos mujeres titulares de Ginecología en toda España.
La investigadora canaria no tiene un espejo en el que mirar atrás porque es pionera: nunca antes una mujer alcanzó ese cargo en la ginecología en España. La primera catedrática de Medicina no llegó hasta 1980, la forense María Castellanos, en la Universidad de Zaragoza, y hay especialidades sanitarias sin representación femenina al frente de las cátedras (2021): Otorrinolaringología, Urología y Traumatología. “Durante años la ginecología estuvo vetada para las mujeres en España. Decían, también mi maestro, que era muy dura. En la obstetricia había que tirar, se necesitaban fórceps… “, recuerda Nieves González.
Cuenta que el ginecólogo José Botella Llusiá, una eminencia europea, formó al maestro de González, Javier Parache, en la idea de que las mujeres no debían de dedicarse a esa especialidad. Por eso, durante la entrevista para entrar en el departamento, Parache ―para el que solo tiene las palabras más elogiosas― le recomendó que se lo pensase bien. No la amilanó y González se convirtió en la primera MIR [Médico Interno Residente] mujer del departamento. “No era consciente de romper moldes. Fui bien acogida, pero, por ejemplo, no había vestuario para cambiarnos los pijamas de paritorio o de quirófano. No pasa nada, pero es muy simbólico”. Y rememora como a veces era “complicado ser la jefa de la guardia, con el personal del equipo acostumbrado a un hombre, y por las pacientes”. Una señora de parto, tras reclamar al “médico”, le dijo resignada: “Mi niña, vamos a ver si entre las dos lo sacamos adelante”. En otra ocasión, a punto de parir, asistió también a una cesárea de urgencia subida a un escalón para acceder al campo operatorio. No concebía cogerse una baja, ella era una más.
En 2015 había 45 profesores titulares de Ginecología (ocho mujeres), que no se han ido relevando. Ahora suman 21
“En mi época tenías que demostrar que eras capaz, pero eso ahora es historia: el 90% de los equipos asistenciales son mujeres y eso tampoco es bueno”, calcula Nieves González. “En la diversidad está la riqueza”. Pero la Universidad tiene “sus peculiaridades”, reconoce, porque el facultativo tiene que ejercer, investigar y dar clase para acreditarse como profesor titular y después como catedrático. En el escalón más precario de la vida universitaria, el de profesor asociado, las ginecólogas son mayoría ―259 frente a 186 hombres― y su número está creciendo mientras baja el de hombres, que hasta 2017 fueron superiores en número.
Pero luego llega el embudo. En 2015 había 45 profesores titulares de Ginecología (ocho mujeres), que no se han ido relevando tras su jubilación. De forma que en 2021 se habían reducido a 16 hombres y 6 mujeres ―los que pueden optar a una cátedra― pese a que cada vez se abren más facultades de Medicina (llegarán a 50 el curso que viene: 36 públicas y 14 privadas en las que no hay oposiciones). La ANECA va a revisar el último concurso de méritos para adaptarlo a la triple realidad de un médico profesor ―ejercicio profesional, docencia e investigación― con el propósito de que aumente de forma exponencial el número de titulares y catedráticos de ambos sexos en las universidades públicas.
González cree que no hace falta ser mujer para enseñar ginecología, aunque el hombre no experimente en su cuerpo. “Mi maestro hizo que me enamorase de la especialidad. El género no interfiere en la docencia”. La canaria pone el mismo ejemplo que la catalana Begoña Martínez de Tejada, segunda catedrática de Ginecología de Suiza y primera de la Universidad de Ginebra: “No hace falta haber tenido un cáncer para tratarlo o enseñar sobre él”.
Martínez de Tejada incide: “No conoces el cuerpo femenino por ser una mujer, sino porque lo has estudiado bien. Y eso lo puede hacer un hombre o una mujer. Se necesita tener empatía, no hace falta experimentar algo para poder entenderlo”. La catalana recuerda que ginecología y obstetricia no se ha convertido “en una especialidad de mujeres hasta hace 20 años, porque ahora las pacientes quieren ser tratadas por mujeres y porque hay más que hombres estudiando la carrera”.
“Yo hice la formación en el Clínico de Barcelona, luego me fui a Estados Unidos dos años con una beca de La Caixa”, relata sobre su trayectoria Martínez de Tejada. “A la vuelta no me adapté y mi marido, suizo, me animó a probar en Suiza”. Allí tuvo que empezar casi de cero.
Nieves González: “Nunca va a haber una igualdad de idoneidad”.
