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Adrián Todolí: “Sin controles, acabaremos subordinados a la inteligencia artificial”

El experto en derecho laboral alerta en su último libro de los peligros que entraña la falta de regulación sobre los algoritmos y del potencial deterioro de la negociación colectiva

Adrián Todolí, profesor de Derecho Laboral de la Universidad de Valencia, posa en Madrid.
Adrián Todolí, profesor de Derecho Laboral de la Universidad de Valencia, posa en Madrid.Andrea Comas
Gorka R. Pérez

El ecosistema laboral se enfrenta periódicamente a momentos de reconversión que, por mor del avance tecnológico, ponen en jaque el poder de negociación de los trabajadores. La inteligencia artificial asoma hoy como una de las mayores palancas de cambio desde la Primera Revolución Industrial, con un potencial transformador similar al de aquellas fábricas primigenias. Adrián Todolí (Valencia, 38 años), profesor de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de Valencia, lleva años estudiando la relación entre los seres humanos y los algoritmos, y alertando de los peligros del libre albedrío digital. En su último libro, Algoritmos productivos y extractivos: cómo regular la digitalización para mejorar el empleo e incentivar la innovación (Aranzadi), ofrece una visión académica, jurídica y económica de un nuevo mundo que —como detalla— ya ha llegado.

Pregunta. ¿El trabajador debe temer a la inteligencia artificial?

Respuesta. Cuando se juntan la inteligencia artificial y el mundo del trabajo se habla mucho de la posibilidad de que haya un gran desplazamiento de trabajadores. Es decir, muchos despidos. Y creo que en ese ámbito no deberíamos tener tanto temor. Los últimos informes de la OIT, la OCDE, incluso de expertos como David H. Autor, hablan de que solo el 10% de los empleos pueden estar en riesgo. Pero sí que es cierto que la mayoría se van a ver transformados.

P. En su libro advierte del peligro de tener como jefe a un algoritmo.

R. Hay un riesgo potencial para la situación de los trabajadores si el que toma decisiones acerca de, por ejemplo, a quién se contrata y a quién no en una empresa, de cuántas horas debe ser la jornada diaria o incluso de cuál debería ser el sueldo a cobrar. Si no se ponen controles, es posible que acabemos siendo subordinados de la inteligencia artificial, ya que acabarán suplantando a los actuales mandos intermedios, que son quienes se encargan de este tipo de tareas.

P. También dice que el verdadero riesgo de los algoritmos es “que te quiten tu salario”.

R. Sí, pero es un riesgo menor respecto a la posibilidad de que la inteligencia artificial acabe provocando una disminución del poder de negociación de los trabajadores. Porque el algoritmo, a través de la recopilación masiva de datos, puede acabar conociéndote mejor que tú mismo y así evitar la contratación de trabajadores con espíritu sindical. De esa forma, la representación se debilitaría. Aunque la teoría económica sobre los salarios de eficiencia nos dice que las empresas han preferido históricamente pagar más a los trabajadores para que estos se esfuercen más en vez de aumentar los controles, por resultar más caros, ahora, con la inteligencia artificial, se va a abaratar este control, lo que puede dar al traste con este paradigma.

P. ¿Es partidario de prohibir algunos tipos de algoritmos de control?

R. Ciertos usos sí que deberían limitarse o prohibirse; otros no. No creo que debamos prohibir la tecnología en sí misma, porque esta puede utilizarse para aumentar la productividad, que es la base sobre la que se sustenta el libro. Es decir, hay cierta tecnología que puede ser muy útil para mejorarnos como sociedad, ser más productivos, pero también es cierto que hay otros usos que sí que pueden ser peligrosos para la salud de las personas.

P. Normativa y legalmente hablando, ¿hay un escudo suficiente para evitar estos abusos?

R. Sobre el papel tenemos distintas normativas que plantean protecciones para las personas. El problema es que, aunque pueden resultar suficientes, en la realidad no se están aplicando. El reglamento de inteligencia artificial, por ejemplo, está en vigor desde hace seis años y siguen produciéndose muchas vulneraciones en materia de recopilación y protección de datos. Los wearables para llevar a cabo un control de actividad deberían ser ilícitos conforme al reglamento, pero se están usando igualmente. Lo que falta es una implementación real de esa normativa.

