Los estragos del empleo temporal
Acabar con la precariedad y temporalidad debe ser la prioridad en los planes de recuperación
La intensidad en la destrucción de empleo derivada de la epidemia de la covid-19 asusta. No tiene precedentes. En Estados Unidos en las cuatro semanas anteriores al 11 de abril se perdieron 22 millones de empleos. Equivale a todo el empleo creado desde 2009. Se trata de un proceso muchísimo más devastador que el sufrido durante la gran Depresión. Entre 1929 y 1933 se fulminaron 8,8 millones de puestos de trabajo, según detalla Josep Maria Vegara, en su completísima Historia del Pensamiento Económico. Un panorama plural. Recuerda que en 1935 el presidente Roosevelt estableció el seguro de paro, que fue el primer alivio social.
Tampoco en España había conocido una hecatombe laboral tan virulenta como la registrada en las dos últimas semanas de marzo en que se liquidaron 900.000 empleos. Funcas prevé la pérdida de otros 750.000 empleos en abril. En toda la serie histórica de la Encuesta de Población Activa, del Instituto Nacional de Estadística (INE), no aparece un periodo tan calamitoso. El peor registro corresponde al primer trimestre de 2009, que experimentó una reducción de 770.000 puestos de trabajo.
Gemma García, profesora de Economía Aplicada de la Universitat de Barcelona, atribuye en buena parte este desastre “al elevado porcentaje de empleos temporales, que son la mayoría de los trabajos perdidos”. “Los empleos indefinidos se salvan con los ERTE (expediente de regulación temporal de empleo), que ayudan a los afectados", precisa. “Estamos igual que en 2009, las reformas laborales no hicieron nada para corregir la temporalidad que es nuestro gran problema”, afirma.
Gemma García y Esteban Sanromá, catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona, investigadores del Institut d´Economia de Barcelona, estiman que la crisis puede suponer la pérdida de 1.270.000 empleos a tiempo completo este año, el 81% en servicios. Su trabajo consideró que el confinamiento sería solo de un mes y medio, hasta el 26 de abril. La posterior ampliación hasta el 10 mayo supondrá peores resultados. Los autores subrayan que las medidas del Gobierno han evitado la destrucción de 300.000 puestos de trabajo.
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha expresado su preocupación por los cinco millones de asalariados, casi un tercio del total, vinculados al turismo, hostelería, restauración y comercio. Los ERTE, que han protegido a más de tres millones de trabajadores, han sido una de las medidas más positivas de esta crisis. El problema es su financiación.
La Unión Europea debate una línea de crédito de hasta 100.000 millones de euros para financiar estas ayudas, pero sigue en el aire. Carlos Martínez Mongay, ex director general adjunto de Asuntos Económicos de la Comisión Europea, advierte de que “hasta el momento este instrumento es una cáscara vacía. Su financiación es con deuda nacional y solo protege los despidos temporales”. De momento, nada de seguro de desempleo europeo.
Acabar con la precariedad y temporalidad debe ser la prioridad en los planes de recuperación. Este es el segundo golpe para una generación de jóvenes que no levanta cabeza desde 2008. Todo tiene un límite.
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