El coste humano de la relocalización
La concesión de ayudas públicas puede favorecer una fuga de industrias hacia los países de origen como Alemania o Francia
La iniciativa francoalemana de crear un fondo europeo de 500.000 millones de euros para afrontar la pandemia del coronavirus y sus consecuencias es un paso histórico en la integración europea. Lo verdaderamente novedoso, que ha sorprendido a muchos euroescépticos, es que su mecanismo de financiación se basará en el endeudamiento común. El fondo se establece en el marco del presupuesto comunitario, lo que supone que Alemania, como principal contribuyente del mismo, (27%), es el país que carga con más responsabilidades.
Este indiscutible avance hay que situarlo, sin embargo, ante los grandes desafíos de la transformación industrial,acelerados con la pandemia. El documento firmado por Angela Merkel y Emmanuel Macron incluye el plan de “modernizar la política europea de competencia acelerando la adaptación de las normas sobre ayudas estatales y competencia”.
Existe una elevada probabilidad que la concesión de ayudas públicas favorezca una relocalización desigual de las industrias privilegiando a los países donde están situadas las sedes de las empresas fundacionales.Hasta ahora Alemania ha concedido más del 50% de todas las ayudas públicas aprobadas por Bruselas, mientras que las de España representan menos del 2%. Hay un riesgo serio de desindustrialización del sur con un terrible coste humano en materia de empleo.
Carlos Martínez Mongay, ex director general adjunto de la Comisión Europea, advierte de que la modernización de los criterios de ayudas de Estado podría traducirse en “una mayor tolerancia a la profusión de ayudas públicas concedidas a las empresas alemanas”.
El futuro del mapa industrial de Europa es vital para España, sobre todo para el automóvil. Se trata del segundo fabricante europeo, que emplea a 300.000 trabajadores, dos millones de indirectos y exporta el 82% de la producción.
La pandemia ha agravado la crisis preexistente de un sector sumido en una difícil transición hacia la producción eléctrica y una profunda reorganización internacional. En estos momentos, la decidida huelga de los más de 3.000 trabajadores de Nissan en defensa de sus empleos constituye un premonitorio indicador del trastorno que viene. El cierre de la factoría barcelonesa, en medio de la reorganización internacional del grupo Nissan – Renault- Mitsubishi, podría saldarse con traslados de la producción a Renault en Francia. Al tiempo que parte de la producción de Renault en España podría ir al Reino Unido.
Javier Pacheco, secretario general de Comisiones Obreras de Catalunya, considera urgente la acción del Gobierno en Europa para salvar las plantas de Nissan. En su opinión, “es fundamental que las ayudas públicas no se canalicen exclusivamente hacia los países en los que están situadas las empresas matrices. Deben distribuirse y apoyar a toda la cadena de valor que se crea en las factorías en distintos países”.
Europa, con su facultad de autorizar ayudas y fusiones, es el único poder capaz de introducir racionalidad en la reestructuración que viene. La salida de la crisis no solo es cuestión de solidaridad en el pago de las deudas sino que también exige un racional y justo reparto del empleo.
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