Bruselas sopesa un tope al precio del gas ruso solo para Alemania y los socios del este
La medida que baraja la Comisión supondría limitar el importe de la energía consumida en esos países para todos los fines, no solo para la generación de electricidad
El último corte de gas ruso a Europa mediante el cierre del gasoducto Nord Stream no hace más que confirmar los peores presagios de Bruselas y de todos los socios europeos. Los planes de contingencia ya en marcha, como reducir el consumo de gas en Europa en un 15% hasta la primavera, está claro que no van a bastar. Es hora de ir más allá y de plantear medidas más drásticas, aunque impliquen un arriesgado pulso con el Kremlin. La Comisión Europea tiene ya sobre la mesa medidas consideradas tabú hasta hace poco, según dos documentos internos del organismo a los que ha tenido acceso EL PAÍS. Uno de ellos sopesa incluso la posibilidad de intervenir el precio del gas en los países potencialmente más afectados por el corte ruso, incluida Alemania.
La medida supondría poner un tope al precio del gas consumido en esos países, no solo para la generación de electricidad —como en el caso de la excepción ibérica—, sino para todos los fines, desde la producción industrial a los hogares. Bruselas reconoce que ese tope podría levantar suspicacias en los países no beneficiados (España entre ellos) porque daría una importante ventaja competitiva a las empresas alemanas o de Europa central y del este.
Se trata por ahora de opciones barajadas por los técnicos que todavía tienen que pasar el filtro de las autoridades europeas antes de ser oficialmente presentadas a los países —algo que, según los borradores, debería suceder esta misma semana—. Pero que Bruselas va en serio con sus órdagos ante Moscú lo confirmó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el viernes, cuando dijo que ha llegado “el momento para limitar el precio del gas del gasoducto ruso a Europa”.
A eso apunta precisamente la primera de las opciones, hasta hace nada prácticamente impensables, pero que ahora forman parte de la caja de herramientas europea: introducir un precio límite a la importación del gas ruso, por encima del cual los Veintisiete no comprarían a Moscú. Entre los pros de esta medida, el borrador valora el hecho de que limitaría los ingresos rusos por la venta de gas a Europa, en línea con el tope al petróleo ruso acordado también el viernes por el G-7. Además, consideran los expertos, “haría menos atractivo para Rusia provocar incrementos de precio mediante interrupciones o manipulaciones del mercado”, lo que a su vez “ayudaría a limitar la volatilidad e incertidumbre del mercado del gas”.
Pero más allá de las intenciones y los objetivos claros, la vía para lograrlo implica múltiples riesgos, tanto internos —especialmente lograr el acuerdo de todos los Estados miembro, en momentos en que la unidad de los primeros meses tras el inicio de la guerra en Ucrania empieza a resquebrajarse—, como externos, si Rusia se niega en redondo a aceptar los términos. De hecho, los expertos advierten de que la opción de limitar el precio de la importación es un auténtico órdago que “solo debería ser considerada si la UE está dispuesta a aceptar una interrupción total del suministro de gas ruso”. El comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, aseguró el sábado que Europa está “bien preparada para resistir el uso extremo por parte de Rusia del gas como arma”.
Si se decidiera dar este paso, los expertos ven dos vías (con sus propios pros y contras). Lo más rápido sería introducir una legislación para fijar un límite máximo de precio. Pero ello, que equivaldría a la vía de las sanciones, requeriría la unanimidad de los Veintisiete, algo que no está claro pueda lograrse. Otra posibilidad sería crear una “entidad única de compra que negocie volúmenes específicos a precios específicos con Rusia”. Esto sería más fácil de aprobar, pero tardaría más en ponerse en marcha, un “contra” cuando se buscan soluciones a contrarreloj.
Una “zona roja” con precios administrativos
La segunda opción que baraja el documento de trabajo va más allá aún: prevé dividir la UE en dos zonas, la “verde”, menos dependiente del gas ruso (como España y Portugal), y la “roja”, que según un mapa incluido en el borrador va desde los países del centro y este de Europa hasta a Alemania (o incluso Italia, si la interrupción fuera más grave aún), que son mucho más vulnerables al Kremlin por su alta dependencia del gas ruso. Los técnicos se centran en esta “zona roja”, para la que proponen, en caso de emergencia, un precio administrativo único y consensuado para toda esa región para transacciones al por mayor. Se trataría de un “precio dinámico” y por encima del TTF, el índice de referencia del gas en la actualidad, es decir, un precio algo más alto que el del mercado, pero que, en cualquier caso, sería menor que el que deberían pagar estos países si tuvieran que acceder por su cuenta a otros mercados.
Esta medida permitiría “compartir el gas disponible con solidaridad total” e impedir “el contagio de los precios de la electricidad al por mayor” y los “efectos inflacionarios”, a la par que “reparte el peso” entre todos los Estados miembro y, por tanto, “permite un resultado económico mejor a nivel de la UE”, por ejemplo en las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), valoran los expertos. Pero reconocen a la par que se trata de una medida “compleja de administrar”. Y, quizás, difícil de asumir para los países de la “zona verde”. Uno de los retos, señalan, sería “garantizar que el gas vaya adonde es más necesitado”. Para ello, lo que se necesitaría es una entidad que lo distribuya y garantice que el gas más barato tiene un “uso esencial” y no es revendido. Además, para asegurar que el plan es implementado de forma correcta por todos los miembros, se debería crear todo un “nuevo sistema de gobernanza” para los países participantes, así como una “total coordinación de la reducción de demanda” entre los mismos.
Bruselas quiere más transparencia en el mercado del gas
En otro non-paper, como en la jerga bruselense se conoce a este tipo de documentos técnicos que sirven de base para una posterior toma de decisiones políticas, los expertos se fijan en el TTF, el índice holandés del gas que sirve de referencia para fijar el precio en Europa. Un sistema que se consideraba fiable hasta que los cortes de gas ruso han desbaratado todos los esquemas. Ahora, la disparidad del TTF con otros índices de referencia en otras zonas del mundo abre dudas sobre si no está siendo presa de especuladores y Bruselas mira opciones para, o bien hacer más “transparente” el índice holandés, o incluso buscar alternativas o complementos para fijar los precios de referencia.
El TTF está distorsionado por la especulación y no está reflejando la realidad de los precios, coinciden fuentes en Bruselas conocedoras de este documento y de la situación del mercado. De ahí que el borrador proponga, por un lado, dar un toque de atención al TTF exigiéndole más “transparencia”. “Se podría explorar si tiene sentido someter al TTF a una supervisión financiera, para evitar cualquier posible maniobra especulativa”, señalan.
Como segunda opción, barajan la posibilidad de estudiar la creación de un mercado de referencia europeo “paralelo o complementario” que aporte una “alternativa a la indexación a largo plazo”. Finalmente, señalan, habría una tercera posibilidad, cuya viabilidad legal exigiría más análisis, advierten, que sería vincular temporalmente el TTF al JKM, el índice de referencia en Asia, con un precio del TTF a un “ligero mayor volumen” que el JKM. Esta sería una medida “de último recurso en caso de interrupción del suministro en Europa y de que los precios se disparen por su vínculo entre una disparidad entre suministro y demanda”.
La oleada de non-papers —ya van al menos tres, en pocos días, tras la filtración por este diario de otro documento centrado en vías para reducir el coste de la electricidad, entre otros, limitando el precio de las renovables—, es una señal de la urgencia con que Bruselas busca alternativas a un posible cierre total del grifo de gas ruso. Los ministros del ramo se reunirán este viernes en la capital belga en un Consejo informal para analizar las alternativas y empezar a pactar el camino a seguir.
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