Maura Nava, cantante: “La música llega al alma; es una gran farmacia espiritual”
La artista participa en el proyecto AmplificARTE, de la Fundación Princesa de Girona, que emplea la música como herramienta para trabajar la salud emocional y mental desde las aulas
Cuidar del bienestar emocional constituye un factor de vital importancia para el desarrollo personal, formativo y profesional de las personas. Algo que, a juzgar por los datos del Barómetro Juventud, Salud y Bienestar 2023 del Centro Reina Sofía de Fad Juventud, es especialmente crítico en el caso de los más jóvenes: no en vano, un 59 % de los menores entre 12 y 18 años manifiesta haber sufrido algún problema de salud mental (no sentirse a gusto, apatía, tristeza e incluso pensamientos suicidas) en los últimos 12 meses. ¿Cuidamos, sin embargo, como debemos de esa parte de nuestra salud? Para abordar este aspecto desde los centros educativos surgió, en 2023, el proyecto AmplificARTE, que pretende usar el poder de la música como una herramienta didáctica transversal para trabajar y fomentar una buena gestión emocional.
Producto de la colaboración innovadora entre los jóvenes del programa Generación Docentes, de la Fundación Princesa de Girona, y el sello discográfico Art House Academy del maestro Julio Reyes Copello (ganador de 16 premios Grammy), el proyecto aborda los múltiples conflictos que surgen de una mala gestión emocional y un cuidado escaso de la salud mental, además de promover la cultura musical en los centros educativos. “La música es como el lenguaje del alma y de las emociones. Cuando eres joven, es fácil sentirse incomprendido, como que no puedes compartir una parte importante de tu vida; y, sin embargo, encontrarte en una canción”, explica la cantante mexicana Maura Nava. Ella es una de las artistas que participan en esta iniciativa, que cerró el curso el pasado lunes 6 de mayo con el concierto Emocionarte en el Teatro Real de Madrid, y que contó con la asistencia de la reina Letizia.
“La música se salta los mecanismos de protección que tenemos (en especial de los jóvenes); te habla directo al corazón y te hace contactar con esas emociones. Y es que la gente, sea cual sea su edad, vive tratando de evadirlas... Y esa es la raíz de cualquier problema emocional o trastorno mental. Pero la música tiene la capacidad de llegar hasta ahí”, añade Maura. La suya es una historia de superación y resiliencia: esta cantante lírica de voz prodigiosa padecía un bloqueo auriculoventricular completo desde que nació, y con solo 24 años (hoy tiene 26) tuvo que someterse a una cirugía cardíaca sin anestesia (porque su corazón no podía con ella) que literalmente superó cantando durante la intervención. Hoy se confiesa feliz llevando la música a los centros educativos, y su canción A la mitad forma parte de la banda sonora de Zorro, la nueva serie de Amazon Video.
Bienestar emocional a través de la música
Además de Maura Nava, muchos son los jóvenes artistas que participan brindando sus canciones a una iniciativa que cuenta con su propio himno extraoficial (Esperanza, de Teo Bok): la venezolana Joaquina, Grammy latino 2023 a la Mejor Nueva Artista; el italiana Teo Bok o la colombiana Jules (intérprete de No puede ser), además de otros cantantes emergentes del programa Generación Arte, que nace a su vez con el propósito de promover la educación emocional a través de la música. Ahora bien, ¿de qué manera?
El proyecto, recomendado para los niveles de Secundaria, Bachillerato e incluso universidad, es accesible gratuitamente para cualquier docente o centro que quiera introducirlo en sus aulas, y se desarrolla a través de una serie de canciones compuestas por los artistas y disponibles en la plataforma. Gracias a la guía y recursos didácticos que las acompañan, los profesores pueden analizar las canciones desde distintos puntos de vista y enseñar a los alumnos a trabajar la conciencia, identificar y gestionar sus emociones adecuadamente, adquirir una serie de valores y habilidades y, cómo no, algo de cultura musical, a través de cuatro bloques diferenciados.
“Imagina que cada canción es como el capítulo de un libro, o diferentes estaciones de aprendizaje. El primer bloque es el de Descubre con el artista. Allí entramos en su biografía, quién es, el género musical que suele cantar, e incluso aprovechamos para trabajar la geografía. Por ejemplo, si el artista es de Milán, proponemos al profesor una serie de actividades para trabajar el Duomo”, explica Sandra Camós, directora de proyectos educativos de la Fundación Princesa de Girona. “Luego hacemos zoom a la canción y les proponemos a los alumnos que la escuchen, primero, con los ojos cerrados: ¿qué siente el protagonista de la canción? ¿Por qué lo siente? Y ahí ya trabajamos la alfabetización emocional”.
Después, cuenta, vuelven a escucharla y la observan por medio de otra serie de actividades más introspectivas, que enseñan a los jóvenes a identificar esas emociones, darse cuenta de si se identifican con ellas y saber cómo actuar si las experimentan: un collage, un cover de la canción con una estrofa diferente... “Al final es un viaje a través de la canción para entrenar nuestra mirada hacia lo que nos pasa, por qué nos pasa y qué podemos hacer con eso que nos está pasando, dándoles herramientas a los jóvenes”, añade. Un ejemplo: la canción Rabia, de Joaquina, sirve como pretexto para hablar de cómo gestionar el enojo de una forma saludable. “Y todo esto no te lo está diciendo un maestro en plan, “abre el libro de texto, vamos a leer sobre cómo manejar el enojo: bye, así ya perdiste al adolescente. Pero si es a través de una canción, ah bueno, ok... Y tal vez no le digo a nadie que me gustó, pero luego me voy a casa y la escucho y me quedo con el mensaje”, reflexiona Maura.
