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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La generación más explotada

La Organización Internacional del Trabajo alerta de los efectos de la pandemia sobre la población jóven

Andreu Missé
Repartidores de comida esperan pedidos en un centro comercial de Singapur.
Repartidores de comida esperan pedidos en un centro comercial de Singapur.EDGAR SU (Reuters)

La Organización Internacional del Trabajo (OIT), ha disparado las alarmas por el impacto de la crisis de la covid-19 en la juventud. “Los jóvenes”, dice la OIT, “son los que más padecen las consecuencias sociales y económicas de la pandemia, y corren el riesgo de tener que seguir haciendo frente a los efectos de la misma a lo largo de toda su vida laboral”. Toda su vida.

Para este organismo de Naciones Unidas, esta situación “podría dar lugar al surgimiento de una generación del confinamiento”. Considera que “los jóvenes se ven afectados de forma desproporcionada por la crisis de la covid-19”. Las consecuencias adversas se reflejan en la interrupción de programas educativos, pérdida de empleo y mayores dificultades para encontrar trabajo.

Desde que apareció la pandemia, la OIT ha realizado cuatro informes sobre su impacto en el trabajo con resultados cada vez peores. El 18 de marzo apuntó que la pandemia destruiría 25 millones de empleos. Los dos informes posteriores elevaron los empleos perdidos a 230 y 305 millones, respectivamente. En su último análisis del 27 de mayo incrementó a 365 millones la disminución de ocupados y señaló a los jóvenes como los más perjudicados. En una encuesta realizada en mayo advierte de las consecuencias de la crisis para “el bienestar mental de los jóvenes”. Precisa que “alrededor de la mitad de los jóvenes encuestados son vulnerables a episodios de ansiedad o depresión desde el comienzo de la pandemia”.

En este escenario, España está muy mal. En abril, registraba una tasa de desempleo juvenil superior al 33%, el doble que la media europea, solo equiparable a la de Grecia.

Un informe del Banco de España, recogido por este periódico, destacaba el deterioro de la situación de los jóvenes tras la crisis de 2008. Resaltaba el contraste entre el aumento del nivel educativo de las generaciones actuales respecto a las anteriores y al mismo tiempo la disminución de sus salarios. Subrayaba que a partir de la crisis, la moderación salarial afectó a todos los trabajadores “pero resulta más significativa la disminución de salarios medios percibidos por los trabajadores altamente cualificados”. Los esfuerzos de los jóvenes por mejorar la preparación son claramente penalizados. Quizá sería más apropiado hablar de la generación más explotada.

Los autores del trabajo, Sergio Puente y Ana Regil, dudan acerca de si las habilidades concretas de los trabajadores cualificados son acordes con las demandadas recientemente en los puestos de trabajo.

El desajuste entre formación y demandas reales de trabajo está muy relacionado con la falta de calidad de las políticas activas de empleo, a las que se dedicaron más de 54.000 millones de euros entre 2007 y 2015, según el Institut Cerdà. Jordi Mercader, expresidente del INI, impulsor del estudio, considera que en estos momentos de extrema gravedad por la pandemia se moverán todavía más recursos. En su opinión, “la responsabilidad de la clase dirigente que se ocupa de ello ha crecido de forma exponencial”. Ciertamente los empresarios tienen mucho que hacer en todo esto.

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