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Aulas más complejas y profesores sobrecargados: un estudio indaga en el “alarmante” deterioro emocional en las escuelas

Los docentes señalan, según el informe de Educo y la Fundación SM, que las dos principales causas del deterioro del bienestar en los alumnos son la falta de tiempo de calidad con los padres y el uso excesivo de la tecnología

La profesora de geografía e historia Manuela Pérez Macedo da una clase en el colegio Santa Susana en Madrid.
Francesca Raffo

“Si me dieran cien mil trabajos volvería a ser maestra, pero sí que tenemos una carga muy grande y muchísimos frentes”, cuenta Manuela Pérez Macedo (Madrid, 54 años) desde una oficina del colegio Santa Susana, en Madrid. Trabaja como docente de historia y geografía desde que tiene 21 años, pero asegura que nunca se ha enfrentado a tantos retos: la alta cantidad de alumnos por aula, la complejidad de los estudiantes o la burocracia. Las consecuencias son varias, pero se pueden sintetizar en sobrecarga y ansiedad en el equipo docente. Su experiencia no es única, así lo afirma el último informe de Educo y la Fundación SM, Mejorando la protección y el bienestar en las escuelas, que concluye que tanto los profesores como los alumnos se enfrentan a un deterioro generalizado del bienestar emocional.

Son numerosos los datos de los últimos años que señalan el problema. Según el Barómetro de Opinión de la Infancia y la Adolescencia 2023-2024 de Unicef, cuatro de cada 10 jóvenes de entre 13 y 18 años cree haber tenido un problema de salud mental en el último año y la mitad no pide ayuda. Por el lado del profesorado, según el Educobarómetro del Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo (IDEA) de la Fundación SM, el 37% de los maestros experimenta agotamiento y 39% ansiedad o depresión. Ante esta realidad, Educo y la Fundación SM han publicado, este jueves, un informe que indaga, a través de un estudio cualitativo ―con grupos de discusión con profesores y alumnos, entrevistas y talleres lúdicos en Madrid, Cataluña, Valencia y Galicia―, en las causas del deterioro del bienestar en los colegios.

La elevada cantidad de alumnos por aula es uno de los factores que más perjudica la capacidad de actuar de los profesores. El informe indica que los educadores tienen cada vez menos tiempo para dedicarse a las necesidades de cada alumno y esto afecta el desarrollo académico y personal de cada uno. A esto se suma otra dificultad: los docentes aseguran que las aulas son cada vez más complejas.

Manuela Pérez Macedo, profesora de geografía e historia, en el colegio Santa Susana en Madrid.

Ariana Pérez, coordinadora de investigación de la Fundación SM, explica que esta complejidad se da por las necesidades individuales de cada alumno, como las especiales de aprendizaje, las situaciones que traen de casa o los problemas de salud mental. “Esto sucede en un marco de modelo educativo donde se demanda mayor personalización de aprendizajes y desarrollo de competencias”, resalta. Y agrega: “Interviene directamente en el bienestar del profesorado que está más sobrecargado con responsabilidades que van más allá de su labor pedagógica”.

Una maestra en Galicia, entrevistada para el informe, lo ejemplifica: “Veinticinco alumnos que vienen de casas diferentes, con medios distintos, con estimulación y motivaciones diferentes en una clase no es viable porque de esos hay cinco o seis con muchísimas necesidades”.

Alumnos vulnerables

El deterioro del bienestar de los alumnos es otro factor que preocupa a los profesores. Pérez Macedo cuenta: “Cada vez tenemos más alumnos rotos y vulnerables”. A eso se suma el tema del móvil y las redes sociales: ”Tienen muy poca concentración”, dice Pérez Macedo. Los docentes señalan, según el informe, que las dos principales causas que impactan en el bienestar en los alumnos son la falta de tiempo de calidad con los padres y el uso excesivo de la tecnología.

Los alumnos Mario Lozano (Madrid, 15 años) y Miguel Moreno (Madrid, 14 años), del mismo centro, tienen una posición marcada sobre la tecnología: “Es una gran idea, pero su uso no es del todo correcto”, dice Mario. En las clases que les parecen aburridas, admiten que sí que se distraen con los ordenadores; pero si el profesor les gusta, como el de matemáticas, afirman, “prácticamente no usamos el ordenador”, dice Miguel.

En el ámbito personal, Alba González del Toro (Madrid, 14 años) complementa a sus compañeros: “En la adolescencia es como que todo el mundo debe tener móvil y, a veces, te sientes presionada porque las amigas están con el móvil y porque debes tener ciertas redes sociales”.

Los especialistas coinciden en que el bienestar de ambos, tanto alumnos como profesores, es fundamental para un entorno educativo óptimo. Por ello, desde Educo y la Fundación SM concluyen que es necesario que las escuelas tengan profesionales especializados en salud mental y bienestar ―como psicólogos, psicoterapeutas, coordinadores de bienestar, orientadores― para que complementen la labor pedagógica del profesorado. Pero, sostienen, es indispensable que estas figuras estén bien implementadas y para ello son necesarios recursos.

La investigadora de la Fundación SM comenta: “Hay una escasez de esos profesionales especializados. Los profesores intentan cubrir esta complejidad, pero no es su función”. Se refiere especialmente a la labor de psicólogos. Los centros con alta complejidad solicitan estos perfiles debido a la saturación de los centros de salud. Pérez Macedo, también en el equipo directivo, lo vive a diario: cuando los estudiantes solicitan ayuda, los coordinadores de bienestar están desbordados y el orientador solo acude dos días, lo que obliga a los alumnos a recurrir a la seguridad social.

El informe resalta la figura del coordinador de bienestar, que está ya implementado en todas las comunidades (menos en Castilla y León, según Educo), y se encarga de prevenir la violencia en institutos. “Esta figura es importante para mejorar el bienestar de toda la comunidad y crear entornos seguros”, dice Mónica Viqueira Martínez, técnica de incidencia política de Educo. Pero la implementación ha sido irregular en las comunidades y enfrentan grandes retos de recursos, formación y tiempo.

En varias escuelas, además, los coordinadores no son conocidos por los alumnos, agrega Viqueira. Así lo comenta González del Toro: “No conocemos a una persona específica. Si tenemos algún problema, recurrimos a algún profesor al que le tengamos confianza o con el tutor. Si es un problema más difícil se traslada al equipo directivo”.

La alumna Alba González del Toro, en una clase del colegio Santa Susana en Madrid.

Papeleo y falta de reconocimiento

El documento menciona la dificultad que enfrentan los docentes por la desconexión entre la formación que reciben en las facultades o másteres y la realidad en las aulas. A esto se suma la carga burocrática, que les exige horas adicionales de trabajo. Pérez Macedo comparte: “Cuando tenemos que hacer un protocolo por acoso, me llevo más tiempo en documentación que en investigar y cuidar a la víctima”.

Otro gran problema que no solo los satura, sino que les afecta emocionalmente es la falta de reconocimiento hacia su labor; lo que genera desconfianza, así como pérdida de respeto y autoridad. El informe comparte lo que cuenta un docente de Madrid: “Que tú hagas algo y al final las familias te estén diciendo ‘por qué haces eso si no vale para nada’, te acaba hundiendo…”.

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Sobre la firma

Francesca Raffo
Peruana. Periodista. Escribe en la sección de Sociedad. Antes lo hizo en El Comercio (Lima), donde desarrolló parte de su trabajo en temas sociales, salud y educación. Actualmente cursa el máster de periodismo UAM - El País.
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