Música y Aprendizaje Servicio
Desde su presentación, en febrero de 2023, AmplificARTE ha llegado a más de 40.000 alumnos repartidos en un centenar de centros educativos. Uno de ellos es el colegio Santísima Trinidad-Trinitarios, de Córdoba, donde una profesora de francés, Marta Ruiz, introdujo el programa y lo convirtió en todo un proyecto transversal de Aprendizaje Servicio en el que involucró a docentes de otras áreas, combinando la adquisición de competencias con intervenciones sociales de impacto real en su comunidad. “Todo surgió de una manera natural, porque en mi tutoría había una chica a la que detectaron un linfoma. Los niños, de primero de la ESO, no tenían ni idea de qué era; incluso me preguntaron si “se pegaba”. Ellos no sabían lo que iba a pasar con su compañera, pero sentían la necesidad de acompañarla. Así que empezamos a trabajar y así hemos estado cinco o seis años”, cuenta la docente por videoconferencia.
Aquella preocupación y sentimiento de empatía se tradujeron en un proyecto educativo que, como explica Ruiz, ha hecho que sus estudiantes vean el propósito de su aprendizaje y que este sea más significativo. “En Educación Física, hablamos de hábitos de vida saludables; con el profesor de Biología, estudiaron la enfermedad e hicimos campañas de donación de sangre; en Lengua Española, trabajamos las habilidades de comunicación que luego usaban para enfrentarse a la radio, a la prensa... Ha sido una pasada”, sostiene Ruiz, que describe también cómo otra de las canciones les sirvió para tratar el tema del acoso escolar, y plantearse qué podían hacer al respecto.
Aquello, recuerda, sirvió a sus alumnos de Secundaria para crear en su escuela el rincón de Cuenta lo que ves. “Se formaron en el departamento de Orientación y, una vez a la semana, salían a los recreos de Primaria, donde los niños que no se atrevían a contarle a otra persona algo por lo que estaban pasando, sí se animaban a contárselo a ellos. Y si detectábamos algo que teníamos que contar, se lo comunicábamos al tutor o al departamento de Orientación”.
La iniciativa de la Fundación Princesa de Girona, cuenta Ruiz, le ha servido para aproximarse “a un montón de chiquillos que lo estaban pasando mal”. Y es que en su centro hay ocho protocolos de suicidio abiertos, pero también casos de acoso, niños con dificultades para relacionarse socialmente, problemas en padres separados, menores en casas de acogida... “Este proyecto me dio la oportunidad de acercarme a ellos de otra forma, con un lenguaje que entiendan y acepten. Así que me reuní con el departamento de orientación y jefatura de estudios, e hicimos una lista de alumnos de primero a cuarto de la ESO con necesidades especiales”. Y empezaron a reunirse los miércoles después de clase, a escuchar canciones y a presentar a los artistas (que ya habían dado un concierto en el cole). “Y ahí, de una forma casi mágica, chicos que no habían hablado nunca empezaron a expresar lo que les suscitaba una canción, cómo se sentían...”.
Ruiz, para qué ocultarlo, está enamorada del Aprendizaje Servicio, y motivos precisamente no le faltan. Gracias a una canción de Teo Bok (entre otras) consiguió establecer un vínculo de confianza con Lucía (nombre ficticio), una alumna con protocolo de suicidio abierto. “Ella se había intentado suicidar, se autolesionaba, tenía problemas de acoso en clase... Y mira, este año se ha cerrado el protocolo y ahora ella es como mi alumna compinche, la que me ayuda a acercarme a los nuevos protocolos de suicidio que se abren, y poder hablarles en su propio lenguaje”.
Conciertos en los centros educativos
“A nosotros nos gusta decir que somos activistas del bienestar emocional, porque trabajar en bienestar emocional es la mejor herramienta de prevención que tenemos de cara a tener una buena salud mental en nuestra sociedad”, esgrime Camós. Un esfuerzo en el que la iniciativa de la fundación ha encontrado una pareja de baile muy especial, el hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, impulsor junto a la Zurich Foundation del programa Henka, con el que forman a profesores de la ESO para que ellos a su vez trabajen el bienestar emocional en sus aulas y con las familias de los niños.
Una parte importante del impacto que AmplificARTE tiene en los jóvenes se debe a los conciertos en vivo que, durante los dos últimos cursos, han venido celebrando en ese centenar de centros escolares repartidos por toda España. Conciertos educativos, por otra parte, guionizados en los que los artistas no solo cantan sus canciones, sino que comparten también un testimonio de resiliencia y que sirven para trabajar algún objetivo de aprendizaje. Siempre, como recuerda Maura, con el propósito de que los jóvenes aprendan a gestionar sus emociones: “A mí, la música me salvó en el momento más difícil de mi existencia, cuando me dijeron que me tenían que operar y que iba a ser sin anestesia. Y yo me agarré a las canciones que más me habían tocado el alma de adolescente; ni siquiera de adulta... Yo creo que, para muchas personas, la música es algo que llega al alma; es una gran farmacia espiritual”.
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