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El campo no para: “Garantizamos que la gente pueda comer”

El trabajo de miles de agricultores y ganaderos garantiza el abastecimiento de alimentos. El sector espera que la crisis sanitaria sea un punto de inflexión para que se valore más su labor.

Una mujer recoge fresas en una explotación agrícola de Cartaya (Huelva).
Una mujer recoge fresas en una explotación agrícola de Cartaya (Huelva).JULIÁN PÉREZ (EFE)

Con apenas 18 años, Fernando Serrano lo tiene muy claro. “El campo es el sustento de las ciudades”. Lo dice convencido mientras estudia en un instituto de formación agraria de Málaga con el objetivo de ayudar a su padre en la finca familiar y, en el futuro, sucederle. Es una excepción de un sector que lleva años avisando de la falta de relevo generacional. Y que en las primeras semanas del año ha cortado ciudades y autovías con sus tractores para exigir precios justos y defender el futuro de las explotaciones agrarias. La crisis del coronavirus está consiguiendo lo que ellos no han podido en años: que la ciudad mire al campo y entienda su importancia. El temido desabastecimiento fue solo un mal sueño. “No paramos para que la ciudadanía pueda comer tres veces al día”, dice Ignacio Huertas, secretario general de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Extremadura.

El campo está en plena efervescencia. Las jornadas arrancan antes del amanecer y acaban al anochecer. No hay tiempo que perder. Estos días son cruciales para muchas cosechas en cualquier rincón del país. En El Batán (Cáceres), Juan Francisco González cría terneros. “La ciudad se ha despegado del campo. Y a veces se nos olvida que los alimentos de los supermercados ni crecen ni se crían solos”, dice. Muy cerca, en Miajadas, Óscar Llanos planta tomate, arroz, maíz y patatas. “Garantizamos que la gente pueda comer. Y eso también nos pone en riesgo a nosotros”, recuerda. Como ellos, hay muchos más. Román Santalla tiene un centenar de vacas para leche en Pontevedra, Edu Ausín tierras de secano en Burgos y, así, otros 800.000 trabajadores del sector primario en España. “El campo no cierra porque, además, no puede. Las plantas crecen, requieren tratamiento y los productos maduran”, subraya Juan Marín, gerente de la sociedad hortofrutícola Campo de Lorca (Murcia), especializada en la producción de coliflor y brócoli. Al igual que a los animales hay que alimentarlos o cuidarlos. Además, muchos agricultores ayudan diariamente a desinfectar pueblos con sus tractores y cisternas.

Durante los días previos al estado de alarma las imágenes de estanterías vacías en los supermercados crearon una situación cercana al pánico. Supuso un círculo vicioso en el que más personas se acercaban a hacer grandes compras ante la posibilidad de que no hubiera alimentos para toda la población. El Gobierno avisó de que el desabastecimiento no ocurriría. También asociaciones ganaderas y agrarias o el propio Juan Roig, presidente de Mercadona, que tuvo un poder tranquilizador con apenas cuatro palabras: “El abastecimiento está garantizado”. En unos días, la situación en los supermercados y grandes superficies se ha estabilizado. Organizaciones como la Federación Nacional de Industrias Lácteas y la Asociación de Industrias de la Carne destacan “normalidad” en el suministro. Lo demuestran las estanterías llenas.

Refugio laboral para otros sectores

“Tenemos la responsabilidad de dar de comer a la gente. Y no solo a España. Provincias como Almería o Huelva son la despensa de muchos países de Europa”, insiste Manuel Piedra, secretario general de UPA en la provincia onubense. Allí el sector de los frutos rojos genera casi 100.000 puestos de trabajo de manera directa o indirecta. Unos 19.000 los ocupan en la temporada de fresa que arranca estos días mujeres llegadas desde Marruecos. La crisis del coronavirus ha dificultado su viaje y solo han llegado unas 10.000. Ante la escasez de mano de obra, la organización ha puesto en marcha una iniciativa dirigida especialmente al sector servicios. Una web donde quienes se hayan quedado sin trabajo por el cierre turístico puedan apuntarse para encontrar hueco en el campo. “Queremos poner en contacto a estas personas con los empresarios que les necesitan”, dice Piedra.

La mano de obra es precisamente una de las incertidumbres del sector. “Sería positivo que quien se quede sin empleo pueda venir a las campañas que empiezan pronto”, insiste Ignacio Huertas, que cree que el campo puede ser un refugio laboral igual que lo hizo durante los años más duros de la última crisis económica. También hay dudas sobre si la logística para los suministros (gomas, plantones, abonos, piensos…) seguirá funcionando igual de bien que hasta ahora. Y, sobre todo, el sector denuncia un “galimatías” para saber qué criterio seguir en el transporte de trabajadores, como denuncian desde Asaja. “Hay muchas personas que no tienen carné o vehículo propio”, cuenta José Manuel Márquez, de 58 años, que critica los cambios normativos “diarios” sobre el desplazamiento de empleados, creando grandes dificultades a las 85 familias de la cooperativa de frutos rojos Cuna de Platero, en Moguer (Huelva), de la que es socio. También para miles de explotaciones en todo el país. “Después de esta crisis espero que todos valoremos más las cosas, también la agricultura. Hay que tomar nota y reflexionar sobre qué es lo más importante”, afirma este agricultor.

La estabilidad es básica para el día a día agrario. La inestabilidad solo plantea problemas. En el horizonte, de hecho, comienza a surgir la disminución del consumo. Con la población confinada, sin turistas y con dificultades para exportar, la excedencia es una posibilidad. Por ello, a medio plazo, la sombra de los expedientes de regulación también planea sobre las tierras de cultivo. Mientras tanto, agricultores y ganaderos continúan trabajando a diario en sus explotaciones que surten de alimento al país. Siempre con un ojo puesto en el cielo, porque la sequía es una gran amenaza. Ahora más que nunca.

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