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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Los bancos se toman un respiro

El castigo bursátil ha sido excesivo y, si se rebaja el riesgo político, 2019 puede ofrecer oportunidades

Santiago Carbó Valverde
Una persona maneja un móvil con aplicaciones financieras en diciembre de 2017.
Una persona maneja un móvil con aplicaciones financieras en diciembre de 2017.Jaap Arriens (Getty Images)

No es que haya mucho tiempo para relajarse en los mercados. No obstante, la tal vez excesivamente dramatizada irrupción de los gigantes tecnológicos en el mundo bancario puede no ser tan rápida como en ocasiones se ha vaticinado. Aunque el Banco de Inglaterra haya otorgado a Google una licencia para actuar como operador de pagos en la UE, la intersección entre fintech, bigtechy banca sigue teniendo límites.

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La progresiva implantación desde el año pasado de la Segunda Directiva de Pagos (PSD2) en Europa suponía una forma más “abierta” de hacer banca (open banking) mediante la cual operadores no bancarios podrían acceder a cuentas de entidades de depósito si los clientes lo autorizaban. Un primer corte transversal y profundo en el negocio bancario desde el mundo tecnológico. Pero, de momento, se ha generado más un entorno de cooperación que una excluyente competencia. Gran parte del cambio está por llegar pero las tech pasan por algunas dificultades que pueden dar aire a los bancos para reposicionarse.

Al tiempo que se implanta la PSD2, por ejemplo, también ha entrado en vigor la exigente regulación de protección de datos (GDPR), que pone más coto a quien más lejos había llegado en el manejo de la información personal. Hasta ahora, no han sido los bancos sino las bigtech. Es un momento, precisamente, en el que ese poder de mercado sobre el control de la información de Facebook, Apple, Amazon, Google y Netflix (Faang) no solo irrita a los críticos con la manipulación informativa sino que ha despertado, como nunca hasta ahora, los recelos de los reguladores. Y no solo en Bruselas. También en Washington. A ello ha contribuido la constatación de la capacidad de manipulación electoral, los robos masivos de cuentas personales de algunas de las más destacadas compañías tecnológicas y sus redes sociales y la consciencia creciente sobre el valor de la privacidad. Los inversores son conscientes de que el escrutinio regulatorio sobre las Faang no ha hecho más que empezar. Eso también, junto a otros factores, tiene que ver con la pérdida del 30% de su valor de mercado S&P al final del año pasado.

Los bancos saben que, hoy por hoy, la tecnología de gestión de información de las Faang es insuperable. Se les ha criticado habitualmente que, contando como cuentan las entidades financieras con cantidades inmensas y relevantes de información de sus clientes, no la aprovechen como lo hacen las Faang. Parte del problema es de falta en ciertos casos de despabile tecnológico, pero también de una mayor presión regulatoria y conciencia adquirida por la experiencia sobre la necesidad de preservar la privacidad. Puede que el campo de juego esté más equilibrado de lo que parece, aunque el modelo bancario de servicio sigue abocado a un cambio de estructura que se prolonga mucho más allá de una reestructuración poscrisis. Hay que tener en cuenta, también, que el castigo bursátil sobre la banca europea ha sido excesivo en 2018 y si se rebaja el riesgo político, 2019 puede ofrecer oportunidades para el sector bancario continental.

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