El FMI respalda a Kristalina Georgieva frente a las acusaciones de favorecer a China
La investigación sobre un presunto trato de favor hacia Pekín de la economista búlgara durante su etapa en el Banco Mundial había enturbiado la reunión de otoño de las dos instituciones
La continuidad de la búlgara Kristalina Georgieva al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) quedó momentáneamente asegurada en la noche de este lunes tras recibir el pleno respaldo de la institución. El Fondo, que celebra esta semana en Washington su reunión de otoño con el Banco Mundial, reafirmó en un comunicado su “plena confianza” en la dirigente, poniendo fin a una crisis de reputación originada por el presunto trato de favor de Georgieva a China durante su etapa como consejera delegada del Banco Mundial.
Las irregularidades supuestamente instigadas por la ejecutiva, un maquillaje de datos a favor de Pekín en el informe para inversores Doing Business de 2018 -cuando el Banco cortejaba al gigante asiático en plena ampliación de capital-, abrieron una brecha entre los 24 miembros del directorio del Fondo: EE UU y Japón abogaban por la renuncia de Georgieva, mientras que los países europeos cerraron filas en torno a ella. Aunque dio finalmente su brazo a torcer, Washington ha prometido que seguirá de cerca la evolución del asunto para “preservar la integridad y la credibilidad del BM y el FMI”, si bien coincide con la cúpula del Fondo en que la falta de pruebas concluyentes sobre una supuesta mala praxis de Georgieva desaconseja “cualquier cambio en la dirección”.
La crisis, sin embargo, ha sembrado cuando menos el germen de la duda, o la cautela, y el directorio del FMI, tras zanjar la polémica, ha anunciado que en el futuro considerará “posibles medidas adicionales que aseguren la solidez” de la institución. También la secretaria del Tesoro de EE UU, Janet Yellen, que reaccionó de manera inmediata a la exculpación de Georgieva, aseguró que deben tomarse “medidas proactivas para reforzar la integridad y la credibilidad de los datos en el FMI”, y que los directivos han de reafirmar su compromiso con la transparencia en la investigación, el análisis y las políticas que se adopten.
Todo comenzó el 16 de septiembre, cuando un informe elaborado por la firma de abogados WilmerHale, a demanda del comité de ética del Banco, apuntó que varios altos cargos de la institución habían presionado a los técnicos para beneficiar a China en las clasificaciones de 2018. El BM decidió cancelar de forma indefinida su popular Doing Business debido a esas sospechas, pero lo que en principio parecía un aburrido asunto interno -inexactitudes en los datos, fruto de errores técnicos-, resultó ser un presunto teatro de operaciones con protagonistas como el entonces presidente, Jim Yong Kim, y la consejera delegada de la entidad, quien supuestamente habría presionado al personal del banco para realizar “cambios específicos” en algunos indicadores de China para hacerle ganar puestos en la clasificación, en un momento en que el BM buscaba el apoyo de Pekín para aumentar su capital.
El informe de WilmerHale sacó a la luz la existencia de una “cultura tóxica” en torno al equipo de Doing Business, con “miedo a las represalias”. “Los empleados sentían que no podían desafiar una orden del presidente o de la consejera delegada sin arriesgarse a perder sus empleos”, reflejó la investigación, según la agencia Reuters. El búlgaro Simeon Djankov, alto funcionario a las órdenes de Georgieva, también fue acusado de supervisar la manipulación de datos y fomentar amenazas y chantajes contra el personal.
Georgieva calificó las acusaciones de “difícil episodio a nivel personal”, al tiempo que reafirmaba que los hechos eran “infundados”. El comunicado del lunes le da la razón. “La información presentada en el transcurso de esta investigación no arroja resultados concluyentes de que la directora gerente desempeñara un papel inadecuado” en la manipulación de los datos, reza el texto.
“Mientras el FMI se reúne esta semana, me siento honrada de liderar un equipo tan talentoso, que trabaja incansablemente para abordar los mayores desafíos del mundo, desde la lucha contra la covid-19 hasta el combate contra el cambio climático y contra las desigualdades económicas”, manifestó Georgieva poco antes de la fumata blanca de la institución.
Tras el espantajo de China -convidada de piedra en todo debate global-, lo que parece estar realmente en juego es el rumbo progresista y social impreso por Georgieva al FMI, una institución que tradicionalmente ha defendido a ultranza la austeridad en sus rescates financieros, como demuestran los casos de Argentina o Grecia. Los más críticos temen que las acusaciones contra la economista búlgara empañen la capacidad de ambas instituciones de promover reformas e impulsar el crecimiento; es decir, su propia credibilidad como interlocutoras con los Gobiernos. Sus partidarios, al contrario, subrayan su apoyo a las naciones más pobres durante la pandemia y la reformulación de las prioridades del Fondo en favor de asuntos tan candentes como el cambio climático y la igualdad de género.
Abonando la tesis del enfrentamiento entre países ricos y pobres —los países africanos han salido unánimemente en su defensa, por ejemplo—, economistas de prestigio como Jeffrey Sachs o Joseph Stiglitz se han alineado con Georgieva. El primero escribió en el Financial Times que su expulsión “sería una peligrosa y costosa capitulación ante la histeria anti-Pekín”. El Nobel de Economía, execonomista jefe del BM, describió los esfuerzos para eliminarla como un “golpe” y el informe del bufete de abogados, como “un hachazo”. En un comunicado emitido por una firma de relaciones públicas contratada por Georgieva, seis exfuncionarios del Banco la presentaban como “una persona de la mayor integridad y compromiso con el desarrollo”. En los últimos meses, Georgieva ha recalcado la desigual respuesta global a la pandemia y destinado fondos de emergencia del FMI a 100 de los países más pobres del mundo para afrontar la emergencia.
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