El Banco Mundial proyecta para 2020 un desplome del PIB global tres veces mayor que en el peor año de la Gran Recesión
El escenario base prevé un hundimiento de la economía del 5,2%, frente al 1,7% de 2009. El golpe será enorme, pero corto: el crecimiento estará de vuelta el año que viene
La crisis económica derivada del coronavirus tiene muchos vectores que la hacen única. Será la primera recesión en siglo y medio desatada íntegramente por una pandemia; la más sincronizada (nueve de cada 10 países decrecerán este año); la que más ha movilizado a gobiernos (estímulos fiscales) y bancos centrales (compras masivas de deuda; tipos de interés por los suelos); la más profunda para un solo ejercicio en más de ocho décadas y la cuarta más grave, atención, desde 1870. El Banco Mundial contempla como escenario base que el PIB global sufra este año un hundimiento tres veces superior al registrado en 2009, el año más duro de la Gran Recesión. Incluso en el escenario más benigno, según las previsiones publicadas este lunes por la institución, la economía global sufriría en 2020 una recesión el doble de grave: a diferencia de entonces, cuando los emergentes escaparon de la quema, hoy todo el mundo se expone a idéntico desenlace.
La buena noticia es que en 2021 volverá el crecimiento. En el escenario base trazado por el banco, todavía el más probable pese a la rápida mejoría con la desescalada exitosa en buena parte del mundo, la economía global sufriría un desplome del 5,2% este año —frente al crecimiento del 2,5% proyectado antes de que la enfermedad llegase para desbaratarlo todo y el triple que una década atrás— para repuntar un 4,2% en 2021, teniendo que dejar para 2022 la cicatrización completa de las heridas. En el más optimista —el que los mercados de valores llevan ya varias sesiones descontando a la luz de lo visto en las desescaladas—, en 2021 se restituiría por completo el desplome con un rebote del 5% e incluso en el peor, en el que un rebrote del virus obligase a nuevos confinamientos (con el subsiguiente efecto de esta medida sobre el consumo y la inversión, los dos ingredientes clave en el cóctel del crecimiento económico) y se produjese una cascada de suspensiones de pagos de Estados y empresas, el PIB rebotaría un 1% tras desplomarse un 8% este año. Las dudas sobre si el regreso a la vida de la economía llegaría el año que viene o ya en 2022 se disipan: se tome el escenario que se tome, 2021 es el año y el debate gira ya en torno a cuánto tiempo se tardará en cerrar por completo la herida.
“Los pronósticos apuntan a una recesión de un solo ejercicio, con el crecimiento de la renta per cápita regresando nuevamente a terreno positivo a partir de 2021, algo consistente con experiencias anteriores: desde 1960 todas han sido de un solo año”, completan los economistas del Banco Mundial Ayhan Kose y Naotaka Sugawara en un notable ejercicio de historia económica.
Pese a ese escenario de hundimiento enorme pero relámpago y seguido de una recuperación más o menos fuerte, la evidencia histórica también llama a no lanzar las campanas al vuelo. Al menos, no tan pronto: el golpe inicial de la recesión suele ir sucedido por efectos adversos de segunda ronda que agravan los riesgos iniciales y, en este caso, la pandemia puede ser mucho más difícil de controlar en los países de menor renta (y sistemas sanitarios más débiles) “dando lugar a crisis financieras”. Tras la "mayor y más rápida” revisión a la baja de los principales indicadores económicos en todo el mundo, “y si el pasado sirve de guía, habrá más recortes en las previsiones a medida que los técnicos vayan entendiendo mejor las repercusiones de esta excepcional recesión global”, avisan.
Los emergentes, en el ojo del huracán
Los países en vías de desarrollo se enfrentan a una situación inédita: tienen ante sí la primera caída de su renta per cápita en décadas y la mayor contracción tanto en términos absolutos como relativos desde la década de los sesenta, cuando se empezaron a publicar datos agregados. La actividad económica del bloque en vías de desarrollo se contraerá este año un 2,5% en el escenario base. Un dato que, para ponerlo en contexto, hace falta otro punto de anclaje: la cifra más baja de toda la serie histórica había sido un crecimiento del 0,9% (positivo) en 1982. “Con más del 90% de estos países expuestos a una reducción de su ingreso por habitante este año, muchos millones de personas probablemente volverán a caer en situación de pobreza”, alertan los técnicos del organismo. Incluso en el horizonte más optimista de los trazados por el Banco Mundial, los emergentes entrarán en recesión en este 2020 aciago.
Si en 2009, en lo más hondo de la recesión global, la mayor parte de los países de renta media dispusieron de la potencia de fuego necesaria para hacer frente al bache que atravesaban varios de sus principales compradores (China al margen) gracias a la buena racha de las materias primas, hoy no es el caso. “En la última recesión global, en 2009, muchos emergentes fueron capaces de implementar grandes paquetes de respuesta fiscal y monetaria. Hoy, en cambio, están peor preparados para capear una caída de la economía mundial y deben lidiar, a la par, con una crisis sanitaria severa”. El crecimiento del gigante asiático, además, caerá hasta su mínimo en más de cuatro décadas (1%) arrastrando consigo al resto. “Aunque China parece ir recuperándose del fuerte declive de principios de año, la fortaleza del rebote sigue siendo incierta”, subrayan desde el organismo con sede en Washington.
Los países de renta media y baja ya llevaban tiempo creciendo por debajo de su potencial desde bastante antes de que la pandemia entrase en escena, con lo que eso supone en términos de mejora del nivel de vida y bienestar de unas poblaciones especialmente expuestas a las vicisitudes del ciclo. También en clave de desigualdad: la recesión derivada de la crisis sanitaria es, según subraya el presidente de la institución, David Malpass, la puntilla para quienes parten de una peor situación.
Las dos zonas emergentes más golpeadas serán, según el Banco Mundial, América Latina y Europa del este y Asia central. El motivo: su apertura económica y su dependencia de las exportaciones, que las hace especialmente susceptibles a un comercio internacional que se encamina a un desplome (-13,4%) también notablemente mayor al registrado hace una década. Y, aunque aquí la recuperación también debería empezar en la segunda mitad de este año o, a lo sumo, en los primeros compases del próximo, esta será “históricamente débil”.
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