La banca española suma más de una década de fusiones forzosas
La concentración de entidades en los últimos años no tiene parangón en Europa
Hace no tanto, recitar la lista de entidades financieras españolas solo estaba al alcance de entendidos y especialistas del sector. Una década y dos grandes crisis después, esos tiempos son historia. Si la fusión entre BBVA y Banco Sabadell llega a buen puerto, la lista de los principales bancos ni siquiera será suficiente para conformar una alineación futbolística. De las 55 que había en el superpoblado mapa bancario de 2009, pueden quedarse en apenas una decena.
Tras el acuerdo entre CaixaBank y Bankia para crear el mayor banco de España, y las negociaciones en marcha entre Liberbank y Unicaja, el mercado ya anticipaba que BBVA y Banco Sabadell tenían muchas papeletas para ser los siguientes. A ello animaba la insistencia del Banco Central Europeo en que, en un entorno de tipos bajos y recesión, no hay margen para gastos superfluos. “Antes de la covid-19 era muy importante ajustar costes y eliminar el exceso de capacidad; ahora con la pandemia esas actuaciones se han convertido en imprescindibles”, señaló su vicepresidente, Luis de Guindos, hace dos meses y medio. También el Banco de España, que en boca de su gobernador, Pablo Hernández de Cos, dijo en octubre que seguía viendo margen para fusiones sin que la reducción del número de actores comprometiera la competencia.
Los análisis vienen advirtiendo de que la sobrecapacidad tendría los días contados desde mucho antes. “Las desmesuradas exigencias de capital del BCE vaticinan fusiones y absorciones que dejarán el sistema español en cinco o seis entidades", auguraba en enero el informe Los desafíos 2020 de la industria financiera en España, publicado por el Instituto de Estudios Bursátiles.
Seguir el rastro de los movimientos del sector exige buena memoria. En la última década, Bankia fue alumbrada tras la fusión de ocho cajas de ahorro (Caja Madrid, Bancaja, Caja de Ávila, Caja Segovia, Caja la Rioja, Caja Laietana, Insular de Canarias y Murcia). Posteriormente se uniría Caja Murcia y absorbió Caja Granada y Sa Nostra, que habían creado Mare Nostrum (BMN). El BBVA absorbió otras seis cajas (Caja de Sabadell, Terrasa y Manlleu, que previamente se habían unido en Unnim; y Catalunya Banc, que había nacido de la integración de Caixa Catalunya, Tarragona y Manresa). La Caixa asimiló otras siete entidades (Caixa Girona, Banco de Valencia y Banca Cívica, nacida tras la integración de Caja Sol, Caja Guadalajara, Navarra, Burgos y Caja Canarias). El Santander se quedó con el Popular y el Pastor. Son solo algunos de los movimientos en un sector que sigue adelgazando.
A la espera de conocer los nombres y apellidos de los protagonistas, todos los mensajes llegaban, por tanto, a la misma conclusión: la banca española, cada vez más enfocada al negocio digital, seguiría consumando la mayor reestructuración de Europa. Con un coste en términos de empleo que, tras el ERE para 4.000 trabajadores planteado la semana pasada por el Banco Santander, sigue sin hallar su techo: en 12 años la banca española ha cerrado el 50% de sus oficinas y ha echado al 37% de su personal, más de 115.000 trabajadores expulsados del sector desde su pico de 2008, cuando llegó a haber 276.497 personas a sueldo de las entidades. Eso se ha traducido en que ha crecido la población que vive sin una sucursal bancaria en su municipio.
En todo ese proceso, las cajas de ahorro, con menos músculo financiero para aguantar y una gestión plagada de errores, fueron las primeras en desaparecer para integrarse en otros grupos. La traumática compra del Banco Popular por el Santander, su crisis más agónica. La oleada de fusiones de 2020, en plena pandemia, es, por ahora, el último episodio.
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