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El G-7 acuerda imponer “urgentemente” un tope al precio del petróleo ruso para limitar los ingresos de Moscú

La Comisión Europea apoya la medida y la presidenta Von der Leyen se declara partidaria de extenderla al gas: “Es el momento”

Manuel V. Gómez
Los ministros de Finanzas del G-7 en la reunión mantenida en Alemania este viernes.
Los ministros de Finanzas del G-7 en la reunión mantenida en Alemania este viernes.Stefan Rousseau (AP)

Ya empieza a perfilarse la nueva vuelta de tuerca en las sanciones a Rusia por invadir Ucrania. Los países del G-7 han pactado este viernes imponer un tope al precio del petróleo ruso “para reducir los ingresos y la capacidad de Rusia de financiar la guerra”. De ahí que se hayan comprometido a trabajar para que ese tope esté listo “urgentemente”. Mientras los ministros de Finanzas de las mayores economías occidentales más Japón llegaban a este acuerdo, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, daba un paso más al declararse partidaria de incluir el gas: “Creo firmemente que es el momento para limitar el precio del gas del gasoducto ruso a Europa”.

La vuelta al curso político y geoestratégico europeo comenzó en Praga esta semana con el acuerdo para poner en marcha una misión de adiestramiento militar para el ejército ucranio y la restricción de visados para los ciudadanos rusos. Y ha continuado este viernes con un gran salto adelante, cuando los ministros del G-7 y el titular de Economía de la Comisión Europea, Paolo Gentiloni, han decidido imponer un tope al petróleo ruso y ponerse a trabajar con urgencia para lograrlo. Además, llaman a otros países a sumarse a sus planes. Horas después Gazprom, la gasista rusa de titularidad estatal, anunciaba que el suspendía el envío de combustible a través del gasoducto Nord Stream 1 más del tiempo previsto inicialmente, que acababa este viernes por la noche.

“Invitamos a otros estados a introducir el límite que se diseñe e implementar esta importante medida”, apunta el comunicado final del encuentro mantenido en Alemania. Esta llamada es significativa, porque entre los miembros del G-7 hay países que renunciaron hace meses a comprar petróleo a Moscú (Estados Unidos, Canadá y Reino Unido) y otros que lo harán en pocos meses (Francia, Alemania o Italia, así como la gran mayoría de países de la Unión Europea). De tener éxito, esta medida puede ser más dañina que otras, ya que el petróleo ruso es su principal fuente de divisas: en 2021 los Estados miembros de la UE más Reino Unido compraron crudo por valor de 88.000 millones de euros.

Con el acuerdo de hoy se repite la cadencia que se ha seguido otras veces que se han impuesto sanciones económicas importantes a Rusia por invadir Ucrania. Primero se llega a un pacto en el seno del G-7, un foro en el que Estados Unidos tiene un gran peso, y posteriormente se desarrollan y aprueban por la Unión Europea y otros países que se unen a estos castigos. Así pasó, por ejemplo, con el embargo de los activos financieros y la desconexión del código SWIFT de los bancos rusos decididos a los pocos días Moscú abriera fuego contra Kiev.

“El límite de precio inicial se fijará en un nivel basado en una serie de datos técnicos y la coalición en pleno decidirá el límite inicial antes de su aplicación en cada jurisdicción. El precio máximo se comunicará públicamente de forma clara y transparente. La eficacia y el impacto del límite de precios se vigilarán estrechamente cuando sea necesario”, explica el comunicado.

“El G-7 ha dado un paso fundamental para lograr nuestro objetivo doble de presionar a la baja los precios mundiales de la energía y negarle a Putin ingresos para financiar su brutal guerra en Ucrania. Al comprometerse a finalizar e implementar un tope de precios, el G-7 reducirá significativamente la principal fuente de financiación de Rusia para su guerra ilegal, mientras mantiene los suministros a los mercados energéticos mundiales al mantener el flujo de petróleo ruso a precios más bajos”, ha afirmado la secretaria estadounidense del Tesoro, Janet L. Yellen.

