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Trucos en la Evau sugeridos por cuatro correctoras: ser “algo” original o emplear frases cortas

Las profesoras recalcan los pocos recursos léxicos, gramaticales y de argumentación de muchos alumnos, muy poco habituados a leer

Pruebas de EVAU en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Complutense de Madrid, este lunes. Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: EPV
Elisa Silió

Aprobar la Evaluación para el Acceso a la Universidad (Evau) está al alcance de cualquier bachiller ―la superaron el 92,4% de los aspirantes, en junio de 2023―, pero lograr una calificación muy alta es terreno solo de los que realmente estudian, aunque la corrección es más generosa que hace una década: el curso pasado obtuvieron un 6,34 de media en las materias troncales, frente al 6,03 de 2015. En las ciencias exactas no ha lugar a la originalidad, pero en otras materias hay que ofrecer “algo” especial para sacar al evaluador del tedio de unos exámenes tan trabajados en clase ―todo el Bachillerato está enfocado a aprobar con nota la Selectividad― que parecen fotocopias. Cuatro evaluadoras de País Vasco, Madrid y Castilla-La Mancha coinciden en el diagnóstico: muchos aspirantes carecen de recursos para responder a la Evau porque les faltan horas de lectura y de comprensión del mundo que les rodea.

María José Gutiérrez, profesora de Económicas de la Universidad del País Vasco, preside un tribunal de Selectividad desde hace siete años, antes fue su secretaria y actuó de correctora. “Mi impresión es que en los colegios e institutos les dan muchas normas y consejos a sus alumnos y, quizás, estén demasiado dirigidos. Les falta creatividad, están cortados de la misma manera”, sostiene. Eso provoca que los candidatos de un mismo centro contesten “en el mismo orden y forma”, lo que termina resultando repetitivo para los evaluadores. “Yo valoraba mucho a quién se salía un poco”, rememora Gutiérrez. Ser original es factible en Historia o Filosofía, pero no en Matemáticas o Física.

La docente explica que dentro de un tribunal se produce muchas veces un debate entre los profesores de universidad, que reclaman “algo de originalidad para llegar a la excelencia”, es decir que los candidatos aporten algo propio para llegar al sobresaliente, y los de instituto, a quienes les basta con que los jóvenes hayan adquirido todos los conocimientos para puntuar con la máxima calificación.

A Gutiérrez antes le preocupaba el bajo nivel de matemáticas con el que llegaban los alumnos a Económicas ―repasan temario de Bachillerato―, pero ahora le inquieta más que los alumnos no entienden enunciados de preguntas largos, pues se han acostumbrado a leer textos cortos en el móvil. Eso explica que las preguntas en la Evau sean concisas y se formulen casi de la misma manera cada edición. En el momento en que se interroga de otra forma, ―por ejemplo, exponiendo un problema matemático a través de una situación real― se disparan las quejas de los centros, los padres y los alumnos, relata.

María Pereira, profesora de Lengua y Literatura del instituto público Marqués de Santillana de Colmenar Viejo (Madrid), entrena los tiempos con sus alumnos de segundo de Bachillerato. Les da 30 minutos de cronómetro para que contesten a un comentario de texto. “Entonces se dan cuenta de que van fatal y empiezan a trabajar de otra manera”. La vez que corrigió en un tribunal ―repite en esta edición― no puso ningún 10; se topó con exámenes perfectos, pero todos tenían alguna pregunta en blanco. Como María José Gutiérrez, recomienda salirse del carril, por ejemplo, no contestando a un tema manido como la Generación del 27 o la Generación del 98, sino Teatro y lírica posteriores a 1936, que muy poca gente escoge.

En Madrid los aspirantes de Lengua (una materia común a todas las ramas de Bachillerato) cuentan con 90 minutos para contestar ―hay un comentario de texto, una pregunta de morfología o sintaxis y un tema de literatura― en dos folios por las dos caras y Pereira tiene claro que se necesita “una estrategia”. Lograr un 5, argumenta, no es difícil picoteando un poco de cada cuestión, pero sí sacar una gran nota cuando “los criterios de corrección son muy amplios” y hay espacio para la subjetividad. “Eso pasa en todas las asignaturas humanísticas, en las de ciencias, no”, sostiene. A sus alumnos les recalca durante el curso la necesidad de tener una letra legible y el uso de un sinónimo si dudan de la ortografía de una palabra. “Ponen muchas faltas de fonéticas, de uve y be, o de jota o ge”, explica. También les insiste en que no abusen del “ya que” como conector causal, cuando existen otras formas: debido a, la razón es que...

Desde la pandemia los alumnos tienen más opciones de decidir a qué contestan y Pereira cuenta que muchos estudiantes, “para ahorrar tiempo y espacio”, eligen las preguntas de morfología y semántica ―cada una vale un punto― y descartan las valoraciones de libros supuestamente leídos durante el curso (un punto cada una) que exigen mucho más esfuerzo. “Muchos no leen, pero es verdad que quienes escogen las valoraciones no son muy originales. Todo lo han trabajado y pensado mucho en clase”, reconoce.

