Capítulo final en la pugna de los herederos de Eulen y Vega Sicilia: paz a cambio de repartir el imperio familiar
Los hermanos Álvarez Mezquíriz ponen fin a su enfrentamiento tras 13 años de desgaste económico y personal
Todas las familias pueden tener problemas, más cuando hay una fortuna en juego. El enfrentamiento de los hermanos Álvarez Mezquíriz por el control del imperio empresarial que en los años sesenta empezó a levantar de la nada su padre, David Álvarez, ha sido una de las peleas que más han dado que hablar en la prensa económica —y también en la crónica social— en los últimos años. El desgaste económico y personal de la bronca, que estalló en 2010 y llegó hasta los tribunales, ha llevado a la familia a enterrar el hacha y cerrar esta semana un acuerdo para el reparto de sus dos empresas: Eulen, grupo dedicado a servicios de seguridad, vigilancia y limpieza, y El Enebro, cuyo activo estrella es la bodega Tempos Vega Sicilia.
Cuando el jueves se anunció la paz, con un breve comunicado conjunto, los seis hermanos ya habían firmado todos los papeles necesarios para el canje accionarial por el que María José Álvarez, presidenta de Eulen y su mayor accionista con el 57%, se ha quedado al final con el 100% del capital. Mientras, El Enebro ya es totalmente propiedad de Pablo, Emilio, Elvira, Marta y Juan Carlos Álvarez que, a cambio, se han desprendido de la participación del 39% que tenían en el grupo de seguridad. La dueña de Eulen también ha vendido su 15% en la bodega. Todo se ha hecho ya efectivo e incluso se han retirado los procesos judiciales pendientes. Este intercambio de capital incluye compensaciones de valoración, según fuentes cercanas a la familia, pero no se ha dado una cifra.
Estas dos empresas simbolizan los dos bandos que han protagonizado la disputa: por un lado, María José, su hermano Jesús David y su padre (estos dos ya fallecidos), y en el otro, los otros cinco hermanos. Los Álvarez ya estuvieron a punto de firmar la paz en al menos tres ocasiones anteriores antes de la muerte del fundador en 2015, según fuentes cercanas a la familia. Pero aquellos intentos se frustraron. Esta vez no ha habido marcha atrás. La larga disputa pesaba cada vez más y en los últimos meses se había producido un discreto acercamiento. Tras el funeral del hermano mayor, Jesús David, celebrado en marzo, la presidenta de Eulen los invitó a un aperitivo en su casa de León, según las mismas fuentes.
Como muchas broncas de familias adineradas, la historia de los Álvarez tiene elementos propios de una serie de televisión, incluida una bodega de lujo con vinos de hasta 5.000 euros, una sucesión empresarial complicada, un testamento discutido y todo ello complementado con varias batallas judiciales. El desencadenante fue la jubilación de David Álvarez. En 2009, con 82 años, el patriarca soltó las riendas de la empresa y se casó en terceras nupcias con María Teresa Esquisabel. La boda se celebró en la finca familiar de El Escorial y fue una de las últimas veces en la que estuvieron todos juntos.
El fundador decidió volver a Eulen en 2010 y apartó de la gestión a los cinco hijos del llamado “bando de los díscolos” tras un enfrentamiento con ellos. Se alió con sus otros dos hijos, y en especial con María José, con quien formó una sociedad (Daval) para aglutinar las acciones de ambos y controlar la empresa. Mientras, el otro grupo se hizo fuerte en la patrimonial de la familia, El Enebro, que controla las bodegas de Vega Sicilia, entre otros negocios. Las desavenencias se sucedieron desde entonces, incluida una tensa junta en la que el fundador fue destituido y que fue declarada nula en 2018.
El siguiente choque llegó en 2015 con la muerte de David Álvarez. A pesar de que la situación se había destensado un poco antes de su fallecimiento, el testamento reabrió las viejas heridas. El fundador premió la lealtad de María José y Jesús David, y les dio la mayoría en Eulen (57%), mientras que a sus otros cinco hijos solo les legó la legítima, como obliga la ley, y repartió El Enebro entre todos sus descendientes a partes iguales. Esta distribución fue recurrida por los cinco descendientes, aunque finalmente los tribunales no la modificaron. También hubo un conflicto por un movimiento de acciones de los cinco hermanos. Otro momento destacable se produjo en 2018, cuando la principal accionista de Eulen se quedó sola en su bando después de que el séptimo hermano, Jesús David, vendiera sus acciones a sus cinco hermanos.
La intención ahora es dejar atrás el enfrentamiento. “Esta reestructuración determina un fortalecimiento de ambos grupos empresariales y una mayor dinamización y agilidad en la toma de decisiones que exige la actualidad económica”, indicaban las partes esta semana en un comunicado conjunto. “Los hermanos Álvarez Mezquíriz manifiestan su agradecimiento a las personas ajenas a la familia que han contribuido y facilitado la consecución de este acuerdo”, añadían. No han querido hacer más declaraciones por el momento.
Una vez cerrada esta guerra, falta por ver cómo gestionará la familia sus negocios con las siguientes sucesiones. En el caso de El Enebro, Pablo Álvarez está a punto de cumplir 70 años, fecha en la que ha dicho que se apartará de las funciones ejecutivas para dar paso a la siguiente generación, compuesta por 15 descendientes. En el caso de Eulen, María José no tiene hijos y no han trascendido sus planes de futuro con la empresa.
Cuestión de lealtad
El largo enfrentamiento de los Álvarez es un ejemplo más de las dificultades específicas que afrontan las empresas familiares y que, en más de una ocasión, acaban en conflicto. Ha sucedido en los últimos años en El Corte Inglés (entre Dimas Gimeno, sobrino del fallecido Isidoro Álvarez, y sus primas Marta y Cristina Álvarez Guil); Galletas Gullón (por desavenencias entre la principal propietaria, María Teresa Rodríguez, y sus hijos) o Lladró (por discrepancias entre los hermanos sobre la gestión del negocio, que vendieron en 2017 a un fondo especializado en empresas en apuros). “Si se sabe gestionar bien, una empresa familiar tiene muchas ventajas competitivas, pero no siempre es fácil”, explica Alberto Gimeno, profesor del departamento de Dirección General y Estrategia de Esade. “Las transiciones generacionales conllevan cambios en la estructura de poder y estas pueden ser más o menos armónicas”, añade.
Las decisiones en estas empresas responden no solo a intereses económicos, sino también a vínculos familiares. “Hay conflictos de lealtades que no siempre son fáciles de gestionar”, añade. Los expertos recomiendan tener un buen protocolo que fije las reglas de funcionamiento interno, aunque Gimeno advierte de que, sin consenso y compromiso, tienen una utilidad muy limitada. Y que, aunque se diga que un relevo generacional ha sido ejemplar, conviene tener en cuenta que en las sucesiones siempre se suele afrontar algún que otro problema.
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