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Larry Fink (BlackRock): “La invasión rusa de Ucrania pone fin a la globalización”

El presidente de la mayor gestora de fondos de inversión del mundo alerta de que “la reorientación de las cadenas de suministro será intrínsecamente inflacionaria”

Ignacio Fariza
El presidente y consejero delegado de BlackRock, Larry Fink, en enero pasado.
El presidente y consejero delegado de BlackRock, Larry Fink, en enero pasado.ben baker

Habla el financiero con más predicamento —y poder— sobre la faz de la Tierra. Con Europa sumida en el mayor conflicto bélico desde la II Guerra Mundial, el presidente y consejero de BlackRock, Larry Fink, advierte en su carta anual a los accionistas de que la invasión rusa de Ucrania “ha puesto fin a la globalización que hemos experimentado en las tres últimas décadas”. La “magnitud” de la agresión de Vladímir Putin sobre su país vecino, asevera el inversor estadounidense, “marca un punto de inflexión en el orden geopolítico y macroeconómico mundial”.

“A principios de la década de los noventa, a medida que el mundo emergía de la Guerra Fría, Rusia fue bienvenida en el sistema financiero global y se le dio acceso a los mercados mundiales de capitales. Con el tiempo, se vinculó profundamente con Europa occidental, y el mundo se benefició de un dividendo de paz global y la expansión de la globalización”, se lee en la misiva, que EL PAÍS adelanta en España.

“Estas fueron tendencias poderosas que aceleraron el comercio internacional, expandieron los mercados globales de capital, aumentaron el crecimiento económico y ayudaron a reducir drásticamente la pobreza en las naciones de todo el mundo”, agrega Fink, “creyente” confeso de las bondades de la globalización. Un mes de ofensiva borra de un plumazo esa sucesión de acontecimientos y abre un nuevo e incierto horizonte: “Es imposible predecir con precisión el rumbo que tomará esta guerra”, sintetiza el jefe de la mayor gestora de fondos de inversión del planeta, con activos por valor de 10 billones de dólares (9,1 billones de euros, casi ocho veces el PIB español y más de nueve veces el mexicano).

Regreso a los orígenes

En ese mar de incertidumbres sobre el que navegan la política y la economía global, Fink sí tiene algunas cosas meridianamente claras. La primera, que la agresión rusa y la posterior “desvinculación” del gigante euroasiático de la economía global llevará a empresas y Gobiernos de todo el mundo a “analizar con mayor amplitud sus dependencias” del resto y a “reevaluar sus procesos de fabricación y ensamblaje, algo que la covid-19 ya había incitado a muchos a hacer”.

Este giro respecto a los años anteriores, en los que la nota común había sido la deslocalización, “puede guiar a las empresas a llevar de vuelta sus operaciones [a su país de origen o a otros cercanos]”. Un golpe para aquellos territorios que se habían beneficiado en los últimos años de esa estrategia, pero también una oportunidad, según Fink, para otros —”como México, Brasil, Estados Unidos o algunos centros manufactureros del Sudeste Asiático”, puntualiza—, que podrán “beneficiarse”.

Este regreso a los orígenes “inevitablemente creará desafíos para las empresas, como costes más altos y presiones sobre sus márgenes” y, aunque sus balances “son más sólidos hoy en día [que en el pasado], lo que les brinda más protección para capear estas dificultades, una reorientación a gran escala de las cadenas de suministro será intrínsecamente inflacionaria”. En el nuevo ecosistema, añade, la “resiliencia —la palabra de la década en los círculos económicos y empresariales— es mucho más que resistir un impacto repentino: también significa comprender y abordar los cambios estructurales a largo plazo, incluidas las implicaciones de la desglobalización, la inflación y la transición energética”.

Un entorno, este, en el que los bancos centrales también tendrá que tomar “decisiones difíciles” sobre “cuán rápido subir los tipos de interés”, apunta el máximo responsable de BlackRock. “Se enfrentan a un dilema que no habían tenido que encarar en décadas, y que se ha visto empeorado por el conflicto geopolítico y por el choque energético resultante: convivir con una inflación más alta o con una actividad económica y un empleo enlentecidos”.

Guerra económica

El choque entre potencias en suelo ucranio —Rusia de un lado; Europa y EE UU del otro y China en una posición que cada vez más observadores convienen en calificar como “neutralidad escorada”, un oxímoron que resume a la perfección la complejidad del enjambre geoestratégico de este primer cuarto del siglo XXI— va más allá de lo militar. Es, en palabras del inversor, una “guerra económica” desde el mismo momento en el que la invasión ha propiciado una “unión” entre naciones y Gobiernos para “cortar lazos financieros y comerciales” con Moscú.

“La velocidad y la magnitud de las acciones empresariales para amplificar las sanciones ha sido increíble”, aplaude Fink. “Marcas icónicas de consumo americanas han suspendido sus operaciones de productos no esenciales, y las firmas de servicios financieros han tomado medidas similares para aislar a la economía rusa del sistema financiero global”. Esta estampida masiva, remarca el financiero, “exhibe el poder de los mercados de capitales: cómo pueden proporcionar dinero a quienes trabajan constructivamente dentro del sistema y qué tan rápido pueden rechazárselo a quienes operan fuera de él. (...) Y demuestra lo que podemos lograr cuando las empresas, con el apoyo de sus stakeholders [accionistas, clientes, acreedores, proveedores...], se unen frente a la violencia y la agresión”.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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