Los que cometen muchas faltas también tienden a rehuir de las valoraciones, pues al escribir más, tienen más opciones de meter la pata. “Yo a todos les recomiendo que dediquen cinco minutos largos a revisar, pero sobre todo a los que comenten faltas”. En Madrid el aspirante puede perder en Lengua hasta tres puntos por fallos (medio punto por cada error de ortografía, puntuación y gramática), pero en otras comunidades no. El Ministerio de Educación pretende que, a partir de la Evau 2025, en las 17 comunidades se valore “la coherencia, corrección gramatical, léxica y ortográfica de los textos” y suponga el 10% de la nota de las materias con comentario de texto, como Historia, Filosofía o Lengua.

“Este año el tema de literatura ha pasado, de contar dos puntos, a punto y medio y los que no necesitan mucha nota, directamente o no llevan la literatura preparada o solo tres o cuatro temas por si les caen”, admite Peirera, que no utiliza libro de texto en el aula. La intención de Educación es que con el nuevo modelo de Evau el alumnado no pueda aprobar estudiando solo una parte del temario, como ocurre desde la pandemia.

A la mayoría de los alumnos, coinciden las cuatro profesoras, les cuesta razonar porque leen poco ―Tik Tok y otras redes sociales les quitan mucho tiempo― y, por tanto, tienen problemas para estructurar su argumentación. Muchos no entienden que cada idea debe ser un párrafo separado. Soledad Hernández Bermudo, profesora de Filosofía en el instituto Jaime Ferrán de Collado Villalba (Madrid) y correctora de Evau hace dos ediciones, ha colgado en su propia página web un decálogo de consejos para sus alumnos de Bachillerato. “Las frases complicadas con subordinadas de sustantivo o de cualquier otro tipo NO son recomendables. El corrector o correctora estará cansado, se despistará con facilidad y se hastiará de leerte si no escribes correctamente, tienes muchas posibilidades de suspender”, ha escrito. Prefiere las frases cortas, “sujeto, verbo y predicado”. Exhorta también a sus alumnos a ceñirse al enunciado de la pregunta, de forma que, por ejemplo, no expliquen todo Platón porque aparezca citado en el comentario de texto. “Se olvidan de que están haciendo un comentario, no aluden a lo que pone”. También les remarca que aprendan a escribir bien el nombre de los pensadores o de palabras propias de la materia que son enrevesadas, como gnoseología o ataraxia.

Leer más de una vez

Hernández Bermudo ha creado una carpeta, titulada Usar para aprobar: ayuda en la redacción de tu comentario, que contiene una larga lista de verbos (describe, arguye, especifica...) para que no repitan en cadena el mismo en su argumentación y distintas expresiones de concatenación (para finalizar, de esta manera...). “Tienen un problema de comprensión bastante grande y, además, tienen que entender que un texto filosófico no se asimila normalmente a la primera. Nadie leyó Crítica de la razón pura una sola vez y lo entendió. Tienen que leerlo más de una vez y subrayar las ideas fundamentales, porque son los conceptos que hay que incluir en el comentario“. La profesora de Filosofía les recalca asimismo que “sobran los comentarios personales, no hay que darle la razón a Nietzsche”.

Esta falta de cultura general se traslada también a las lenguas extranjeras, arguye Marian Morillo, profesora en el instituto Princesa Galiana de Toledo, que corrigió hace dos años la Evau de Inglés. “Hay un writing con dos opciones y te das cuenta de que no saben del mundo que les rodea. Que no es que no sepan explicarse en inglés, es que no tienen ideas en español y te repiten la misma frase 30 veces”. Recuerda que una posibilidad era argumentar los pros y contras de ser doctor y en un centenar de los exámenes que evaluó los bachilleres se enrocaron en dos únicos dos pensamientos: hay que estudiar mucho para ser médico, pero se gana dinero.

“Lo comentábamos todos los compañeros del tribunal. Si hubiesen visto las noticias [era en medio de la pandemia], leído algo o hablado de ello con alguien, hubiesen sabido qué escribir en el examen”, relata Morillo, hoy profesora de Lengua y Literatura Española. “Nos preocupó que no tuviesen relación con su mundo, sentido común. Y lo he seguido viendo. Se aprenden las cosas de memoria, pero si les dices ‘vamos a hacer un comentario de texto’, ni idea”. Y de remate, lamenta Morillo, apenas se trabaja la escucha y la expresión oral en clase de Inglés en Bachillerato, porque no entra en las pruebas de la Evau (supuestamente sí en el nuevo modelo), que traen de cabeza a unos 250.000 alumnos desde este lunes.

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Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.
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