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Pagar cinco veces menos (o más) por poner la lavadora: la brecha entre horas caras y baratas se dispara

La subida del gas empuja al alza el precio de la luz cuando no luce el sol, mientras que la fotovoltaica reduce la presión en el tramo central del día. Un patrón que se deja sentir, y mucho, en la factura de ocho millones de hogares

Una mujer pone una lavadora, en Sevilla.
Una mujer pone una lavadora, en Sevilla.PACO PUENTES
Ignacio Fariza

Fue en la primavera de 2021, cuando la reforma de la factura regulada de la luz creó el mantra: las lavadoras y los lavavajillas, se repetía hasta la saciedad, mejor de madrugada. Hace poco más de tres años de aquella máxima, que aún siguen —erróneamente— a rajatabla muchos consumidores, pero la realidad actual de precios no podría ser más distinta: para los ocho millones de hogares y pymes que optan por el PVPC, las horas más baratas hoy son aquellas en las que luce el sol.

Una brecha que, lejos de cerrarse, va a más: los últimos sábados y domingos, por ejemplo, consumir electricidad cuando más luce el sol ha sido —atención— entre cinco y ocho veces más barato que hacerlo a la hora de la cena o en los primeros compases de la madrugada. Aunque la tendencia se exacerba los fines de semana, este nuevo patrón no es ni mucho menos una excepción: los días de diario la diferencia es de entre dos y tres veces, según las cifras que actualiza a diario Red Eléctrica de España (REE).

El reciente estirón estival en el precio del gas natural, que acumula una subida de más del 70% desde los mínimos de febrero, acentúa aún más un patrón de precios de la luz que ya lleva tiempo mostrando credenciales: valores bajos en el tramo central de la jornada y alto en el resto, sobre todo durante el desayuno y a la hora a la que la mayoría de la gente llega a casa del trabajo. Sin embargo, este último estirón en el precio del combustible rey está ensanchando la diferencia entre las horas baratas —cuando la fotovoltaica, la más barata, marca el precio de toda la electricidad que se genera— y las caras —en las que la producción renovable y nuclear no basta para cubrir íntegramente la demanda, y los ciclos combinados tienen que entrar en acción—.

Cada día y, sobre todo, cada época del año es un mundo. Pero la consigna es clara: cuanto más luzca el sol, por norma general, más barato es. En verano, sobre todo, entre las diez y las siete de la tarde; y, muy particularmente, a la hora de comer, cuando la demanda baja y la fotovoltaica aporta más. En invierno, entre las diez y las seis, porque el sol se pone antes y el crecimiento de la demanda, con la llegada a casa después del trabajo, también se anticipa.

El gas marca la pauta

“La clave de esta dinámica está en la correlación entre la aportación de los ciclos combinados [las centrales en las que se quema gas para obtener electricidad] y los precios del mercado mayorista”, observa Antonio Aceituno, director general de la consultora energética Tempos. Lo corrobora con datos: en lo que va de agosto, la fotovoltaica está cubriendo aproximadamente la mitad de la demanda total en las horas solares, mientras que los ciclos apenas están aportando menos del 5% de la electricidad generada. En las noches, en cambio, su uso se dispara hasta rozar la quinta parte del total.

El premio, por tanto, es cada vez mayor para las empresas y hogares más cuidadosos a la hora de elegir cuándo consumen. Algo cada vez más sencillo para las familias, gracias a las funcionalidades de programación horaria de prácticamente todos los electrodomésticos que se venden en la actualidad: incluso los más económicos ya las incorporan. “Sería maravilloso que los consumidores, tanto industriales como domésticos, tomasen conciencia del gran valle de precios que tenemos prácticamente cada día en España”, apunta el director de Tempos Energía. A pesar de estos incentivos crecientes, lamenta, “está costando mucho adaptar los ritmos productivos o del hogar a los ciclos de precios del mercado mayorista”.

El perfil del mercado ibérico es particularmente acusado, España y Portugal no son una excepción. Al contrario: la tendencia en el resto de Europa es exactamente el mismo. En Países Bajos, por ejemplo, el tramo de las ocho a las nueve de la noche —con el sol ya en mínimos y los hogares aumentando su consumo— fue entre abril y julio 14 veces más caro que el de las dos a las tres de la tarde —con la fotovoltaica en máximos y la demanda en una fase de valle—, según los datos del consultor y divulgador Julien Jomaux.

