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China: la compleja tarea de reconectarse al mundo tras la pandemia

Pekín multiplica los mensajes de apertura, mientras la desconexión del gigante asiático persiste en varios sectores meses después de reabrir sus fronteras

Travelers at Beijing-Daxing International Airport on August 31
Viajeros en el aeropuerto Aeropuerto Internacional de Pekín-Daxing, el pasado 31 de agosto.MARK R. CRISTINO (EFE)
Guillermo Abril

Hace un par de semanas, Li Shulei, miembro del todopoderoso Politburó, uno de los máximos órganos jerárquicos en China, se subió al escenario de una fastuosa sala en Pekín y defendió ante el auditorio la necesidad de promocionar los “intercambios entre civilizaciones”, de reforzar el “conocimiento” y el “entendimiento” entre China y el resto del mundo, y abogó por la “apertura” de su país. Fue el discurso inaugural de los Premios Orquídea, unos galardones de nueva creación con los que la República Popular busca reconocer la contribución de ciudadanos extranjeros a ese “conocimiento mutuo”. Pero en el aire se percibía algo más. Tal y como lo veía la sinóloga española Alicia Relinque, una de las laureadas, el acto parecía resumir un mensaje de Pekín: “Estamos volviendo”.

Después de tres años cerrada al mundo por la pandemia, el planeta es otro y a China le está costando reconectarse: los intercambios entre personas están aún lejos de las cifras de antaño; los vuelos siguen por debajo de niveles de 2019; los inversores van en busca de otros mercados; las empresas occidentales radicadas en el gigante asiático tienen problemas para atraer personal, sobre todo si arrastran familias; y a las instituciones educativas y culturales les cuesta encontrar profesores de inglés, español y francés.

“Es como si el país padeciera de covid persistente”, asegura de forma anónima un alto directivo europeo residente en China. La economía no termina de arrancar como se esperaba. Y en opinión de la Cámara de Comercio de la UE en este país, que representa a más de 1.700 negocios, el Gobierno chino envía señales contradictorias de apertura y repliegue.

“Lo están intentando”, valoraba el día de los premios Relinque, profesora de literatura clásica china en la Universidad de Granada y profunda conocedora de un país al que viajó por primera vez como estudiante en 1985; desde entonces, salvo en pandemia, no ha dejado de visitarlo ningún año. Antes de la crisis sanitaria, en las ciudades grandes solía haber “muchísimos extranjeros”, recuerda. Tras la covid han aguantado los jóvenes. “Pero los mayores se han ido”. Aquel intercambio —también de chinos viajando fuera— “daba muchísima vida”, añade. “Y creo que lo quieren recuperar”.

Al regresar después de tres años, la sinóloga se ha encontrado una China con “muchísimo más control” y omnipresencia tecnológica: uno aterriza “y de pronto todo depende del móvil”. En su opinión, el país todavía tiene que “adaptarse” y recuperarse “poco a poco”. Pero ve esfuerzos por parte de Pekín: ya ha recibido varias invitaciones para acudir a diferentes eventos en China.

Los mensajes oficiales sobre la “apertura” se han multiplicado y no hay semana sin conferencias internacionales en todo tipo de sectores. Antes del verano, las plataformas de pago digitales chinas (Wechat y Alipay) ya anunciaron que permitirían a los extranjeros pagar con tarjetas foráneas, para facilitar el desembarco de turistas. Y, este pasado miércoles, Pekín anunció que reduciría la información requerida para solicitar un visado. “Esto acortará considerablemente el tiempo necesario para rellenar los formularios y facilitará el proceso de solicitud”, dijo la portavoz de Exteriores Mao Ning, que habló de facilitar “el intercambio de personas” y “la apertura de alto nivel”. Los datos, hasta el verano, aún estaban lejos de las cifras del pasado. Shanghái, epicentro financiero del país y uno de los principales destinos turísticos, recibió en el primer semestre del año unos 756.000 visitantes extranjeros, el 22 % de los que tuvo en 2019.

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“Se esperan muchas visitas en otoño”, contaba hace poco el economista estadounidense Michael Pettis, radicado en Pekín: un aluvión de delegaciones empresariales y políticas de quienes llevan más de tres años sin pisar China.

Ese frenesí ha ido tomando impulso desde la reapertura. En marzo y abril, Pekín recibió un carrusel de líderes europeos ―el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el francés, Emmanuel Macron…—. Tras ellos, llegaron los altos funcionarios de Washington para tratar de recomponer sus agrietadas relaciones —el secretario de Estado, Antony Blinken, en junio; la de Comercio, Gina Raimondo, el mes pasado—.

Ahora es el turno de los segundos y terceros espadas: quienes pulen los detalles y descienden a la letra pequeña. Por Pekín pasan estos días de alcaldes a ministros. El miércoles empezaba su agenda china Rosana Morillo, secretaria de Estado española de Turismo, uno de los sectores con menos quejas: las conexiones aéreas con España casi han recuperado las frecuencias prepandémicas. Las visitas se amontonan y se superponen a las de jefes de Estado (el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, la semana pasada; el de Siria, Bachar el Asad, el jueves).

