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El ocaso de los ‘lobbies’ negacionistas del cambio climático

Shell, Total y BP abandonan la asociación de refino en EE UU por diferencias con la postura sobre el calentamiento global

Refinería en Carson, California.
Refinería en Carson, California.DAVID MCNEW (AFP via Getty Images)

Shell, Total y BP tendrán en 2020 una cuota menos que pagar. Las tres petroleras se dieron de baja recientemente de la American Fuel & Petrochemical Manufacturers (AFPM), la principal asociación estadounidense de refinadoras, por desacuerdos con la política de ese lobby sobre el cambio climático. Según los comunicados de las petroleras, el Acuerdo de París y, de manera específica, las políticas que ponen precio a las emisiones figuraban entre las diferencias insalvables. Al lobbie no le gustan ni el Acuerdo ni lo de encarecer el carbono. A las petroleras, según dicen, sí.

Ante la presión creciente de inversores y consumidores, los lobbies más conocidos por su resistencia a políticas contra el cambio climático están perdiendo apoyo. La AFPM es uno de los más evidentes, porque se opone a los subsidios para vehículos eléctricos y pone anuncios en redes sociales contra las regulaciones para reducir emisiones, pero la asociación American Petroleum Institute (API) y la intersectorial US Chamber of Commerce (USCC) son al menos igual de beligerantes.

Según un informe de la ONG británica InfluenceMap, las presiones que estas y otras asociaciones ejercieron sobre la Casa Blanca fueron determinantes en el programa desregulador de Donald Trump que, de acuerdo con un cálculo de la NY School of Law, representará 200 millones de toneladas extra de CO2 al año.

Aunque todavía siga formando parte de ellos, BP tampoco renovará su participación en los lobbies Western States Petroleum Association y Western Energy Alliance. En Total y en Shell han hecho públicas sus desavenencias con asociaciones como la API y se han comprometido a abandonarlas si esas diferencias persisten o se agravan. “Lo evaluaremos cada año”, explica por correo electrónico Stephanie Dezaunay, una portavoz de Total. “Un enfoque pragmático es la mejor manera de asegurar que mediante nuestra participación en asociaciones sectoriales hacemos avanzar nuestras propias posiciones”, añade.

El movimiento de darse de baja de los lobbies más reacios a las políticas de reducción de emisiones no es nuevo. En el año 2000, General Motors abandonó por ese motivo la estadounidense Global Climate Coalition. En 2009 fueron Nike y Apple las que dejaron la USCC, seguidas por Costco, eBay, Hewlett-Packard, Ke­llogg’s, Kraft Heinz, Mattel, Nestlé, Starbucks y Unilever, entre otras.

Con la excepción de Unilever, que citando las mismas diferencias salió en 2015 de la patronal europea BusinessEurope, el fenómeno es por ahora más estadounidense que europeo. Edward Collins, autor del informe de InfluenceMap sobre los lobbies europeos, cree que puede deberse a que la postura de las asociaciones empresariales de EE UU es más abiertamente negativa y agresiva: “Es posible que las empresas hayan empezado por esos lobbies porque era lo más fácil, son los que más preocupados tienen a los inversores”. Eso no significa, aclara Collins, que los lobbies europeos estén haciendo bien las cosas con relación a la política climática sino que disimulan mejor sus intenciones. En el informe de Collins, la asociación europea de la industria del automóvil (ACEA) y BusinessEurope son las que peor calificación obtienen por su resistencia a políticas que reducirían las emisiones de CO2. Elaborado según la guía de la ONU para el compromiso de las empresas con el clima, el ranking de InfluenceMap deja mejor parada a FuelsEurope, con la cuarta posición.

¿¿Cómo es posible que los productores de hidrocarburos parezcan más interesados en reducir el CO2 que BusinessEurope, donde también hay empresas sin intereses en los combustibles fósiles? Según Collins, el motivo es el mismo por el que en EE UU la USCC se ha convertido en una de las resistencias más firmes a la reconversión energética: las productoras de hidrocarburos, de cemento y de químicos prefieren concentrar sus acciones en la patronal antes que en su propia asociación sectorial porque de esa manera es más difícil vincular sus marcas con las presiones para retrasar políticas por el clima.

Corporativismo

El otro motivo es el poder de negociación. “Cuando una intersectorial se sienta a la mesa con un legislador o con un regulador lo hace en nombre de toda la industria y eso hace que sea mucho más eficaz para lograr que el mensaje se escuche, por eso son tan valiosas para la industria de los hidrocarburos”, explica Collins.

Hasta ahora, el corporativismo ha permitido que un sector use a toda la patronal para defender sus intereses sin que el resto de industrias haga nada por evitarlo. De esa forma, todos los sectores se aseguran de que podrán disponer de ese lobby cuando sean sus intereses los que están en juego. Pero como demuestra el éxodo que está sufriendo la Cámara de Comercio de EE UU, esa tolerancia podría estar llegando a su fin. Las posturas de ACEA (la única asociación con peor nota que la intersectorial en el ranking de InfluenceMap) se distinguen por ser más radicales que las de sus empresas miembro. Collins también lo atribuye a que las automotrices protegen a sus marcas y dejan a la asociación el trabajo sucio de retrasar las regulaciones por el clima.

Según Pedro Fresco Torralba, autor del libro El futuro de la energía en 100 preguntas, la resistencia de las empresas de coches “es lógica desde su punto de vista”. “Los fabricantes europeos son líderes en diésel, las marcas europeas están muy establecidas en EE UU, y si cambias ese mercado a otro tipo de coche estás perdiendo tu posición y exponiéndote a que entren competidores como Tesla, que venía de fabricar baterías”, explica. El cambio de paradigma, según Fresco Torralba, multiplica la competencia porque permite la entrada de empresas cuya primera especialización no es la automoción y porque abre la posibilidad de importar de China, donde llevan “mucho adelanto con los coches eléctricos low cost”.

Pero también hay organizaciones que hacen lobby en favor del clima. Apple, Vestas, Microsoft y Schneider Electric son algunas de las multinacionales detrás de Advanced Energy Economy, una asociación empresarial estadounidense que aboga por la implementación de energías renovables. En Europa, la asociación de eléctricas Eurelectric es la que lidera el grupo de acciones positivas dentro del ranking de InfluenceMap, con la española Iberdrola como alumno aventajado.

En Iberdrola dicen que desde 2001 llevan invertidos 25.000 millones de euros en redes inteligentes, sistemas de almacenamiento y energías renovables de España. También, que el 86% de lo que producen en el país no tiene emisiones de CO2 (si bien en ese 86% hay energía nuclear, además de renovables). Según su responsable de cambio climático, Gonzalo Sáenz de Miera, Iberdrola saca tan buenas notas en el ranking de InfluenceMap porque apostaron pronto por las renovables y eso se convirtió en una ventaja competitiva que les abrió oportunidades en EE UU, el Reino Unido y Alemania, entre otros mercados.

Dentro de Eurelectric, Iberdrola dice haberse convertido en una impulsora de posturas proclima, que en palabras de Sáez de Miera “generan oportunidades industriales, mejoran la competitividad y la salud de la gente”. El argumento que emplean para convencer al resto de eléctricas es el financiero: “Hemos demostrado cómo aumentaba el valor de Iberdrola apostando por lo verde, hemos hecho ver que el crecimiento verde es compatible con rentabilidad”.


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