El calor pone freno a los precios cero

Las cuatro olas de calor que han azotado España en lo que va de verano no solo se dejan sentir en los termómetros, con valores cada vez más extremos. Su incidencia también es significativa en el mercado eléctrico: el aumento en el uso de los aires acondicionados hace que, en lo que va de agosto, la demanda acumule un crecimiento del 4% en todo el territorio nacional. Una tendencia que, de continuar en lo que resta de mes, haría regresar esta variable a niveles cercanos a los anteriores a la pandemia y a la crisis energética.

Con el consumo al alza, son menos las horas en las que las fuentes más baratas se bastan para cubrir todas las necesidades y, por tanto, más en las que es necesario echar mano de las centrales térmicas. “La demanda está tomando el control y llamando a la activación de los ciclos combinados”, resume Aceituno. De ahí que las horas de precios cero estén siendo sustancialmente menores que en la pasada primavera, cuando llegaron a registrarse valores negativos en varias jornadas.

Además de un buen tono solar, la apertura obligada de compuertas en varios embalses por las lluvias disparó entonces la producción de las centrales hidroeléctricas a precios de derribo; hoy, en cambio, los titulares de esas centrales han vuelto a su patrón habitual de ofertar solo ligeramente por debajo del gas en las horas más caras. “Cuando había que desembalsar porque los pantanos del noroeste estaban por encima del 85%, la hidro no podía hacer uso de su coste de oportunidad. Ahora ya no es así: vuelve a tener el botón encima de la mesa para poder pulsarlo cuando quiera, de ahí que oferte a precios muy similares a los del gas”, añade el jefe de Tempos Energía.

Aunque en menor medida, las altas temperaturas también están teniendo incidencia —negativa— en la generación fotovoltaica. Por un doble motivo. El primero es de eficiencia: a partir de 25 grados, el rendimiento de los paneles cae ligeramente. El segundo es puramente astronómico: los días son cada vez más cortos, lo que retrasa su entrada en combates por las mañanas y adelanta el fin de su aportación por las tardes.

Para que haya precios cero, según los cálculos de la consultora que lidera Aceituno, la trilogía renovable (agua, viento y sol) tiene que ser capaz de aportar por sí sola más del 85% de la generación total. En lo que va de agosto, en cambio, está por debajo del 75%. Lastrada, sobre todo, por la natural pérdida de fuelle de la eólica en esta época del año. Solo los fines de semana —cuando la demanda baja mucho— se está llegando a esa cifra, con el consabido resultado de precios cero en prácticamente toda la franja central de la jornada.

10% de IVA hasta final de año

La reciente subida en el precio del gas natural y el estirón en la demanda también tienen incidencia sobre otra variable: la fiscalidad de la luz. Según la regulación actual —vigente hasta el próximo 31 de diciembre—, si el precio medio de electricidad en el mercado mayorista supera los 45 euros por megavatio hora (MWh), el IVA que grava el siguiente recibo mensual pasa a ser del 10%, frente al 21% habitual. Es lo que sucedió en los dos primeros meses del año y lo que ha vuelto a suceder desde julio. Mucho, muchísimo, tendrían que cambiar las cosas para que no sea, también, la tónica en lo que queda de 2024.

Con el citado efecto arrastre del gas calentando los mercados eléctricos europeos, los futuros apuntan ya a una media en el entorno de los 90 euros por MWh en septiembre, octubre, noviembre y diciembre. Cifras que hacen imposible pensar en un pronto regreso del IVA del 21% a la factura de la luz. Una buena noticia para los consumidores, en tanto que amortigua el impacto del encarecimiento sobre su bolsillo, pero negativa para las arcas públicas, a las que resta unos 100 millones de euros de ingresos al mes. Tras el repliegue de velas en varias medidas de apoyo a empresas y hogares puestas en marcha durante la crisis energética, la prórroga de este tipo reducido en 2025 se antoja, con todo, improbable.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.
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