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Carreras al gusto del exigente mercado laboral

Las universidades ofrecen cada vez más grados interdisciplinares que dan respuesta a las demandas de la empresa y los retos del siglo XXI

Elisa Silió
Biblioteca en el Edificio de las Aguas de la Universidad Pompeu Fabra.
Biblioteca en el Edificio de las Aguas de la Universidad Pompeu Fabra.JUAN BARBOSA

En un mundo cada vez más interconectado, las empresas buscan a personas no solo formadas, sino que sepan trabajar en equipos interdisciplinares en los que se fusionen distintas áreas de conocimiento. Grupos en los que convivan antropólogos, filósofos, ingenieros y biólogos de mente abierta dispuestos a asumir retos. “Los objetos y las cosas de la vida tienen distintas dimensiones y, aunque se pueden mirar desde un solo punto de vista, lo bueno es hacerlo desde varios”, resume Cristina Gelpi, vicerrectora de Proyectos para la docencia de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona que, pionera, apuesta por estudios transversales desde hace una década. Un anhelo de universalidad que puede ejemplificar perfectamente una carrera como Estudios Globales, que se imparte en la Pompeu (en inglés) y en Salamanca: las desigualdades mundiales, la crisis de la democracia, el calentamiento global, el agotamiento de los recursos naturales, las crisis migratorias o los conflictos políticos existentes en diversas partes del mundo. En la primera, la nota de corte el curso pasado fue de 12,272; en la segunda, 9,212.

De hecho, al echar un vistazo a las notas de acceso del año pasado, que servirán de referencia a los alumnos que se enfrentan estos días y durante las próximas semanas a la selectividad, los primeros puestos están copados por dobles grados, dejando perfectamente claro el tirón de la multidisciplinaridad. Matemáticas y Física en la Complutense (con una nota de 13,775), Física y Matemáticas en Zaragoza (13,588), el grado bilingüe de Estudios Internacionales y Derecho en la Carlos III de Madrid (13,525), Lenguas Modernas y Traducción en Alcalá (13,436) y Física y Matemáticas en Valladolid (13,434) son algunos ejemplos en la parte más alta del ranking.

Las sabidurías en compartimentos estancos están a la baja, hasta el punto de que el Ministerio de Educación apuesta por lo interdisciplinar desde que los escolares son pequeños. “Está universalmente aceptado que el futuro educativo de las matemáticas y las ciencias pasa por su interrelación transversal con las artes y humanidades”, escribió recientemente Isabel Celaá en EL PAÍS. Los países anglosajones siguen esa senda en sus carreras y en España se abre camino tímidamente.

En la Universidad Pompeu Fabra aspiran a que, como en los países anglosajones, un alumno entre en primero y, con la ayuda de un tutor, diseñe todo su itinerario formativo hasta lograr el grado acorde a sus intereses y capacidades. Pero hoy la rígida estructura del sistema universitario español lo impide. Por lo menos, al igual que la Universidad Carlos III de la Madrid ―con la que está hermanada en muchos proyectos―, la Pompeu Fabra ha logrado ofrecer grados abiertos que permiten al estudiante durante los primeros dos cursos escoger materias de cualquier carrera de humanidades y ciencias sociales o dentro de las distintas ingenierías.

Con el Plan Bolonia (la reforma universitaria que armonizó los sistemas universitario de toda Europea) desapareció el catálogo hermético de diplomaturas y licenciaturas (el Gobierno establecía un número cerrado de carreras y sus características) y las universidades pasar a diseñar y crear, siguiendo unos criterios básicos comunes, los títulos de grado que les parecen bien. Esto ha dado lugar a un crecimiento “desproporcionado” de grados, a juicio del Observatori Universitari catalán: de 2.403 títulos en 2011 a 2.854 en 2018, un 19% más.

