Cardoso, una nueva receta para América Latina
El presidente cuenta con el apoyo de los medios de comunicación, de EE UU y de los países más ricos
"Pobre de aquel que intente ser reelegido. Será despedazado moralmente", dijo en cierta ocasión Fernando Henrique Cardoso, el primer presidente de la historia de Brasil que ha sido elegido para ejercer un segundo mandato después de introducir una oportuna enmienda en la Constitución. El sociólogo de izquierda, filomarxista, autor de varios libros de cabecera de la progresía latinoamericana de los años sesenta y setenta, que llegó a la presidencia de la República en 1994 con un programa socialdemócrata que prometía atacar con firmeza la profunda desigualdad, era el candidato preferido de las clases dominantes de dentro y fuera de su país.Tiene a su lado a la práctica totalidad de los medios de comunicación brasileños, el apoyo unánime de Estados Unidos y los países más industrializados del planeta, mantiene excelentes relaciones con todos los países latinoamericanos y para algunos representa el nuevo modelo político-económico para América Latina.
Nacido el 18 de junio de 1931 en Río de Janeiro, casado con la profesora y antropóloga Ruth Correa Leite Cardoso y padre de tres hijos, FHC, según le llama la prensa brasileña, ocupó su primer cargo político como ministro de Exteriores en el Gobierno de Itamar Franco. Siete meses después, en mayo de 1993, fue nombrado ministro de Hacienda, y en 10 meses elaboró el Plan Real, que pusó fin a la endémica hiperinflación de Brasil. En junio de 1994 era del 5.164% anual y hoy está en el 3%. Es el resultado más espectacular de su mandato, junto al ambicioso plan de privatizaciones, que ha incluido a la minera Vale do Rio Doce y la compañía de telecomunicaciones Telebrás, los dos gigantes del hemisferio.
Otras promesas anunciadas quedaron en el tintero, como la amplia reforma del Estado y la política de profundo contenido social. Brasil es uno de los países con la distribución de la renta más desigual. Sus adversarios le reprochan no haber seguido el camino que delineó. Y algunos le recuerdan su pasado académico y le tachan de traidor. Leoncio Martins Rodrigues, antiguo colega de Cardoso en la Universidad de São Paulo, señala: "Como muchos intelectuales brasileños de élite y de las clases medias, FHC sufrió la influencia del marxismo". Posiblemente, el contacto más directo con la política brasileña le permitió comprender que la política tiene sus reglas. Quien quiere entrar en este terreno, tiene que seguirlas. Y así lo hizo. Por ello, para muchos intelectuales, traicionó su pasado, tal vez porque esperaban que, en la presidencia, se comportaría como cuando fundó el Centro Brasileño de Análisis y Planificación, que reunió a algunos de los mejores intelectuales de la Universidad de São Paulo, expulsados durante la dictadura.
La teoría del imperialismo y el problema de la dependencia son referencias obligadas en la obra del sociólogo Fernando Henrique Cardoso. Aceptaba como válido el esquema básico de "la visión leninista del imperialismo". Treinta años después, el pensamiento de Cardoso ha evolucionado, favoreciendo lo que llama "nuevo espíritu del capitalismo". En esta línea evolutiva ya no tiene cabida la formulación de una teoría antiimperialista. "Entre la obra del sociólogo y la práctica del político socialdemócrata que fue elegido presidente hay más continuidad que ruptura", escribe Roberto Goto en su libro Para leer a Fernando Henrique Cardoso. José de Souza Martins, sociólogo y ex alumno del presidente, sostiene, por su parte, que el salto de la teoría de la dependencia de los años sesenta a la teoría de la globalización actual no significa un giro hacia posiciones derechistas. "Es un intento de ajustar el desarrollo del país a las posibilidades reguladas en el plano internacional por los grandes conglomerados económicos y por los países ricos".
Una de las críticas que más irrita a Cardoso es que ha abandonado la socialdemocracia para abrazar el neoliberalismo. Su excelente relación con el Partido del Frente Liberal (PFL, el partido de la dictadura militar) y especialmente con su líder, Antonio Carlos Magalhaes, presidente del Senado, y otras fuerzas conservadoras avala a los que sustentan este reproche. Pero el sociólogo devenido presidente asegura que no defiende un Estado mínimo "como los liberales", y que, a pesar de la apertura de la economía y las privatizaciones, su Gobierno no ha pensado en privatizar la sanidad, la educación o la seguridad social. En su segundo mandato tiene pensado
introducir las universidades de pago y un sistema mixto de salud.
Reformas constitucionales, privatizaciones, escolarización, minirreforma agraria y combate a la inflación son los grandes cambios que presenta Cardoso como balance de su primer mandato. Sus detractores le recuerdan que el crecimiento del PIB de este año no llegará al 2%, el déficit público de 35.000 millones de dólares (cinco billones de pesetas), un índice de desempleo del 8,2% y la falta de previsión ante la tormenta financiera internacional que ha colocado a Brasil al borde del precipicio.
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