Los viejos problemas siguen aquí
La recuperación no solo pasa por contener la sangría de empleo mediante ERTE, sino por reconstruir todo el funcionamiento del mercado de trabajo
Cuando baja la marea se ven las rocas que siempre estuvieron allí. Los resultados de la EPA del primer trimestre de 2020 nos muestran los graves problemas y disfunciones que arrastra el mercado de trabajo español desde hace más de tres décadas.
La gran oscilación del empleo domina todos los resultados. Se ha producido una bajada de la ocupación de casi 300.000 personas. De hecho, la cantidad de personas que salen de la ocupación (1,38 millones) está en la línea de los primeros trimestres de algunos de los peores años de la anterior recesión. A la vez, quienes entran en la ocupación apenas rebasan el millón de personas, uno de los más bajos en el primer trimestre desde 2011. Gran movimiento de salida del empleo y escasa entrada en el empleo: un patrón que conocemos bien de crisis anteriores. Además, estas oscilaciones no incluyen el uso masivo de los ERTE en marzo, que, por las definiciones internacionales, se cuentan como ocupados y que la EPA estima que han aumentado en más de medio millón. Finalmente, no es una sorpresa que la caída de la ocupación se concentre en los trabajadores temporales: otro viejo patrón bien conocido del mercado de trabajo español.
El desempleo ha aumentado en 121.000 personas y la tasa de paro ha subido menos de un punto porcentual. Son incrementos que parecen pequeños a la luz de las anteriores cifras de empleo. Pero los inactivos han aumentado en algo más de 250.000 personas, en torno al doble del incremento habitual en el mismo trimestre en años anteriores. Muchos de estos inactivos son muy parecidos a los desempleados, pues ¿cómo se busca empleo y qué puestos hay disponibles cuando casi todo el mundo está confinado? Por tanto, comienza a acumularse una bolsa de personas sin empleo en un momento con escasas posibilidades de encontrar uno. Tendremos altas tasas de paro que disminuirán más despacio de lo que aumentaron. Otra historia que rima con crisis pasadas.
Todos estos problemas no golpean por igual a todas las generaciones. En especial, tenemos unas generaciones que van a vivir dos grandes crisis en momentos clave de su biografía laboral. Son los que tenían entre 28 y 32 años cuando llegó la gran recesión y que ahora están entrando en los 40. Vieron interrumpida su integración laboral y han tenido importantes problemas para estabilizar sus carreras. Ahora, su posición precaria será la gran debilidad frente a este gran shock, pues, en España, la protección social depende de cómo y cuánto se participa en el mercado de trabajo.
En resumen, los viejos problemas de nuestro mercado laboral siguen aquí. Si cabe, más fuertes que nunca. La futura recuperación no solo pasa por contener la sangría de pérdidas de empleo mediante ERTE, como si esta crisis y sus impactos negativos fueran a ser temporales. También habrá que reconstruir todo el funcionamiento del mercado de trabajo o los viejos problemas se afianzarán aun más en la siguiente crisis.
Miguel Ángel Malo es profesor de Economía en la Universidad de Salamanca
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