La brecha entre las comunidades ricas y las menos dinámicas se enquista desde el año 2000
Solo Galicia y Extremadura logran acercarse de forma significativa a la renta ‘per capita’ media de España. Aragón es la única que recupera el PIB por habitante previo a la pandemia
El motor de la igualdad interregional está gripado. El acercamiento entre regiones más y menos ricas se ha estancado en lo que va de siglo y ha dejado un mapa casi idéntico al que había hace 20 años. La brecha se ha reducido de forma tímida porque algunas de las comunidades más rezagadas, en particular Galicia y Extremadura, han recortado terreno a las más opulentas. Sin embargo, las variaciones que se han producido en las últimas dos décadas no han sido suficientes para cambiar el mapa de la riqueza en España. Así se desprende de la última estadística de contabilidad regional del Instituto Nacional de Estadística (INE), que confirma estudios anteriores del Banco de España o la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea).
La serie del INE reúne los datos de un corto periodo de tiempo para la historia (2000-2021), pero cargado de acontecimientos trascendentales para la economía, como la burbuja inmobiliaria, la crisis financiera o la pandemia del coronavirus. Junto a la globalización y a los cambios de los modelos productivos, todos esos hitos han dejado huella en el proceso de convergencia regional. En general, la capital y las regiones más industriales han aguantado mejor las crisis y los territorios más dependientes del turismo han reculado —un declive que empezó antes de la crisis sanitaria, que ha dado la estocada de muerte—. La brecha entre la comunidad más rica y la más rezagada se reduce en 20 años del 110% al 84% por el crecimiento que experimenta Extremadura, pero eso no es suficiente para cambiar el mapa (ver gráficos). Los extremos siguen lejos y la convergencia, además, viene dada por un cierto estancamiento por arriba.
“Cambiarlo todo para que nada cambie”, escribía Tomasi de Lampedusa en El gatopardo. Madrid nunca ha bajado del podio: en el año 2000 era la comunidad más pudiente, con 21.380 euros por habitante, equivalentes a 32.049 euros de 2021 y al 137% del PIB nacional. El año pasado repitió en lo más alto, con 34.821 euros. Su economía boyante, impulsada por el efecto capitalidad —concentra los ministerios, las grandes empresas y, por tanto, los profesionales mejor pagados—, no ha sido, sin embargo, la que más ha crecido en las dos pasadas décadas en comparación con la media. Solo lo ha hecho en tres puntos. Extremadura ha recortado en el mismo periodo en 11 puntos su brecha, aunque continúe a la cola de la estadística y su renta por habitante suponga tan solo el 75% del total del país.
Galicia también ha mejorado con creces su resultado, aunque sigue siendo una de las comunidades que más lejos están del promedio. Andalucía, que en 2021 se posicionó en el último lugar, lleva años estancada, mientras que el PIB de los archipiélagos ha caído en picado por la dependencia del turismo y el pinchazo de la burbuja. El caso de Baleares es particularmente llamativo: de ser la tercera autonomía más rica de España en el año 2000, cayó al quinto lugar en 2019. El año pasado, después de que su economía se hundiera más del doble que la media nacional por la covid, se situó por debajo de la media. La riqueza por habitante de Canarias, que nunca logró alcanzar el promedio nacional, ha caído un 19% en las últimas dos décadas.
Según un estudio de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), la brecha en la renta por habitante se redujo a la mitad entre 1955 y 2018. Por un lado, porque las regiones con menores ingresos crecieron más y, por el otro, porque las más ricas ralentizaron su avance. El documento, publicado poco antes de la llegada de la covid, describe cómo la convergencia marchó a su mayor ritmo en los años sesenta del siglo pasado, con el final de la autarquía, se frenó con la primera crisis del petróleo a partir de 1973 y se estancó desde la mitad de los años ochenta.
“Se ha producido un acercamiento en las rentas per capita de las distintas comunidades autónomas, si bien de una intensidad que puede considerarse reducida“, añade un estudio del Banco de España sobre la convergencia regional entre 1980 y 2015. “La convergencia en productividad del trabajo es el principal elemento que ha ayudado a la reducción de la dispersión regional de la renta, y ha venido causado, fundamentalmente, por la mayor acumulación de capital en las regiones de menor renta inicial”.