P. En su libro habla de marketing legislativo.

R. Esto es un hecho. Basta con ver cómo empezó negociándose la normativa europea y cómo se ha aprobado finalmente. Se están haciendo cosas, es verdad, lo que pasa es que, en el fondo, estos supuestos escudos no están provocando una mejora real para la vida de ciertas personas.

Adrián Todolí, antes de la entrevista. ANDREA COMAS
Adrián Todolí, antes de la entrevista. ANDREA COMAS

P. ¿Deberían darse a conocer a los trabajadores las tripas de los algoritmos con los que trabajan?

R. España es el primer país de Europa que tiene una agencia especializada en inteligencia artificial [la Agencia Española de Supervisión de la Inteligencia Artificial], y habrá que ver qué competencias desarrolla en el marco legislativo para ver si audita los algoritmos o no. Cuando hablamos de algoritmos de alto riesgo, considero que es necesario que públicamente se controlen. Técnicamente, es posible hacer auditorías de las inteligencias artificiales y que creo que un organismo público debería realizarla para garantizar que ninguna persona está sufriendo una vulneración de sus derechos fundamentales.

P. ¿Debería haber tribunales laborales especializados en este tipo de conflictos?

R. Yo creo que los tribunales laborales ya están especializados. Lo que pasa es que sí que hace falta de alguna manera un soporte por parte de la Administración. El juez ahora puede reclamar a la Inspección de Trabajo para que pregunte por distintos temas, pero haría falta algo parecido centrado en inteligencia artificial. Un organismo que tenga funcionarios independientes con conocimientos muy especializados que puedan dar soporte.

P. ¿Están los sindicatos preparados para no perder el paso en este nuevo futuro laboral?

R. Los sindicatos se han dado cuenta de que el futuro del trabajo pasa por la inteligencia artificial y que los trabajadores pueden, de alguna manera, ver vulnerados sus derechos fundamentales por una inteligencia artificial, son conscientes de que tienen que ponerse las pilas y lo están haciendo. Es cierto que, aparte de tener mucha formación, necesitan también poder de negociación para hacerlo, necesitan apoyo legislativo.

P. Un algoritmo tiene el potencial de incrementar la productividad, pero ¿qué ocurre cuando los salarios de los trabajadores no se benefician de esa mejoría?

R. Recojo en el libro algunos casos de empresas que han incrementado en un 50% su productividad gracias a la inteligencia artificial, pero los salarios de sus trabajadores se han mantenido fijos. Si queremos que todo el mundo gane con la inteligencia artificial, como sociedad, y que además se acepte como algo bueno para el conjunto, todos deben recibir los beneficios de la inteligencia artificial. Para que esto sea así, es necesario que se dé una negociación colectiva en igualdad de condiciones.

P. Asumiendo que los algoritmos han venido para quedarse y que la inteligencia artificial, al menos en lo conceptual, no tiene límites, ¿cómo visualiza el futuro?

R. Me considero un tecnoptimista. Creo que puede ser un futuro positivo para todos siempre que el tiempo intermedio, es decir, hasta que lleguemos a él, lo manejemos bien. Primero, asegurando que no quede gente desplazada: dando a todo el mundo formación en inteligencia artificial. Como probablemente todos los trabajos se van a ver influenciados de alguna manera por la inteligencia artificial, aquellos que no tengan los conocimientos deben saber cómo utilizarla. Y, luego, es necesario garantizar para que este sea positivo y, además, aceptado por todo el mundo como positivo. Hay que garantizar auditorías de esta inteligencia artificial para que la negociación colectiva pueda dirimir un reparto equitativo de las ganancias.

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Sobre la firma

Gorka R. Pérez
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.
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