También el comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni, presente en la reunión, ha subrayado ese doble objetivo de los aliados para detener la guerra. “El G-7 necesita trabajar en establecer una amplia coalición global para diseñar el límite al precio e implementarlo conjuntamente para maximizar su efectividad”, ha añadido el italiano, consciente de que el talón de Aquiles que resta efectividad a las sanciones, tanto a las que se apliquen en el futuro como las que ya se están aplicando, es que haya países que no se sumen, lo que deja agujeros para que Rusia pueda saltárselas.

Fuentes europeas explican que el mecanismo pensado, a falta de su diseño concreto, busca incentivar que otros países se sumen al tope. Cuando entre en vigor las sanciones de la UE a la compra de petróleo ruso por vía marítima, también estarán vetados los seguros a los petroleros que transporten ese crudo. La gran mayoría de polizas que se firman en este sector se suscriben en la UE y en Londres. La idea sería abrir la mano con estos productos financieros para los países que se sumen al límite a lo que se puede pagar por el petróleo ruso.

Que la Comisión Europea respalde esta medida no supone que vaya a ser fácil aplicarla en toda la UE porque requiere unanimidad y eso supone volver a negociar con el Gobierno húngaro de Viktor Orban, gran aliado de Moscú entre los Veintisiete. “Nuestro objetivo es hacerlo en línea con el calendario acordado en el marco del sexto paquete de sanciones de la UE, es decir, el 5 de diciembre de 2022 para el crudo ruso y el 5 de febrero de 2023 para sus productos petrolíferos”, apunta Gentiloni. A finales de mayo, la UE acordó abandonar las importaciones de crudo ruso que llegan por vía marítima antes de acabar el año y mantener temporalmente las que llegan por oleoducto para que Alemania y Polonia amortiguaran el impacto, aunque se comprometieron a cortar estas comprar a finales de 2022. Solo Hungría, Eslovaquia y República Checa mantendrían estas importaciones. Lograr este acuerdo costó más de un mes por la posición húngara.

El G-7 se ha comprometido a buscar formas para reducir los precios actuales de la energía, que tanto están disparando la inflación. “Nos felicitamos de la decisión de la Unión Europea de explorar, junto con sus socios internacionales, vías para rebajar los precios energéticos, incluyendo la introducción de topes temporales en los precios de importación”. Esto precisamente es lo que habría hecho este viernes Ursula von der Leyen, en una reunión de su coalición política en su país, CDU-CSU, al afirmar que “es la hora de que se ponga un límite al precio del gas ruso exportado a Europa a través de gaseoducto”.

Con esta declaración, la política alemana da un paso más en una dirección que inauguró a comienzos de esta semana, cuando anunció que la Comisión estaba preparando una “intervención de emergencia” en el mercado eléctrico para contener los precios, que se habían disparado por la cotización del gas. Este jueves EL PAÍS adelantó un documento de técnicos del Ejecutivo comunitario en el que se plantean varias alternativas a cómo hacerlo. Y este viernes Von der Leyen hablan de imponer límites a los precios de importación de gas ruso a través de gaseoducto y su Ejecutivo respalda hacer lo propio con el crudo.

Los precios de la energía, en especial del gas, se han disparado por la guerra de Ucrania y el control del grifo por parte de Putin. Los futuros se han relajado después de superar la barrera de los 1.000 euros por megavatio hora (MWh) en algunos países como Francia. Este viernes, los precios de la luz son de 422 euros el MWh en Alemania; 524,3 euros en Italia y 516,7 en Francia. En España, según el Ministerio de Transición Ecológica, son de 152,1 euros, que sube a 375,81 con la compensación que perciben las eléctricas por el límite parcial impuesto al gas.

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Sobre la firma

Manuel V. Gómez
Es corresponsal en Bruselas. Ha desarrollado casi toda su carrera en la sección de Economía de EL PAÍS, donde se ha encargado entre 2008 y 2021 de seguir el mercado laboral español, el sistema de pensiones y el diálogo social. Licenciado en Historia por la Universitat de València, en 2006 cursó el master de periodismo UAM/EL PAÍS.

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