Hay patologías ginecológicas poco estudiadas, pero ninguna de las dos catedráticas cree que se deba a que los grupos de investigación estén en manos de hombres. “Es una cuestión de financiación, no de quién esté al frente [de la investigación]. Si fuesen los hombres los embarazados, hubiese habido más dinero para estudiarlo. Todo lo que toca específicamente a la mujer ―dolores de regla, menopausia...― se está estudiando desde hace 25 años, es nada”, apunta Martínez de Tejada.
A la lista de olvidadas, Nieves González suma el estudio de la salud durante el embarazo porque entonces se programan enfermedades que el feto tendrá de adulto y cree que hay que prestar más atención al cáncer de mama. “Cuidado, no hay que enfocarlo todo desde un punto de vista de género. No creo que los hombres no quieran investigar en eso. También está el problema económico. ¿Quién va a poner el dinero para investigar si los cócteles de tóxicos a los que estamos sometidos influyen en el desarrollo del cáncer de mama? ¿Quién? ¿Las farmacéuticas? ¿Las empresas de diagnóstico?”.
Cuando se apruebe definitivamente la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) ―pasa por el Senado el martes que viene― las universidades estarán capacitadas para tomar medidas de “acción positiva”. La norma dicta: “Se podrán establecer reservas y preferencias en las condiciones de contratación, de modo que, en igualdad de condiciones de idoneidad, tengan preferencia para ser contratadas las personas del sexo menos representado (...)”. Es el caso de ginecología y obstetricia.
Martínez de Tejada: “Todas las reglas para subir son muy masculinas, los horarios son hasta muy tarde, a nosotras nos cuesta más competir”
A Nieves González la idea no le convence: “No está nada bien que me des un plus por ser mujer. No hay que llenar las mesas de mujeres a la fuerza. Nunca va a haber una igualdad de idoneidad. Todas las personas tienen que tener las mismas oportunidades para llegar a donde quieran llegar, pero no me parece que sea correcto discriminar en ningún momento por sexos”.
En Suiza la discriminación positiva es un hecho. “En los criterios de mi convocatoria ponía: ‘Una candidatura femenina es fuertemente deseada’. Cuando se busca un jefe de servicio, siempre hay un representante de la comisión de paridad que vigila mucho que no haya discriminaciones. Y a igualdad, gana la mujer”, afirma Martínez de Tejada. Cuenta que, cuando ella se presentó a la cátedra en 2017, llegaron a la final dos hombres y dos mujeres y no hubo duda en el tribunal de que ella era la que reunía más méritos.
“Yo cuando participo en comisiones de nombramientos no busco mujeres por tener más mujeres, sino personas competentes, porque si nombramos a dedo por sexo o minoría perdemos todos. Pero a igualdad de méritos se tiene que potenciar a las mujeres porque todas las reglas para subir son muy masculinas, los horarios son hasta muy tarde, a nosotras nos cuesta más competir ―nos retiramos―...”, enumera la catalana. Ella fue la segunda catedrática de Suiza y la primera en Ginebra, hay una en Zúrich y dos en Basilea. Las cátedras de Berna y Lausana están en manos de un hombre.
Inexorablemente, el número de mujeres en los mejores puestos de las facultades de Medicina va a tener que crecer, pues es una profesión cada vez más feminizada. Ellas son mejores estudiantes en Bachillerato y abandonan menos los estudios, por lo que ocupan ya el 70,1% de las plazas del disputado grado (eran el 65,5% en 2015). La única catedrática de Ginecología de España apuntilla: “El cerebro masculino tiene unos tiempos de maduración diferente y eso no se tiene en cuenta en el examen de acceso a la universidad. Es más lento, pero luego se igualan”. En tesis defendidas de Medicina y Enfermería la brecha disminuye: 1.020 de mujeres frente a 636 de hombre.
La primera doctora, también ginecóloga
La primera mujer que se tituló en Medicina en España, Dolors Aleu, también se dedicó a la ginecología y la pediatría en Barcelona. Durante dos años le privaron de presentarse a los exámenes finales, pero finalmente se licenció con la tesina La necesidad de encaminar por un nuevo sendero la educación higiénico-moral de la mujer en 1882, todo un alegato en defensa de la igualdad entre sexos. Abrió una consulta y durante un cuarto de siglo atendió a todo tipo de pacientes: mujeres burguesas avergonzadas de acudir a un ginecólogo, prostitutas, madres solteras, huérfanos...
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