“El señor Rodrigo Rato no iba repartiendo abrazos”
Las relaciones personales tejidas por el expolítico y sus colaboradores se convierten en otra clave más del juicio contra el exvicepresidente del Gobierno por el origen de su fortuna
El desfile de testigos continúa en el juicio contra Rodrigo Rato. Casi una treintena de personas han declarado ya ante el tribunal de la Audiencia de Madrid que acoge, desde diciembre, la vista oral sobre el supuesto origen ilícito de la fortuna del ex vicepresidente del Gobierno de José María Aznar y ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), para quien la Fiscalía Anticorrupción pide cerca de 70 años años de cárcel. En este tiempo, a través de los interrogatorios, los magistrados han podido bucear por la red de empresas del expolítico, por parte de su patrimonio y también, de forma inevitable, por las relaciones personales que tejió con aquellos que se cruzaron en su camino. Ese factor se ha convertido en otra clave del proceso, ya que el ministerio público lo acusa, entre otros puntos, de haber desembarcado en Caja Madrid y Bankia con su círculo de confianza y haber amañado adjudicaciones de contratos a cambio del cobro de comisiones irregulares.
Las partes se esfuerzan, por ello, en cuestionar o ensalzar (según sus intereses) la veracidad de los diferentes testigos. Quedó muy claro este jueves, durante la declaración de Miguel Robledo, antiguo director de Comunicación Externa de las entidades financieras, que permaneció imputado en la causa de 2015 a 2021. Robledo, quien trabajó para Caja Madrid y Bankia durante el periodo en el que Rato las presidió (2010-2012), acudió a petición de una defensa y sus palabras impactaron de lleno contra la tesis de la fiscal, que arremetió contra la “verosimilitud” de sus afirmaciones. El testigo consideró normal que se contratara con las agencias Publicis y Zenith —a las que se acusa de pagar comisiones a Rato— porque eran empresas “top”. También afirmó que nadie le transmitió sus sospechas de que se estuvieran amañando adjudicaciones. Y, a raíz de ello, cargó contra Pilar Trucios, ex directora adjunta de Comunicación y Marca de Bankia, quien señaló al expolítico cuando compareció ante el tribunal como la persona que decantó la balanza para hacerse con los servicios de una de las compañías bajo sospecha.
“Trucios no tenía ninguna experiencia en publicidad”, insistió Robledo sobre su antigua superior —ella contó a los magistrados que salió de Bankia tras ser defenestrada—. El exdirector de Comunicación Externa aseguró que a Trucios le “quedaba grande” el puesto y le reprochó que diera el visto bueno a una campaña lanzada en 2011 bajo el lema “Soy bankero [sic]”. “Eso fue un despropósito importante. Le pongo en contexto, la Puerta del Sol estaba tomada por todos aquellos que entonces se llamaban ‘los perroflautas’, que luego dio lugar a un partido político. Había un contexto hostil a la banca y al capitalismo. Y era como salir y decir ‘soy explotador”.
Ante la versión de Robledo, el ministerio público pasó al contraataque y sacó a colación la relación de cercanía que mantuvo entre 2010 y 2012 con el entonces presidente de las entidades financieras, al que acompañaba en sus viajes. “¿Qué confianza tenía con Rato?”, le preguntó la fiscal Elena Lorente. “Yo no recuerdo llamarle Rodrigo, le llamaba presidente”, esquivó él. ¿Por qué se va en 2012, cuando Rato sale de la presidencia? “Porque me echan. Porque era un puesto de confianza”. ¿Rato le tenia aprecio profesional? “Pues no lo sé. El señor Rato no iba repartiendo abrazos”.
Conferencias bajo sospecha
Hace unos días, Anticorrupción apretó también a Pedro Díez, el coadministrador de BCC, una empresa que lleva a distintos conferenciantes que cobran por dar charlas. La Fiscalía mantiene que Rato defraudó a Hacienda parte de los ingresos que obtenía por esta actividad, que facturaba a BBC a través de una compañía que poseía (Arada). Sin embargo, Díez restó importancia a esa circunstancia durante su declaración ante el tribunal. “¿Es extraño que se facture en su sector a través de una empresa?”, le inquirió la abogada del exvicepresidente del Gobierno, quien lo propuso como testigo. “No, en absoluto”, contestó él, que aseguró que el expolítico contaba con un equipo de apoyo para preparar sus conferencias y que, por ello, se suele usar esa fórmula. Pero después, durante su turno, el ministerio público puso sobre la mesa que Díez había tenido una empresa con Rato en Reino Unido, y recordó que había facturado también para Bankia en la primavera de 2012 por unos informes, cuando el exdirector del FMI encabezaba el banco. ¿Cuánto cobró? “No lo recuerdo muy bien. Treinta y pico mil euros...”, respondió.
—¿Su relación con Bankia concluye en mayo de 2012, al tiempo que Rato sale de la entidad bancaria? —lo interpeló la fiscal entonces, con mucha intención.
—Sí, correcto, cuando Rato dimite...
La abogada del ex director gerente del FMI ha acusado a la fiscal de abrir una “causa general” contra él y contra su entorno. “Se dirige la acción acusatoria contra todas y cada una de las personas que hayan podido tener cualquier tipo de relación de amistad, familiar o empresarial [con el expolítico]”, afirmó la letrada de Rato en su escrito de defensa, donde añade: “Nos encontramos ante una causa general que, desgraciadamente, ha salpicado a cualquier persona o entidad que se haya relacionado con él en los últimos 20 años”. Entre las personas que lo acompañan en el banquillo de los acusados se encuentran, entre otros, Teresa Arellano, quien fuera su secretaria personal de confianza durante décadas; su excuñado Santiago Alarcó; y José Manuel Fernández Norniella, a quien conocía desde la era de Alianza Popular y a quien designó vicepresidente de Caja Madrid.
Sigue toda la información de Economía y Negocios en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.