Brecha académica en la pandemia: las profesoras engordaron menos sus currículos que ellos
Varios estudios internacionales muestran que en el confinamiento los docentes universitarios escribieron más artículos y ellas se ocuparon más de la enseñanza, la casa y los cuidados
Las mujeres, ya generalmente con peores sueldos y estatus laboral, han sido las mayores perjudicadas del confinamiento y el mundo académico no ha sido la excepción. Así se desprende de un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) basado en las respuestas de 1.691 profesores. Una encuestada relata su experiencia: “Para obtener un vídeo decente de clase de unos 20 minutos, me tiraba cuatro horas. Tenía que hacerlo de madrugada cuando los niños dormían. Esto me ha supuesto un agotamiento total y mucho estrés”.
La pandemia de la covid-19 forzó a mudar en horas la docencia a un sistema remoto. Es incuestionable que los profesores varones también hicieron un esfuerzo (ellos dedicaron cinco horas semanales más a la docencia y ellas 6,7 horas), pero las mujeres ―que principalmente cargaban con los cuidados de la familia y la casa― se llevaron la peor parte. La prueba es que, en las primeras semanas de la pandemia, el envío de artículos a revistas se redujo más entre las mujeres que entre hombres en el mundo.
Durante el confinamiento y desescalada ellos estuvieron trabajando de media en 1,86 artículos en la Universidad Complutense, frente a los 1,33 de ellas. Y progresaron mucho más. Ellos mandaron de media 1,04 textos a las revistas especializadas frente a los 0,74 de ellas. Tradicionalmente los hombres producen más, pero la brecha se ha agrandado.
María Bustelo, una de las autoras del estudio Desigualdades al descubierto en la universidad por la crisis de la covid junto a Paula de Dios y Lorena Pajares, alerta: “La pandemia ha podido agravar diferencias, pero, sobre todo, ha dejado al descubierto las desigualdades estructurales. Tenemos que hacer encuestas sobre el tiempo académico a nivel nacional”. Y pone el énfasis en el Plan Bolonia, implantado progresivamente desde 2007, porque “la evaluación académica ha ido requiriendo más y más tareas administrativas y de gestión al profesorado universitario. Un modelo académico poco sostenible con la vida. Si no se impide con reflexión y acciones positivas, las mujeres irán quedándose cada vez más atrás”.
Las profesoras dedicaron a la limpieza, lavado y planchado dos horas y media más a la semana que ellos y disfrutaron de menos tiempo de ocio y para hacer deporte. Los hombres solo destacaron en actividades domésticas fuera de casa, pues salían a hacer recados. Ellas, además, dieron más horas de clase ―el 64% de las docentes impartía ese semestre más de seis créditos (60 horas) frente al 56% de ellos― y le dedicaron más tiempo a sus alumnos (1,2 horas más a la semana). Ellos, por contra, se centraron en sus investigaciones ―“he aprovechado para dar un empujón a la publicación de papers”, reconoce un profesor titular―, escribieron artículos y dedicaron media hora más a la divulgación (ponencias, preparación de seminarios o participación en sociedades científicas).
La brecha fue evidente en todos los planos en la UCM. Más hombres contaron con una habitación para trabajar aislados (73% frente a 68%) y ellas “priorizaron el uso de los equipamientos informáticos y las habitaciones por parte de otras personas convivientes”. No ayudó tampoco que el 8% de ellas viviesen solas con sus hijos, frente al 1,3% de ellos; también en el caso de convivencia con mayores dependientes (el 2,9% de ellas frente al 0,8% de ellos). El tamaño de las viviendas da idea también de la brecha salarial de género: el 65% de ellos se aisló en una casa de más de 100 metros, frente al 47% de mujeres.
Misma encuesta en tres universidades
Bustelo coordina el proyecto Supera de la Unión Europea, que aborda cuestiones de género en el mundo académico. En las universidades de Coimbra (Portugal) y Cagliari (Italia), socias de Supera, se compartió la encuesta con resultados parecidos. La de Coimbra remarca la gran penalización de las madres jóvenes “que han priorizado la docencia y las tareas administrativas a expensas de su actividad investigadora, lo que marcará su progresión académica”.
La ecóloga de la Universidad de Toronto Megan Frederickson concluyó, tras analizar la información de dos servidores de publicaciones, que en la primera ola de la pandemia las investigadoras enviaron menos trabajos a preimpresión: en el caso de ellas el número creció un 3,7% ―comparando el periodo del 15 de marzo al 15 de abril de 2020 con el de 2019― frente al 9,6% entre los varones. Este crecimiento no responde a una mayor producción individual sino a que se agrandó un 20% el porcentaje de autores y un 19% el de autoras. Una ayudante doctora en situación precaria se desespera: “Me siento satisfecha, pero porque sigo avanzando, aunque el coste de salud físico, mental y familiar es absolutamente inviable a medio plazo”.
Alessandra Minello, demógrafa de la Universidad de Florencia, que grabó su primera clase con su hijo de dos años tocando su trompeta de juguete, muestra su preocupación en otro artículo de Nature y la hace extensiva a todos los que tienen familia: “El trabajo académico ―en el cual la carrera se basa en el número y la calidad de las publicaciones científicas y la habilidad para lograr financiación para los proyectos de investigación― es básicamente incompatible con cuidar a los niños. Aguardo los datos de publicaciones científicas de los próximos dos años para ver si muestran si hay desventaja en el mundo académico para los que eran padres en 2020″.
En muchos territorios de Estados Unidos los escolares no han vuelto a clase hasta marzo de 2021 por lo que las consecuencias para sus padres teletrabajadores habrán sido más gravosas que en Europa, aunque en el continente solo Suecia y España han logrado mantener las aulas abiertas por no ser un foco de propagación del virus, para orgullo del Ministerio de Educación.
Poco protagonismo en las nuevas investigaciones
Noriko Amano-Patiño, de la Universidad de Cambridge, pone el foco en otro tema y lamenta en un artículo que muchos economistas hombres han dado el salto a investigar acerca de la covid mientras las mujeres no se animan a cambiar de área (o no pueden). Otro campo en el que ellos van con ventaja.
Una doctora contratada sin puesto fijo explica en la encuesta cómo se ha sentido: “En general he tenido graves problemas de concentración y una sensación importante de pérdida de sentido del trabajo. Lo único que he sostenido y me ha sostenido de forma muy importante ha sido el trabajo de clases y seguimiento de mis estudiantes para evitar que nadie se viese perjudicado”. Muchas académicas se han visto tristes y nerviosas en un porcentaje mucho mayor que los hombres. Por ejemplo, en la UCM, el 21% de los hombres se han visto desbordados frente al 37% de ellas. “Satisfecho de la investigación, porque el confinamiento deja lógicamente mucho tiempo para escribir”, dice un catedrático, que por su edad al llegar al puesto presumiblemente tendrá hijos mayores o no tendrá.
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