El peligro de abarcar mucho

Con esta ampliación han entrado en el catálogo estudios que se acercan más a lo que el sistema laboral reclama, pero que se alejan del propósito inicial de un grado: una supuesta base sólida de conocimiento para especializarse después en el siguiente escalón formativo, el máster. ¿Por abarcar mucho se puede no saber de nada? “Ese es el peligro. En la transversalidad ayuda mucho trabajar por proyectos docentes para que el resultado no sea una suma de piezas desconectadas, un aprendiz de nada. Hay que adquirir unas competencias comunes y unos fundamentos”, sostiene Gelpi.

“La palabra transversalidad está muy de moda pero hay que utilizarla bien. No todo es transversal, hay que preservar ciertos criterios para que lo sea”, agrega Patricia Martínez, decana de Filosofía y Letras de la Autónoma de Madrid. “Por ejemplo, en los dobles grados había propuestas que casi son estándar ―como el de Derecho y ADE (Administración y Empresas)― y luego nos hemos dado cuenta de que se pueden mezclar títulos de humanidades y ciencias sociales”, prosigue. En el catálogo de la UAM hay un título de Filosofía y Música y otro de Historia del Arte y Ciencias y Lenguas de la Antigüedad, pero ante todo sobresale el grado en Filosofía, Política y Economía que comparten las dos autónomas, la Pompeu y la Carlos III desde el curso 2013-2014. Apenas hay 60 plazas entre las cuatro universidades ―los alumnos rotan― y la demanda es altísima.

“Estos títulos son muy interesantes porque permiten una formación interdisciplinar y, al mismo tiempo, para el estudiante un doble grado es un valor añadido en el mercado laboral. Porque supone una capacidad de organización y aprendizaje grande”, se felicita la decana Martínez. “Las empresas ahora valoran no tanto a especialistas de una sola materia sino que tengan capacidad de adaptarse a situaciones inciertas y cambiantes en el mundo profesional. No sabemos qué perfiles se van a necesitar en cinco, diez años”. Aunque esta profesora lamenta que el sistema universitario español “no haya avanzado lo suficiente para ofrecer grados con un diálogo entre las ciencias experimentales y las humanidades”. La UAM dispone de un título compartido por las facultades de Ciencias y Filosofía y Letras, titulado Ciencias ambientales y Geografía y Ordenación del Territorio, que es “un primer pasito pero no suficiente”.

La Autónoma de Madrid no es la única institución que explora nuevas vías. La Universidad Rey Juan Carlos aúna, por ejemplo, en su grado Ciencias Experimentales cuatro disciplinas (física, química, biología y geología) además de “una preparación suficiente de matemáticas”. Mientras la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) se focaliza aún más y cuenta con un grado en Gestión de ciudades inteligentes y sostenibles para hacer frente a retos del siglo XXI como la contaminación, la seguridad, el tráfico, la recogida de residuos o los servicios. Por eso los alumnos estudian matemáticas, pero también políticas urbanas, demografía o informática. La UAB dispone también en su menú de un grado en Geografía, medio ambiente y planificación territorial, y la Universidad de Sevilla va un paso más allá e incluye las humanidades en su doble grado en Geografía y Gestión del Territorio e historia.

Hay casos, incluso, en los que son los universitarios los que llevan la delantera. “Esta carrera de Traducción y Derecho nació por una petición de los alumnos. Muchos estudiaban las dos, porque todas las instituciones europeas, internacionales o en la diplomacia está presente el derecho”, explica Mariam Recio, una de las dos coordinadoras de esta doble titulación de la Universidad de Salamanca. “Hemos hecho el encaje para que hagan las dos en seis años”. Recio explica que se los rifan “es una formación más completa, hacen de mediadores de bufetes de abogados, de grandes empresas, el sector inmobiliario en zonas muy turísticas...Se adapta a lo que se necesita”.

Nacen nuevos títulos pero casi ninguno de los viejos sin demanda se extingue. Juan Hernández Armenteros, experto en el sistema universitario español, lo lamenta: “Hay un despilfarro de recursos muy elevado”.

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Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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