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El petróleo se dispara hasta máximos de 14 años y el gas marca un nuevo récord histórico en pleno avance ruso sobre Ucrania

Cada vez más compañías occidentales se niegan a comprar producción rusa como represalia por la guerra. La escalada energética alimenta aún más las expectativas inflacionistas en Europa y EE UU

Ignacio Fariza
Un pozo petrolero, en agosto pasado, en Watford City (Dakota del Norte).
Un pozo petrolero, en agosto pasado, en Watford City (Dakota del Norte).Matthew Brown (AP)

La energía sigue siendo la gran pagana económica del asedio ruso sobre Ucrania. En solo una semana, la transcurrida desde que el régimen de Vladímir Putin dio la orden de invadir su país vecino, el petróleo sube un 20% y el gas, un 65%. Son dos de las escaladas más abruptas desde que hay registros, y les lleva, respectivamente, a máximos de 14 años y a batir un nuevo récord histórico. Con los inversores huyendo en estampida del crudo y el gas rusos, el mercado empieza a descontar una mayor escasez de crudo a disposición de Europa y Estados Unidos. Y eso significa, sí o sí, precios más altos.

Europa y EE UU están instalados en una compleja contradicción: no quieren comprar ni gas ni petróleo a Rusia para no financiar su campaña bélica en Ucrania, pero las alternativas son insuficientes para compensar el agujero que dejaría el país euroasiático en el mercado. Y el resultado de ese puzle, unido a la negativa del cartel de la OPEP de inyectar más oferta para tratar de aliviar la presión, es una crisis de precios sin precedentes. Ni siquiera la reciente liberación de reservas estratégicas decretada por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), una medida que solo había tomado tres veces antes —en la guerra del Golfo, en la guerra de Libia y en el huracán Katrina—, ha logrado arrojar un mínimo balde de agua sobre unos mercados en llamas.

Las ramificaciones de esta escalada son muchas: directa o indirectamente, ningún ciudadano o sector económico occidental escapa a las consecuencias de una subida tan abrupta como esta. Pero estas son especialmente claras en el mercado eléctrico español, que a lomos del gas marcó ayer el tercer nivel más alto desde que hay registros y donde los futuros ya auguran precios por encima de los 300 euros por megavatio hora (MWh) para lo que resta de año. Más presión, por tanto, para los hogares y para la industria. Y más leña sobre otro potente fuego activo, el de la inflación.

El crudo ruso empieza a ser tóxico en Occidente

Para evitar agravar aún más la ya de por sí severa crisis energética, tanto Europa como EE UU han excluido deliberadamente al sector energético ruso de sus sanciones. El mensaje es claro: todo menos el petróleo y el gas. El mercado, sin embargo, está yendo un paso por delante. Primero, porque con la banca nacional contra las cuerdas y los bancos extranjeros esquivando cualquier operación financiera con energéticas rusas, la financiación de estos conglomerados empieza a escasear. Segundo, porque el transporte de crudo y gas por mar —el que viaja por tubo no tiene problemas— se está complicando, en parte por la negativa de las propietarias de los buques a operar en Rusia y en parte porque las pólizas de seguros de las que sí están dispuestas no cubren problemas en una situación de guerra.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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