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La industria automotriz argentina le tuerce el pulso a la cuarentena

Las líneas de montaje vuelven al trabajo tras el peor abril de su historia

Un trabajador utiliza equipo de protección contra el coronavirus en la línea de montaje de la planta de Volkswagen en Pacheco, a las afueras de Buenos Aires, el 29 de mayo pasado.Foto: FOTO/VIDEO: REUTERS
Federico Rivas Molina

Producción cero. La industria automotriz argentina tocó fondo en abril, el primer mes completo de la cuarentena que rige en el país sudamericano desde el 20 de marzo. Con todas sus fábricas cerradas desde aquel día, de las líneas de montaje no salió ni un solo vehículo, una catástrofe sin precedentes históricos. La semana pasada, poco a poco, han vuelto a la vida bajo estrictos protocolos sanitarios, con un solo turno por día y la producción a un tercio de la capacidad instalada.

En Argentina hay 12 plantas automotrices, algunas de las cuales llevan en el país sudamericano casi 100 años. En 1925, Ford construyó en Buenos Aires su primer modelo T en América Latina. Más tarde se sumaron Volkswagen, Peugeot, General Motors, Citroën y, en los últimos años, marcas japonesas como Toyota, Honda y Nissan. En Córdoba (centro norte) operan Fiat, Renault y los fabricantes de Iveco. Volkswagen produce en esa provincia las cajas de velocidades que equipan sus unidades en todo el mundo, pero los coches los fabrica en una planta en General Pacheco, a 25 kilómetros de Buenos Aires.

Las líneas de montaje se pusieron otra vez en movimiento durante la segunda mitad de mayo, previa presentación de un protocolo sanitario al Gobierno nacional. En General Pacheco, cámaras de calor colocadas en los ingresos miden la temperatura de los 1.300 empleados (sobre una plantilla de 3.500) que han vuelto al trabajo. Los obreros limpian sus manos con alcohol y sus zapatos con lejía. Un vez dentro, reciben un barbijo. “Hemos acordado más de 100 medidas de protocolo con [el sindicato] SMATA. Hubo que hacer un cambio de mentalidad, porque cada uno es responsable. Teníamos un comedor para 500 empelados y eso ya no se puede utilizar de la misma forma”, explica el director de Recursos Humanos de la firma alemana, Darío Carosella.

Volkswagen importó a Argentina los protocolos de su casa matriz y los adaptó a las necesidades locales. La empresa, por ejemplo, debe transportar a sus trabajadores, porque la población tiene limitado el acceso al sistema público para evitar aglomeraciones. La planta también tuvo adaptaciones. En las mesas de descanso se quitó una silla por medio para garantizar la distancia social, las máquinas se sanitizan periódicamente y donde los operarios trabajan cara a cara se colocó un acrílico separador. Las medidas de protección se trasladaron a los proveedores.

El año pasado, salió de General Pacheco el último automóvil familiar. Hoy, toda la producción se concentra en la pickup Amarok, una decisión estratégica en línea con la reconversión de Argentina a fabricante de camionetas y utilitarios. La pandemia encontró a Volkswagen en un plan de expansión, preparatorio para la fabricación de la Tarek, una SUV que se venderá en toda la región a partir de 2021. “Invertimos 680 millones de dólares para la reestructuración de toda la planta. Estamos montando una nueva planta de pintado con base al agua que será única en Argentina”, explica Celso Placeres, director de operaciones. La cuarentena “retrasó los proyectos durante los meses que estuvo parada la fábrica, porque no se pudo hacer nada, pero ratificamos las inversiones”, agrega Angie Stelzer, directora de Asuntos Corporativos de la firma alemana.

El coronavirus es llovido sobre mojado para la industria automotriz argentina. Según datos de la asociación de fabricantes Adefa, en 2013 se produjeron 791.000 vehículos, un hito desde el cual se inició la caída: 617.000 en 2014, 543.467 en 2015, 470.000 anuales entre 2016 y 2018 y sólo 314.000 en 2019. El acumulado de los primeros cuatro meses de 2020 no llega a las 65.000 unidades. El Indec reportó que el sector se derrumbó en marzo, con sólo 10 días de cuarentena, 34% interanual, frente al 17% de la industria en general. En abril, finalmente, llegó el desastre, con producción cero.

“No esperábamos otra cosa de abril. Lo que sucedió es que las decisiones de política económica y política industrial estuvieron sometidas a las políticas sanitarias. Eso significó detener la actividad económica del país, con un costo importante”, dice el secretario de Industria, Ariel Schale. A la salida del túnel está la reactivación de las exportaciones, sobre todo a Brasil, a donde van a parar siete de cada 10 de los automóviles que Argentina vende a terceros países. Mientras tanto, el Gobierno apuesta a incentivar el mercado interno, paralizado tras dos años de recesión. “Tenemos mucho consumo retrasado”, agrega Schale, “y creo que eso será una buena usina para la salida post covid”.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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