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Qué ha sido de GameStop, la empresa que hizo temblar a Wall Street

La compañía de videojuegos con la que nació el fenómeno de las acciones meme se aprieta el cinturón mientras dos películas cuentan cómo la unión de los pequeños inversores dobló la mano de los grandes fondos especulativos

Gamestop
Una tienda de GameStop en Manhattan (Nueva York), en una imagen de 2021.ANDREW KELLY (REUTERS)
Miguel Jiménez

El análisis de los inversores bajistas parecía impecable. GameStop es una empresa dedicada a vender videojuegos en sus tiendas en una época de comercio online y descargas directas por internet. Apostar contra ella era una operación de libro, más aún en plena pandemia. Lo que no esperaban los grandes fondos de inversión especulativos es que una movilización emocional de pequeños inversores doblase el brazo de su racionalidad. Con el célebre Keith Gill (Roaring Kitty o Gatito Rugiente en algunas de sus redes) como líder; Reddit, como red social; Robinhood, como plataforma de negociación, y Elon Musk, como agitador espontáneo, las compras de acciones de los particulares hicieron que la cotización de GameStop se disparase en enero de 2021 hasta niveles absurdos. Y que a partir de ahí, subiese mucho más. Un documental (Apes together strong) y un largometraje de ficción recuerdan ahora aquel movimiento, con un enfoque algo idealizado. Golpe a Wall Street (Dumb Money, en su versión original) se estrena este viernes en España. Lo que la película no cuenta es cómo le va a GameStop dos años y medio después. La respuesta corta: mal. La larga: no tan mal.

La tesis de los inversores bajistas era que GameStop estaba llamado a ser el próximo Blockbuster, la omnipresente empresa de alquiler de películas en vídeo, DVD y Blu-ray que naufragó sin remedio con la televisión en streaming. Eso no ha ocurrido. Las ventas de GameStop fueron de 5.927 millones de dólares (unos 5.650 millones de euros al tipo de cambio actual) en el ejercicio cerrado el pasado 28 de enero, un descenso de solo el 1,4%. GameStop vale en Bolsa más de 4.400 millones de dólares. La apuesta por su colapso fue precipitada y había argumentos para defender que estaba infravalorada en 2021, cuando se desató la fiebre de los pequeños inversores y nació el fenómeno de las acciones meme, impulsadas desde las redes sociales.

Las compras de los particulares estrangularon a los cortos, es decir, provocaron pérdidas multimillonarias a los fondos que habían apostado por su desplome. Estos se vieron obligados a cerrar posiciones para limitar las pérdidas, comprando ellos mismos más acciones y retroalimentando el fenómeno. Tras un tuit de Elon Musk con un enlace al hilo de Reddit sobre la empresa, la cotización llegó a marcar un máximo intradía de 483 dólares por título el 28 de enero de 2021, el equivalente a 121 dólares tras el desdoblamiento (split) de cada título en cuatro que acometió en julio del año pasado.

La espiral alcista se paró a corto plazo con algunas maniobras más que dudosas, pero el mercado ha ido dictando luego sentencia día a día. Esta misma semana, la acción ha marcado su mínimo desde febrero de 2021. El desplome desde máximos es de casi el 90%, pero las acciones aún valen más del triple que cuando comenzó la fiebre especulativa en las redes sociales.

GameStop ha resistido mejor de lo que apuntaban los peores presagios, pero aún lucha por su futuro. Lo refleja bien el primer mensaje que ha dirigido a los empleados Ryan Cohen, un inversor activista de 38 años que apostó por la compañía en 2020 y exigió cambios de estrategia. Cohen se hizo multimillonario en 2017 al vender Chewy, la empresa de venta por internet de comida y otros productos para mascotas, a PetSmart. Luego aumentó su fortuna invirtiendo en Apple y en 2020 adquirió más del 10% de GameStop. Tres años después, ha decidido ponerse él mismo al frente de la gestión de la compañía, que anunció su nombramiento como primer ejecutivo la semana pasada.

“No es sostenible que GameStop opere con pérdidas. La misión es operar de forma hipereficiente y rentable”, escribió a los empleados tras su designación. “Nuestra estructura de gastos debe permitirnos soportar cualquier escenario adverso. Tanto si se trata de una economía adversa como de una desaceleración de los ingresos por la contracción del software, debemos ser rentables. Nuestro trabajo es asegurarnos de que GameStop esté aquí durante décadas. Se requiere una frugalidad extrema. Todos los gastos de la empresa deben analizarse con lupa y debe eliminarse todo despilfarro. La empresa no acepta despilfarradores. Espero que todo el mundo trate el dinero de la empresa como si fuera suyo y predique con el ejemplo”, añadió.

“Frugalidad extrema”. Apretarse el cinturón. Ese es el mensaje ante una compañía que no encuentra el camino de vuelta a la rentabilidad. En el ejercicio 2018, la firma con sede en Grapevine (Texas) tuvo números rojos de 673 millones de dólares; en 2019 perdió 471 millones; en 2020, 215 millones; en 2021, otros 381 millones y en 2022, 313 millones más. Más de 2.000 millones en cinco años, según las cuentas registradas en la Comisión de Valores y Bolsa de Estados Unidos (la SEC). El cierre de tiendas y el recorte de gastos han permitido reducir a 53 millones las pérdidas en la primera mitad de ejercicio, pero también ha pasado factura a las ventas, que caen un 4,5%. La compañía ha tenido en los últimos dos años un trimestre aislado de beneficios, que desató la euforia, pero era un espejismo.

En estos dos años, GameStop ha ido cambiando de estrategia. La entrada de Ryan Cohen parecía una apuesta por el comercio electrónico, pero tuvo problemas logísticos agravados con los atascos en la cadena de suministros y tuvo un trimestre navideño desastroso para cerrar el ejercicio 2021. Tras ese fiasco, la cadena ha vuelto a poner en el centro de su negocio a las cerca de 4.400 tiendas que aún tiene abiertas, de ellas casi 3.000 en Estados Unidos. No solo las usa como base de empaquetado y recogida de las ventas por internet, sino que ha diversificado los productos para vender televisiones, armas de juguete de la marca Nerf, sillas de jugador de videojuegos y otros complementos y coleccionables. La empresa ha hecho una incursión en el mundo de las criptomonedas y en la venta de activos digitales no fungibles (NFT), pero llegó a ese mercado justo cuando se desinflaba y tampoco ha cumplido las expectativas.

Lo único en lo que sí ha cumplido GameStop es en el ahorro de costes, incluido reducir progresivamente la plantilla a menos de la mitad de los 23.000 empleados que tenía en 2017. La austeridad sigue siendo la receta, pero no se atisba una estrategia clara que permita compensar la imparable caída en la venta de videojuegos y la competencia del comercio electrónico.

Pero que GameStop siga ahí y dé la batalla por tener un futuro ya es más de lo que muchos esperaban hace tres años. Otras acciones meme que vivieron movimientos especulativos como Bed, Bath & Beyond o AMC han sucumbido a la bancarrota y arruinado a sus accionistas. En GameStop la partida aún no ha terminado.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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