Los hutíes ‘secan’ el canal de Suez y desvelan a Egipto
La caída severa del tráfico de buques por los ataques desde Yemen lastra las cuentas públicas del país norteafricano
En la última década, Egipto solo ha sabido soñar en grande cuando ha tratado de concebir las posibilidades futuras de una de las principales arterias para el comercio mundial y uno de los pilares de su nada desdeñable economía rentista: el canal de Suez. En 2015, culminó en tiempo récord un macroproyecto para desdoblar un tramo del canal histórico, que conecta el mar Rojo con el Mediterráneo. Y en 2021 empezaron a trabajar a contrarreloj para extender ese segundo canal, que se puso a prueba con éxito por primera vez ya a finales de diciembre
El objetivo es siempre el mismo: acoger más buques, más grandes y en menos tiempo (para, claro está, recaudar más). Sin embargo, desde finales de 2023, el canal de Suez vive en un estado de parsimonia con el que El Cairo no contaba, ya que, en el extremo opuesto del mar Rojo, los rebeldes hutíes de Yemen también hace tiempo que entendieron su importancia para el mundo y optaron por sacarle partido haciendo lo contrario: perturbar el tráfico marítimo.
Desde noviembre de 2023, los hutíes han realizado unos 250 ataques contra buques en la zona, según la organización de recopilación de datos de conflicto ACLED. ¿El objetivo? Presionar al mundo para que empuje a Israel a detener su operación militar en Gaza. El impacto de sus acciones ha sido severo: si a mediados de diciembre de 2023 cruzaron de media 72 buques por el canal de Suez al día, con una carga de 4,4 millones de toneladas, el pasado mes de diciembre fueron 27 con un cuarto de la carga, según la plataforma Portwatch. El resto opta hoy por circunnavegar África.
En un encuentro con periodistas organizado a finales de 2024, el ministro de Exteriores de Egipto, Badr Abdelatty, reconoció que la caída de ingresos procedentes del canal de Suez es de alrededor del 60%. Y la presidencia del país ha declarado que en 2024 se dejaron de ganar unos 7.000 millones de dólares. El presidente de la Autoridad del Canal de Suez, Osama Rabie, también ha declarado que, hasta octubre, habían perdido más de 6.500 buques.
150 años de turbulenta historia
El actual no es ni mucho menos el primer revés al que se enfrenta el canal de Suez en sus más de 150 años de turbulenta historia. Una de las crisis que más atención acaparó, de hecho, ocurrió hace menos de cuatro años, cuando el megabuque Ever Given sufrió un accidente y se quedó encallado seis agónicos días en medio del canal, bloqueando el paso de cientos de barcos.
La que quizás sea aún la crisis más curiosa que ha visto el canal derivó sin embargo de otra guerra regional, la de 1967, cuando la ocupación israelí del Sinaí lo convirtió en una línea de cese del fuego natural y condujo a su cierre. La rapidez con la que sucedió todo, no obstante, dejó a 14 barcos y a parte de sus tripulaciones atrapados en un lago en medio del canal, donde permanecieron nada menos que ocho años, durante los cuales tuvieron hasta tiempo de acabar creando una asociación, y organizando juntos navidades y juegos olímpicos en tierra de nadie.
El problema ahora es que Egipto atraviesa una profunda crisis económica. Y en este contexto, cada dólar cuenta. Hasta mediados de 2024, al cierre de su año fiscal, el país registró un déficit por cuenta corriente de más de 20.000 millones de dólares, debido en gran parte a la caída de ingresos del canal de Suez y al ancho déficit de su balanza comercial con el resto del mundo. Y para tapar este agujero El Cairo está recurriendo a medidas polémicas, como vender grandes extensiones de territorio y seguir endeudándose.
Con todo, las autoridades egipcias están convencidas de que las crisis en el canal de Suez son siempre transitorias, porque no existe ruta navegable que pueda competir con él en el camino entre Asia y Europa. Y su manera de demostrar esta confianza sigue el patrón con el que ya han acostumbrado al mundo: en marzo, anunciaron que están estudiando otra ampliación del canal que se sumaría a la de 2021 y que busca prepararse para que —cuando termine su estado actual de baja actividad— el canal pueda acoger todavía más buques, más grandes y en menos tiempo.
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