España, más que sol y playa: los servicios no turísticos sostienen las exportaciones
La competitividad de las empresas españolas, marcada por sus bajos costes laborales, impulsan la exportación de trabajos de consultoría, telecomunicaciones o informática
Las exportaciones han sido, junto al mercado laboral, el factor de resistencia de España a los terremotos económicos de los dos últimos años. Ahora, la venta de bienes al exterior empieza a ceder, pero hay un reducto en la economía española que aguanta y que lleva creciendo de forma sostenida desde 2008: los servicios no turísticos. El año pasado, las exportaciones de estos servicios — que incluyen consultoría, telecomunicaciones o transporte, entre otros— acapararon el 16,4% de los ingresos totales. De equivaler a un 5,1% del PIB en 2014, han pasado a suponer el 7,1% el año pasado. Por encima, incluso, de los servicios turísticos. En el segundo trimestre de este año, de acuerdo con el Banco de España, subieron un 14,2%, hasta superar los 46.600 millones de euros y acaparan ya el 22,3% de las exportaciones totales.
En el plan presupuestario enviado a Bruselas, el Ejecutivo hace especial hincapié en la fortaleza de la venta al exterior de este tipo de servicios, “que refleja un cambio estructural en la economía española, ligado al aumento de la capacidad exportadora de servicios empresariales e informáticos”. Los economistas, sin embargo, no se atreven aún a afirmarlo con rotundidad: “Es una señal [de un cambio estructural], pero hace falta más perspectiva temporal”, señala Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas (el centro de análisis de las antiguas cajas de ahorros), que recuerda que esta tendencia viene de antes de la pandemia. Entre 2008 y 2016, las exportaciones nominales de estos servicios aumentaron, en promedio, un 3,3% anual, frente al 2,9% del turismo.
Por volumen, las ventas de bienes al exterior siguen siendo las dominantes —representaron el 65,2% de las exportaciones en el segundo trimestre de este año— pero los datos del periodo comprendido entre 2019 y 2022 reflejan que no son las que han tirado del crecimiento: mientras que los bienes aumentaron un 5,4%, los servicios lo hicieron un 33% en este periodo. Y, dentro de los servicios, los no turísticos acaparan todo el crecimiento.
No turístico es un paraguas conceptual que engloba todo tipo de actividades económicas: desde el transporte hasta la construcción, pasando por lo derechos de propiedad intelectual o los servicios empresariales e informáticos. Son estos últimos los que han experimentado un notable aumento: “Aunque se podría pensar que las ventas de servicios de transporte estarían positivamente influenciadas por el fuerte aumento del turismo y la expansión del comercio digital, son las exportaciones del resto las que han ganado más peso”, señalaba un informe de BBVA Research publicado en julio.
Los que más contribuyeron, apuntan desde el servicio de estudios, fueron los servicios empresariales de I+D, gerencia o los técnicos de comercio exterior, además de los seguros y pensiones. Todos ellos presentaron tasas de crecimiento por encima del 30% en el periodo 2019-2022. Solo el año pasado, España exportó más de 32.000 millones de euros en servicios empresariales y más de 15.000 millones en servicios de telecomunicaciones e informática. Entre los dos sumaron un saldo positivo anual de 15.118 millones de euros.
¿Y por qué crecen así? Los economistas no aciertan a encontrar una razón objetiva, pero hay una serie de indicios que podrían explicarlo: en primer lugar, la digitalización ha facilitado la exportación de este tipo de servicios. Además, apunta Torres, España tiene unos costes laborales menores que países de su entorno, lo que en estos trabajos, poco dependientes de otros costes, supone una ventaja competitiva.
“La cuestión es si esto va más allá y responde a los cambios en la pauta de globalización: el acortamiento de las cadenas de valor, de suministro. Producir servicios más cerca de los lugares de consumo”, afirma Torres. El Banco de España, en un artículo publicado este lunes, señalaba que el dinamismo de las ramas relacionadas con los servicios de información y comunicaciones y las actividades profesionales y técnicas “podría estar relacionado con el impulso derivado del despliegue de los fondos Next Generation”.
Para Miguel Cardoso, economista jefe para España en BBVA Research, que se lamenta de la falta de datos del INE, la internacionalización de las empresas españolas puede ser un factor determinante: “Vemos que el crecimiento se da sobre todo hacia Estados Unidos y México. Puede tener que ver con dos cosas: el idioma, primero, porque en estos países donde el español está extendido no haya empresas con el capital humano para producir estos servicios; y con la presencia de empresas españolas allí”. Empresas españolas que producen bienes en el extranjero y que tiran de servicios contratados desde España, como consultoría o ciberseguridad.
Mayor dinamismo
La tendencia española en exportación de servicios contrasta con la de sus pares europeos. Entre 2019 y 2022, señala BBVA Research, las ventas de bienes al exterior han tenido un desempeño similar al que se observa en el resto de Europa —5,4% frente al 8,1%—, mientras que son las exportaciones de servicios las que han mostrado un mayor aumento: en España aumentan un 33,9%, frente a un 10% en el resto de la Unión. De acuerdo con los datos del Gobierno, el incremento neto de superávit exterior de servicios entre 2019 y 2023 es íntegramente imputable a la ampliación del saldo positivo de servicios no turísticos.
De hecho, atendiendo solo al saldo exterior de servicios empresariales y de informática, España lidera las exportaciones sobre las otras tres grandes economías de la zona euro. Italia y Alemania encadenan cuatro años de saldos negativos en estos apartados, especialmente acusados en esta última, que importó 20.000 millones más de lo que exportó en estos servicios, de acuerdo con los datos de la Organización Mundial del Comercio. Las exportaciones españolas de servicios profesionales y TIC también tuvieron un mejor balance que las de Francia, que cerró el 2022 con un tímido resultado positivo.
Pasada la euforia de la recuperación económica después del covid, la clave para dirimir si estamos ante un cambio estructural en la economía española será ver cómo reacciona la demanda de estos servicios a los nubarrones que se acercan: por lo pronto, en agosto las exportaciones totales de bienes bajaron un 10% en tasa anual, de acuerdo con los datos publicados la semana pasada por el Ministerio de Industria. “Es esperanzador que el tirón exterior haya ocurrido en un momento exterior adverso”, señala el catedrático de política económica en la Universidad de Vigo Xosé Carlos Arias, quien advierte de la amenaza que supondría una fuerte contracción de las transacciones internacionales.
De confirmarse, las ventajas detrás de este cambio estructural son varias: la diversificación de las exportaciones permite a España depender menos de las exportaciones de bienes o del turismo, más sensibles a los ciclos negativos: en 2020, la exportación de servicios no turísticos disminuyó solo un 3,6 % interanual, cuando el del turismo se había desplomado un 81,4 %. Además, la propia naturaleza del capital exportado permite a España reducir la estacionalidad de sus exportaciones de servicios e, incluso, mejorar la productividad porque tiene un mayor valor añadido que el turismo.
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