Recibimiento en China del presidente sirio, Bachar el Asad, y su esposa, el pasado jueves.
Recibimiento en China del presidente sirio, Bachar el Asad, y su esposa, el pasado jueves. SANA (via REUTERS)

A la vez ha arrancado un intenso desfile de comisarios europeos: solo esta semana han pasado tres por Pekín, entre ellos el vicepresidente ejecutivo al frente de Economía, Valdis Dombrovskis. El letón llegó el viernes a la República Popular con la difícil tarea de explicar la creciente estrategia de de-risking (reducción de riesgos) que defiende Bruselas. Su viaje viene precedido por el anuncio de una investigación a los supuestos subsidios estatales de China a sus vehículos eléctricos, que ha sentado como un aguijonazo en Pekín.

Las relaciones comerciales son uno de los frentes donde más se nota la dificultad para reconectar en un planeta agitado por la guerra de Ucrania y otras tormentas globales. “En la actual situación geopolítica, el mayor riesgo que corremos con China es la ausencia de diálogo”, aseguran fuentes comunitarias al tanto de la visita de Dombrovskis. Su periplo es además una oportunidad para conocer a los nuevos líderes del país asiático (han cambiado varios responsables económicos en los últimos meses), reabrir canales de diálogo de alto nivel, mantener un intercambio “franco” y escuchar “sobre el terreno” a los empresarios europeos. Una de las mayores preocupaciones de Bruselas es el “deterioro” del clima de los negocios, añaden estas fuentes.

Ese ambiente sigue afectado por los “tres turbulentos años pasados” en los que la “previsibilidad y fiabilidad” han sido erosionadas debido a los “erráticos cambios de políticas” de Pekín, afirma un documento de posición presentado el miércoles por la Cámara de Comercio de la UE en China. Las compañías se enfrentan a una “creciente sensación de incertidumbre” provocada por el contradictorio mensaje del Gobierno, a lo que se une una situación económica que no termina de despegar.

Por un lado, el presidente del país, Xi Jinping, reclamaba en julio dar pasos hacia un “mayor nivel de apertura” y esfuerzos para impulsar la cooperación exterior en inversión y comercio; a esto le ha seguido una guía de 24 puntos elaborada en agosto por el Consejo de Estado (el Ejecutivo chino) para mejorar el clima de inversión extranjera y atraer más fondos. Pero, a la vez, la República Popular enarbola en cuanto puede la bandera de la autosuficiencia y la seguridad nacional; en los últimos meses ha aprobado una reforma de la regulación antiespionaje y una nueva ley de relaciones exteriores que han supuesto una llamada de atención para los empresarios extranjeros.

Varias personas en el distrito central de negocios de Pekín (CBD), el pasado 7 de septiembre.
Varias personas en el distrito central de negocios de Pekín (CBD), el pasado 7 de septiembre. TINGSHU WANG (REUTERS)

Las compañías foráneas no saben si fiarse de las señales de apertura. “Hay algo de fatiga de promesas”, decía el miércoles Jens Eskelund, presidente de la Cámara de la UE, durante la presentación del informe. “Escuchamos buenas palabras [del Ejecutivo chino], pero ¿qué está pasando realmente sobre el terreno?”.

Según el informe, hay signos de desconexión. Un 12% de las compañías europeas ya ha trasladado partes de su cadena de suministro fuera de China y el 75% ha trazado algún tipo de plan sobre reducción de riesgos, según encuestas internas entre sus socios. En el segundo trimestre de este año, uno de los indicadores de la inversión extranjera directa en China (los llamados pasivos de inversión directa) se desplomó a niveles de 1989, según cifras oficiales recogidas por Bloomberg. Esklund lo considera un “efecto retardado” de la imposibilidad de viajar a China durante la covid.

Mientras, los pasajeros internacionales permanecían en el segundo trimestre de este año en un 33,7% de sus niveles de 2019, desgrana el informe. Aunque en este campo Eskelund muestra esperanza. “Tal vez empecemos a ver un repunte en el número de europeos que regresan a China para trabajar y traer a sus familias”. El documento contiene más de 1.000 “recomendaciones” para mejorar las condiciones empresariales en China. Una de las centrales: “Despolitizar el clima de negocios”.

Con la rivalidad con Estados Unidos en uno de sus puntos más altos, en la entrega de los premios Orquídea, a nadie se le escapó que el mayor galardón fue a parar precisamente a un estadounidense, Joseph W. Polisi, educador musical y presidente emérito de la sucursal china de The Juilliard School, un prestigioso conservatorio de artes escénicas. En su discurso, Polisi agradeció “la visión de crear un premio que asegure que la comunicación cultural entre las personas vuelva a ser mucho más intensa para que todos podamos empezar a entendernos mejor”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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