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Brasil encara una recuperación débil lastrada por el alto desempleo y la inflación

La pandemia frenó la agenda liberalizadora que ahora el Gobierno de Bolsonaro intenta reactivar con la privatización de Eletrobras

El presidente Bolsonaro, este martes durante la firma en Brasilia de un acuerdo de cooperación entre la NASA y su Gobierno.
El presidente Bolsonaro, este martes durante la firma en Brasilia de un acuerdo de cooperación entre la NASA y su Gobierno.Eraldo Peres (AP)

La vacunación del coronavirus va tomando finalmente velocidad en Brasil, lo que mejorado las perspectivas de crecimiento económico en un panorama lastrado por el temor a una tercera ola de contagios, el alto desempleo y una inflación acelerada pese al parón económico por la pandemia. Tras un aumento del PIB del 1,2% en el primer trimestre, la agencia Moody’s pronostica que cerrará 2021 con un crecimiento del 4,9%, lo que supone una mejora de sus previsiones para una economía que el año pasado retrocedió el 4,1%.

La pandemia frenó la agenda liberalizadora que ahora el Gobierno de Jair Bolsonaro intenta reactivar con la privatización de Eletrobras y una avalancha de licitaciones de infraestructuras. Pero el paro está en el 14,7% (casi 15 millones de desempleados) y la inflación avanza veloz mientras el Ejecutivo sopesa prorrogar tres meses más la paga del coronavirus para los más pobres. Desde el inicio de la crisis de la covid, Bolsonaro apostó por priorizar la gestión económica sobre la sanitaria, insistiendo en la idea de que “el hambre también mata”. Y todavía hace unos días defendía que contagiarse es más eficaz que la vacuna.

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El alza de la economía del 1,2% registrado en el primer trimestre sorprendió. Brasil, donde las restricciones fueron relativamente laxas en comparación con Argentina o Chile, va recuperando el aliento tras un 2020 marcado por la pandemia en el que solo creció el sector agropecuario, con la soja a la cabeza e impulsado por un real que está entre las monedas más depreciadas del mundo.

Bolsonaro y su zar económico, el ultraliberal Paulo Guedes, arrancaron sus mandatos en 2019 con una agresiva agenda para adelgazar el Estado. Cerraron aquel año con prestigio en el mercado financiero por haber sacado adelante la reforma de las pensiones. Sin embargo, la pandemia paró aquel plan en seco. La durísima realidad les obligó a dar un cambio de 180 grados. Implantaron uno de los mayores programas de ayudas públicas del mundo, con una paga directa al bolsillo de la mitad de las familias brasileñas. Esta iniciativa frenó efímeramente el aumento de la pobreza, pero aumentó la deuda pública, que acabó 2020 en casi el 100% del PIB. El Gobierno planea ahora prorrogar durante tres meses más esa ayuda de emergencia de 250 reales (en torno a 41 euros) que ahora llega a 45 millones de familias.

“El Gobierno concedió ayudas de emergencia (la paga covid), lo que tuvo un efecto a corto plazo. Sin embargo, seguimos con escuelas cerradas, no invertimos en tecnología y no nos preparamos para este momento con políticas públicas para la mano de obra. Estructuralmente estamos peor”, sostiene la consultora económica Zeina Latif.

El optimismo en las proyecciones de crecimiento es matizado por el avance de la inflación. En mayo fue del 0,83% y alcanza un 8,03% en 12 meses. Es un resultado muy por encima de la meta, que oscila del 2,2% al 5,2% en este país que domesticó la inflación en los años noventa del pasado siglo. Para frenarla, el Banco Central ha subido este mes por tercera vez los tipos de interés y se espera una cuarta en agosto. “Habrá que subir mucho más las tasas; y eso va a impactar en el coste del crédito y supondrá un retraso de la recuperación”, explica Latif. “Las proyecciones de mejora en la economía son más una recuperación cíclica que un crecimiento”, completa.

La ley que permitirá al capital privado tener el 60% de Eletrobras camina firme hacia su aprobación en la Cámara de Diputados tras ser aprobada el pasado jueves por el Senado.

Conseguida la reforma de las pensiones en su primer año de mandato, los otros dos grandes proyectos económicos del dúo Bolsonaro-Guedes (la reforma fiscal y la de la administración pública) están atascados en el Congreso y los términos originales han sido diluidos. “Las infraestructuras pueden ser el gran impulso de la recuperación”, aseguraba a principios de mes el ministro del ramo, el ingeniero y militar en la reserva Tarcisio Gomes Freitas. Ese día anunció una tanda de licitaciones aeroportuarias, ferroviarias, portuarias, de autopistas... “El objetivo es la creación de empleo”, decía a un grupo de corresponsales. “El dinero no tiene sello (de origen). Es bienvenido venga de donde venga”, respondió al ser preguntado sobre las declaraciones sinófobas del mandatario.

En las últimas semanas la vacunación se ha acelerado. Aunque menos del 12% de los 210 millones de brasileños ha recibido las dos dosis, más de dos millones de personas fueron inmunizadas el pasado jueves, después de que el proceso comenzara con una lentitud que exasperó tanto al poder económico que apremió al Gobierno a tomárselo en serio este año. En una carta pública, los representantes de los sectores económicos decían que, sin vacunación, no habría recuperación económica. El toque de atención surtió efecto.

El de Bolsonaro es un Gobierno que ignoró durante meses las ofertas de las farmacéuticas y en el que algún ministro se ha vacunado a escondidas. Durante meses, las inyecciones llegaron gracias, sobre todo, a la iniciativa de los gobernadores.

Ese retraso en la negociación de las vacunas afecta ahora al coste de la recuperación, evalúan expertos como Claudio Considera. La pandemia ha mantenido desorganizados a sectores como el comercio y los servicios, con muchas bajas por la crisis económica. “Hay un 73% del PIB que no está funcionando en su totalidad”, estima el economista del Instituto Brasileño de Economía (IBRE) de la Fundación Getúlio Vargas.

Tanto el ritmo de vacunación como la gestión de la pandemia impactan en la recuperación. El presidente Bolsonaro ha hecho campaña contra el distanciamiento social y, estimulada por él, parte de la población no usa mascarilla, ni siquiera cree en la existencia del virus. Eso puede retrasar la reapertura total de la economía, porque el virus seguirá circulando y los contagios no van a ceder fácilmente. Los economistas tampoco saben cuál será el impacto de los 500.000 muertos por la pandemia en el mercado de trabajo. La letalidad sigue alta, con más de 2.000 muertos diarios.

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