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José Manuel Pingarrón, principal artífice de la reforma universitaria, abandona el Gobierno tras sobrevivir a tres cambios de ministro

El catedrático de Química, que no pertenecía al círculo de confianza de Morant, vuelve a la Complutense. Le sustituye Francisco García Pascual

José Manuel Pingarrón, segundo por la izquierda, junto al ministro Joan Subirats, en un acto de la universidad UNIR en Madrid, en mayo de 2022
José Manuel Pingarrón, segundo por la izquierda, junto al ministro Joan Subirats, en un acto de la universidad UNIR en Madrid, en mayo de 2022.Santi Burgos
Elisa Silió

Desde que en 2018 la izquierda se hizo con el poder, las universidades han dependido de cuatro ministros (Pedro Duque, Manuel Castells, Joan Subirats y Diana Morant), tres ministerios (Ciencia, Innovación y Universidades primero, luego Universidades y de nuevo juntos desde el pasado noviembre) y dos partidos (PSOE y En Comú Podem), pero todos con un nexo en común: José Manuel Pingarrón, su secretario general. Hasta este martes, que el catedrático de Química Analítica de la Universidad Complutense ha abandonado el cargo y será sustituido por Francisco García Pascual, que era el jefe de gabinete de la secretaría de Estado del departamento.

Pingarrón nunca fue del círculo confianza de Morant y fue perdiendo competencias desde que situaron por encima de él a un secretario de Estado de Ciencia y Universidades, Juan Cruz Cigudosa, exconsejero de Universidad, Innovación y Transformación Digital de Navarra. García Pascual, consejero de Educación y Universidades de la Generalitat de Catalunya en 2006 y con gran experiencia en el ministerio y en la educación superior, era y seguirá siendo la mano derecha de Cigudosa.

“He cedido a mi mejor hombre”, comentaba en 2018 entre risas Carlos Andradas, por entonces rector de la Complutense. Pingarrón dejó de ser su vicerrector de Transferencia de Conocimiento y Emprendimiento por el ministerio. Mientras actuó de número dos de Pedro Duque, no se plantearon diseñar una nueva ley universitaria, al depender su aprobación del voto de muchos socios, pero cuando Isabel Celaá logró sacar a delante su reforma educativa, las tornas cambiaron.

Cuando en enero de 2020 llegó el primer gobierno de coalición, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades se desgajó con gran polémica en dos para otorgarle a En Comú Podem su cuota de poder. Ada Colau escogió entonces como ministro de Universidades a Manuel Castells y el puesto de Pingarrón peligró durante muchos días, pues el entorno de Pablo Iglesias, en ese momento vicepresidente del Gobierno y exprofesor universitario, maniobró sin éxito para situar en el puesto de secretario general a alguien de su cuerda. Se impuso el criterio de Castells, que cambió su cátedra de Sociología en la prestigiosa Universidad de Berkeley en California por el paseo de la Castellana, a condición de mantener su independencia.

El reconocido sociólogo era muy consciente de que necesitaba apoyarse en alguien que conociese al dedillo la universidad española tras décadas viviendo fuera y Pingarrón, de formas muy cercanas y afables, no solo cumplía el requisito, sino que contaba con el total apoyo de la conferencia de rectores, que nunca dejó de verle como uno de ellos. Un hecho que a veces incomodaba en las negociaciones a los sindicatos. De hecho, los rectores pidieron a Castells que el secretario general siguiese.

La cuadratura del círculo

Pingarrón confesó en un acto en la UNED que cerrar la Ley Orgánica del Sistema de Universidades (LOSU) era casi un imposible, “es lograr la cuadratura del círculo”, pues los intereses de los distintos colectivos (sindicatos, rectores, estudiantes) son a veces antagónicos y contentar a uno supone enfadar a otro. La ley estuvo a punto de descarrilar a finales de 2021 con Castells, cuando los rectores casi se amotinan, y las aguas no volvieron a su cauce hasta la llegada de Subirats en 2022, tras abandonar el sociólogo por problemas de salud. Finalmente, la ley salió adelante con los votos a favor de 10 partidos, pero sin grandes defensores. Todos los colectivos han ganado y perdido con la norma, lo que impide que nadie se sienta muy satisfecho.

En este encaje de bolillos tuvo un papel fundamental Pingarrón, el único que había vivido el proceso de la reforma desde sus inicios. Por eso Subirats, amigo de Castells y también elegido ministro por En Comú Podem, le mantuvo. Juntos lograron mejorar las tensas relaciones entre los ministerios de Ciencia y Universidades, condenados a entenderse ―tenían muchísimas competencias compartidas― para sacar adelante sus políticas. Con la llegada de Morant, los responsables de ambos ministerios y vecinos de edificio, comenzaron por fin a reunirse periódicamente, hasta que la ministra pasó a gobernar todo el espacio.

Morant mantuvo a Pingarrón, que conocía todos los entresijos de la ley, como secretario general, pero no al equipo de Universidades que salió de golpe; aunque tardó en confirmarle públicamente en el puesto. Cinco meses después está fuera del Gobierno y volverá a su departamento de Química Analítica de la Complutense. Ahora queda por poner en marcha la ley y los cálculos económicos se están volviendo a hacer.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.
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