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Cambio climático
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El liderazgo de las empresas de mañana

El negacionismo todavía existe y polariza, pero no domina el debate sobre la emergencia climática

NEGOCIOS 04/09/22
Tomas Ondarra Galarza

Si bien cada periodo de tiempo está marcado por las circunstancias de su entorno, en las últimas dos décadas asistimos a una precipitación de acontecimientos que repercuten en la actividad de las empresas y que pueden determinar su viabilidad en un futuro no tan lejano.

La aceleración del cambio climático (con sus manifestaciones en la ola de incendios, altas temperaturas, sequías o lluvias torrenciales), el impacto sobre la biodiversidad y la pandemia de la covid-19 son elementos disruptivos que alteran el entorno en el que operan las empresas con consecuencias que pueden ser permanentes. Las secuelas no superadas de la Gran Recesión de 2008 y las múltiples formas que adopta la desigualdad (sea de rentas y/o de distribución de riqueza) conforman un escenario complejo e incierto en el que las empresas deben decidir cómo orientar sus modelos de negocio y construir una relación más inclusiva con los grupos de interés. Además, la guerra de Ucrania ha hecho emerger debates de fondo que hasta ahora no se habían abordado explícitamente como la dependencia energética, el mix de energías fósiles y renovables que consumimos y, llegado el caso, cómo racionarlas y distribuir las consecuencias de hacerlo. También sobre la tendencia a la desglobalización y el freno a la deslocalización de empresas, sobre la producción de bienes considerados estratégicos y otras cuestiones a las que nuestras sociedades parecían inmunes, como el aumento vertiginoso del precio de los alimentos.

Desde la aprobación de la Agenda 2030 por las Naciones Unidas en 2015 podemos subrayar dos cambios relevantes: en primer lugar, el consenso sobre el punto de inflexión y de no retorno en el que se encuentra el planeta, y la urgencia de actuar. El negacionismo todavía existe y polariza, pero no domina el debate sobre la emergencia climática. El conocimiento científico ha ampliado su resonancia y se ha integrado con cierto éxito en la toma de decisiones de actores públicos y privados también con perspectiva social, especialmente, a raíz de la covid-19. La narrativa sobre la sostenibilidad se ha abierto paso y cada vez son más las empresas que asumen postulados comprometidos pese a encontrarse en un estado de madurez embrionario, algunas por tener modelos de negocios contrapuestos a la sostenibilidad o, en otros casos, por esperar a que sean otras quienes asuman los principales riesgos de liderar el cambio y aprovechar más tarde los vientos de cola. Se parte del convencimiento para el cambio, pero falta velocidad y profundidad en la planificación e implementación de acciones tangibles.

El auge de los criterios ESG/ASG para relacionar los riesgos ambientales, sociales y de gobernanza con los financieros es buen ejemplo del impulso a la sostenibilidad, en este caso, desde la influencia de los inversores y los consejos de administración. La regulación pública será otra derivada que reforzará la tendencia en Europa, a medida que se desarrollen los pilares del pacto de crecimiento verde, la taxonomía verde y social, las normas de transparencia para la información no financiera de las empresas o con la protección de los derechos humanos en las cadenas de suministro globales. La próxima cumbre COP-27 en Egipto fijará el nivel de ambición de los países para alinear sus políticas con el Acuerdo de París y la ambición de las estrategias de descarbonización a 2050 que afectan a todo el tejido productivo y ante las cuales las empresas determinan sus propios objetivos. Será interesante seguir el cumplimiento de los acuerdos de financiación con los países más vulnerables y la perspectiva del Sur Global para reflexionar sobre la actuación de las empresas en terceros países, a menudo con regulaciones más laxas, pero con claros desafíos en materia de sostenibilidad. Por ello, desde el ámbito público y privado será crítico acertar y saber explicar el contenido de las decisiones que adopten los Estados europeos en las próximas semanas a propósito de la energía como consecuencia de la guerra en Ucrania, la duración de las medidas, los posibles instrumentos de compensación y la posición de las patronales empresariales.

El segundo cambio importante es la constatación de tener que realizar una comprensión integrada de los hechos para entender las conexiones entre distintos ámbitos (escasez de materias primas, riesgos financieros, patrones de consumo, clima, reivindicaciones laborales, etcétera) que permitan pasar de planes de actuación segmentados y cortoplacistas a la elaboración de estrategias de largo recorrido y a la aparición de liderazgos que trasciendan la acción presente y garanticen un desarrollo realmente sostenible. Un liderazgo responsable que a partir de la corresponsabilidad en la búsqueda de soluciones globales incorpore una visión sistémica más allá del pensamiento lineal que ha conducido al momento presente. ¿Seremos capaces de reorientar nuestros modelos socio­económicos?, ¿lo lograremos a tiempo?, ¿cuál es el coste de la transformación?, ¿qué actores deben abanderarlo? Y, sobre todo, ¿cuál es el coste de no actuar o de hacerlo demasiado tarde?, ¿sobre quiénes recaerán en mayor medida las consecuencias? La pandemia ha despertado la conciencia (y los análisis de riesgos) sobre la vulnerabilidad individual y colectiva a todos estos cambios. El potencial de contribución y la agilidad del sector privado para aprovechar la ventana de oportunidad y apalancar los recursos públicos disponibles puede generar un impacto real y perceptible en el tejido productivo y, por tanto, sobre la sostenibilidad y la Agenda 2030.

El V Informe del Observatorio de los ODS, La contribución de las empresas españolas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, de Esade y Fundación La Caixa, pone el acento en las tensiones de la transición hacia la sostenibilidad, es decir, en la traslación a la práctica de estos postulados y en cómo las empresas responden a estos desequilibrios o tienen la capacidad de anticiparlos. La evolución al alza en la publicación de información no financiera de las empresas, presentada por el 86% de las cotizadas con sede en España, sumada a la mejora progresiva en la calidad de los datos y la incorporación de la sostenibilidad en los órganos de gobierno son evidencias positivas para que pueda producirse un verdadero cambio. Sin embargo, y ante la magnitud de los retos, el éxito únicamente será completo si existe altura de miras en el diálogo social, en la interlocución público-privada y en los consensos para priorizar las actuaciones que llevar a cabo y abordar conjuntamente las contrapartidas de las decisiones futuras.

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