De bien de lujo a primera necesidad: el gasto en clases particulares se triplica para que los niños sean más competitivos
Un informe revela que tras la Gran Recesión familias de diferente renta destinaron 732 millones de euros a sesiones privadas de apoyo. Un 24% de alumnos españoles de primaria sigue esas clases
Lo llaman educación en la sombra. Son clases particulares privadas a las que las familias acuden para reforzar los conocimientos de sus hijos en edad escolar. Contra todo pronóstico, la Gran Recesión que sacudió las economías familiares entre 2008 y 2015 no afectó al pago de estos servicios, sino todo lo contrario. En 2017 ese gasto se había triplicado en España hasta alcanzar los 732 millones de euros (fueron 246 en 2006). Esa inversión no solo se produjo por parte de las familias más adineradas, sino que creció entre las de clase media y baja, que sí redujeron su gasto en alimentación, ropa y restaurantes. Carmen, madre de dos hijos y dependienta, fue una de ellas. “Lo más importante para mí es el futuro de mis hijos, quiero que lleguen lejos y todos sabemos que para eso tienen que dedicar horas extra fuera de la escuela”, comenta. Quieren que sus hijos sean competitivos en un mercado laboral cada vez más exigente.
Esos datos, extraídos del informe Educación en la sombra en España: cómo las clases particulares se están convirtiendo en un bien de primera necesidad, publicado este jueves por el laboratorio de ideas EsadeEcPol y elaborado a partir de la Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística (INE), son “preocupantes” porque pueden agravar las desigualdades educativas y sociales entre las familias que pueden pagar más y menos. “Los gobernantes tienen que poner en marcha políticas de calado para dar respuesta a esa búsqueda cada vez mayor de educación no formal, las familias tienen unas expectativas muy altas y ven la formación clave para el ascensor social, gastan lo que haga falta”, apunta Juan Manuel Moreno, autor del estudio y exasesor educativo del Banco Mundial. A su juicio, el hecho de que muchos alumnos de bachillerato dejen de ir a clase las semanas previas a Selectividad para que les preparen en academias privadas puede mermar a medio plazo la calidad de la enseñanza y la confianza de las familias en el sistema educativo.
En 2019, los hogares con mayor presupuesto (los que estaban entre el 20% de los que más gastan) invirtieron cinco veces más en clases particulares que los hogares con menos recursos. Las familias más adineradas gastaron 1.023 euros de media frente a los 550 que destinaron a ese fin las más pobres. En España, un 24% de los alumnos de primaria siguen sesiones privadas de matemáticas y ciencias, según el informe TIMSS de 2019, elaborado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA, en sus siglas en inglés).
Ese mismo documento ―que mide las competencias en matemáticas y ciencias de los alumnos de 4º de Primaria (niños de 10 años) en 64 países―, señala que según las respuestas de los estudiantes de esa etapa educativa en España, acuden a clases particulares para “recuperar y reforzar” contenidos más que para “perfeccionar” y “ampliar”. Un aspecto que puede ser radicalmente opuesto en Secundaria, cuando la exigencia es mayor y están a las puertas de entrar en la Universidad. “Existe una conciencia cada vez más generalizada en todas las clases sociales de que invertir en clases privadas asegura el acceso a oportunidades de futuro para los hijos”, precisa Juan Manuel Moreno, que actualmente da clase en la UNED.
Otro de los factores que influye es el hecho de que el número de hijos es cada vez menor y eso permite invertir más en cada uno de ellos. “Los padres y madres tienen menos tiempo para ayudarles con las tareas escolares y se hace necesario gastar en clases de apoyo”, añade. La Encuesta de Presupuestos Familiares, en la que basa el estudio de Esade, no proporciona datos sobre si el propósito de los hogares está más relacionado con la recuperación para los más rezagados o con el enriquecimiento para los más destacados.
Sara Sanz, monitora de educación infantil y madre de tres hijos, paga unos 100 euros al mes por clases particulares de inglés para dos de sus hijos (de nueve y once años). “Es un esfuerzo económico importante, pero tenemos claro que lo hacemos para que tengan más oportunidades laborales en el futuro, quiero que aprendan inglés y en el colegio los profesores están saturados y llegan hasta donde pueden”. En su caso, no ha tenido que pagar por clases de otras asignaturas porque están sacando buenas notas y el nivel en el centro “es bueno”.
A Esteban Álvarez, presidente de la Asociación de Directores de Institutos de Madrid ―que agrupa al 85% de directores de institutos de la región― no le extraña ese crecimiento. “El presupuesto del Gobierno en Educación empezó a bajar con la crisis de 2007 y poco a poco empeoraron las condiciones en el aula, más alumnos por profesor. A la vez, el currículum seguía siendo y es muy rígido y enciclopédico y las familias buscan una atención más personalizada que no encuentran en los centros educativos, buscar cubrir las carencias de un sistema cada vez más competitivo donde una décima más en Selectividad te puede dar acceso a la carrera que quieres”.
Dolores, desempleada de 44 años, siente impotencia por no poder pagar clases particulares a ninguno de sus cuatro hijos. El sueldo de su marido, taxista, no da para tanto. “La impotencia que te genera no tener dinero y no poder dar a tus hijos lo que crees que necesitan es muy dolorosa, se produce una desigualdad brutal”, cuenta. Sus hijos han acudido algunos cursos al programa PROA (Programas de Refuerzo, Orientación y Apoyo), financiado por el Ministerio de Educación y las autonomías para los alumnos con más dificultades académicas y menos recursos económicos. “El PROA tiene las plazas limitadas, no todos los que lo necesitan pueden entrar, son los centros los que deciden quiénes son los alumnos más necesitados”.
Según una encuesta de la empresa de formación Go Student de 2021, la principal razón por la que se invierte en clases particulares en España es la “dificultad de los niños con ciertas asignaturas”, especialmente con las Matemáticas: suponen el 65% de las sesiones contratadas. “En nuestro país la función de remediar y recuperar todavía pesa más que la de ampliar y perfeccionar, lo que a su vez implica que estamos en un estadio menos avanzado que el que se ve en muchos países asiáticos y europeos”, puntualiza Moreno. Un 80% de los estudiantes coreanos de primaria y un 90% de los japoneses siguen clases particulares.
Se trata de un fenómeno global y según ReportLinker ―un laboratorio de ideas que hace seguimiento a la “industria global de las tutorías privadas”― estos servicios alcanzarán en 2027 un volumen de 218.000 millones de dólares en todo el mundo (aproximadamente el Producto Interior Bruto de Portugal en 2020). En Reino Unido ha pasado del 18% de los alumnos de 11 a 16 años en 2005 al 27% en 2019, con Londres rozando el 41%. En Alemania, se ha pasado del 27% en los 2000 a más del 40% en 2013, según el informe de EsadeEcPol.
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