El virus infectó el sueño familiar de salir adelante
Un matrimonio de Cádiz con cinco hijos y con “cero ingresos” pone sus esperanzas en la ayuda estatal para superar el revés del cierre de su bar
Rocío Bazo y César Navarro están bregados en luchar duro para salir adelante. En caer y volver a levantarse después de cada revés. Pero para el matrimonio —dos gaditanos de 34 años y 40 años, respectivamente— la pandemia que azota España ha sido demasiado. Ella apenas duerme y sufre ataques de ansiedad. Él tuvo un microinfarto hace unos días. Justo cuando empezaba a irles bien con el bar que abrieron hace siete meses, la crisis del coronavirus les ha dejado con “cero ingresos”, como asegura la mujer, y a merced de poderse acoger a la renta mínima vital del Gobierno como única salida.
“Me da igual nosotros, mi única preocupación es que mis hijos puedan comer”, explica Bazo a través de una videollamada desde el dormitorio de la vivienda social en la que vive desde 2014 en la localidad de El Puerto de Santa María. Dos dormitorios y apenas 60 metros cuadrados para coexistir confinados con cinco hijos que van desde los 10 meses a los 17 años. “Los pobres lo llevan fatal, como pueden”, asegura la mujer. Pero el hacinamiento no es el peor de los problemas de la familia, desesperada desde que el pasado 14 de marzo se vieron obligados a cerrar el bar que tenían como única fuente de ingresos.
Acostumbrado a trabajar en hostelería “y en lo que haga falta para buscarse la vida en lo que sea”, Navarro decidió dar el salto y emprender con un negocio propio el pasado mes de septiembre. Abrió un bar de barrio en pleno Barrio Alto, una zona popular de El Puerto. Invirtió los pocos ahorros familiares que tenían para arrancar. No fue fácil, pero a base de bebidas y tapas estaba consiguiendo arrimar a su casa “entre 1.400 y 1.700 euros al mes limpios”, según explica. El decreto del estado de alarma que le obligó a cerrar le pilló justo tramitando la instalación de una pequeña terraza y con la idea de abrir un segundo establecimiento en el que trabajase también su mujer.
Todo se truncó ese 14 de marzo. Y fue a peor en los días sucesivos. “El gestor nos dijo que no podemos acogernos a ninguna ayuda de las que se han creado por esto porque mi marido debe dos meses de la cuota de autónomo”, asegura Carmen. Desesperada, pidió una ayuda de emergencia social del Ayuntamiento de El Puerto. Fue un ingreso puntual de 250 euros que, en parte, gastó en comprar cosas de primera necesidad para su bebé. No hay más dinero. “Tengo la ayuda de mi madre y de mi suegra y estoy yendo a por comida a Cáritas y Cruz Roja. No es la primera vez que tengo que hacerlo, pero ahora he tenido que volver”, asegura la portuense.
El matrimonio espera que la ayuda del Gobierno llegue cuanto antes y que, en este caso, sí se puedan acoger. Ya deben recibos de luz y agua y su situación se hace más acuciante cada día que pasa. “A veces me pongo a llorar sin remedio y me tengo que tomar una pastilla. Duermo algo, pero me despierto enseguida y me paso las noches en vela. Estamos super agobiados”, reconoce Bazo. Pero ni ella Navarro son de los que se rinden fácil y tienen previsto reabrir el bar, del que no pagan ahora alquiler gracias a la generosidad del propietario del local. “Soy una luchadora. Creo que vamos a salir adelante. Nosotros, por lo menos, lo vamos a intentar”, tercia con la voz quebrada.
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