Aragón recupera el PIB prepandemia
Aragón ha sido la única comunidad que en 2021 había recuperado el PIB per capita anterior a la pandemia. Es más, en estas dos décadas ha ido acercándose cada vez más a las regiones más ricas. Eduardo Bandrés, catedrático de la Universidad de Zaragoza y director de Economía Pública de Funcas, explica que el menor peso del turismo y los servicios, y la mayor relevancia de industria y agricultura, es una de las razones por las que la economía aragonesa aguantó mejor el zarpazo de la covid que el resto de España, ya que las restricciones a la movilidad y el cierre de las actividades fue menos severo. “Además, la estructura empresarial y el empleo resistieron mejor los embates de la crisis, manteniendo su ventaja en empleo indefinido y cualificación de los ocupados”, asegura.
El economista añade que la economía aragonesa “tiene ventajas competitivas importantes que se han explotado con inteligencia” en los últimos años: el potencial logístico, el desarrollo de la industria agroalimentaria y la consolidación de sectores como la automoción y otras manufacturas. “En comparación con España, la especialización de la economía aragonesa en industria, que es el sector con mayor productividad, aporta un plus”. La comunidad tiene, además, una posición geográfica estratégica, cercana a las autonomías más dinámicas de todo el país: los territorios forales, Cataluña y Madrid.
Fuentes del Gobierno regional aragonés confirman que la mayor especialización relativa en industria ha permitido sortear de mejor manera el impacto económico de la covid. “Esta realidad, unida a la relevancia de la agroindustria, ha facilitado que Aragón recobrara la normalidad de algunos indicadores económicos antes que otras autonomías”, aseguran. Añaden que la mayor internacionalización de la economía regional, con una importante relevancia de las exportaciones, supone otro motor de crecimiento. Y hacen hincapié en que la estabilidad política de los últimos años también ha favorecido la atracción de empresas y la creación de un tejido productivo diversificado.
El techo de cristal de Andalucía
Andalucía, en cambio, ha acabado a la cola de la lista, adelantada por Extremadura. En 2021, su PIB por habitante suponía el 74% del nacional, la misma marca que hace dos décadas. Un resultado que, según Diego Martínez López, profesor en la Universidad Pablo Olavide de Sevilla e investigador de Fedea, poco tiene que ver con la coyuntura. “Andalucía no tiene un patrón de crecimiento que le permita recortar distancias de manera fácil. Su modelo económico es menos productivo con respecto a la media nacional. Tiene un techo de cristal del 80% del PIB por habitante que nunca ha superado y contra el cual sigue rebotando”, resume.
El docente explica que la comunidad ha apostado por sectores donde las productividades crecen de manera más lenta, como la construcción y el turismo, y pese a contar con polos atractivos como Málaga y Sevilla, el número de grandes empresas instaladas en el territorio es inferior en proporción a las economías catalana, navarra o madrileña. Un problema al que se añaden los elevados niveles de paro.
Desde la Junta defienden que la comunidad ha sido capaz de aguantar el batacazo de la covid, al mantener su PIB por habitante en el 74% de la media nacional, el mismo resultado que en 2018. “La economía andaluza ha mantenido su nivel de convergencia nominal con España, en una coyuntura económica marcada por la mayor crisis económica vivida en tiempos de paz por la covid-19 y por el retorno a tasas de inflación que no se conocían en décadas”. Las mismas fuentes añaden que este resultado contrasta con la pérdida de convergencia de otras autonomías también turísticas, como Baleares, Canarias, Cataluña y Comunidad Valenciana. “Las perspectivas para 2022 son positivas, ya que la Autoridad Fiscal está estimando un mayor crecimiento de la economía andaluza que la española”, aseguran.
Según Martínez López, la brecha seguirá. “La Junta se está poniendo la medalla porque el número de autónomos está aumentando, pero este no es el camino para elevar la productividad. Es más bien una forma de regularizar una economía sumergida y es el mismo patrón de crecimiento de Asia o Europa del Este”, considera. “Pero es preferible tener una empresa con 20 trabajadores que 20 trabajadores autónomos trabajando cada uno por su cuenta”.
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