Renovación avícola
Hubo un tiempo, allá por la época de Miguel Boyer como ministro de Economía, que el pollo era el enemigo público de la estabilidad económica española. El precio de su carne experimento una súbita y persistente subida, lo cual provocó una especie de pánico en las autoridades económicas, sensibilizadas con los precios (los gravísimos desequilibrios voluntariosamente corregidos por los Pactos de la Moncloa todavía estaban presentes en España), y causó una masiva importación de carne de pollo para apagar el incendio. El susto se produjo durante un verano ‘avícola’ y sirvió para conformar que en materia de estabilidad económica no hay enemigo pequeño. La carne de pollo es esencial en la estructura del consumo doméstico. Es una proteína animal barata (desde luego, más barata que la carne de vaca o cerdo), ocupa un lugar importante en los hábitos de consumo, y está establecida como una producción industrial de importancia en España, con capital nacional casi en su totalidad. Pero ha aparecido un factor que exige al menos un proceso de adaptación, es decir, de inversiones: la presión de los grupos de defensa de los animales se ha concretado en la petición de que la producción de huevos, por ejemplo, proceda de ‘gallinas felices’. La industria ha llegado a un cruce múltiple de caminos y tiene que tomar decisiones sobre un fundamento estadístico claro: el consumo de la carne de pollo en hogares desciende, y la demanda no cae porque la restauración y el turismo la sostienen.
El primer cruce de caminos está en lo que quiere ser o puede ser. Tiene la opción de elegir entre una vía de producción de más calidad, con modelos de denominación de origen similar al francés, cuya implicación evidente es la producción más artesana y más lenta de carne y huevos, o bien mantener un modelo industrial vertical, de gran producción. La primera opción lleva a un aumento de precios, la segunda a pelear en el mercado por un consumo masivo. Las opciones son teóricas, por supuesto; será necesario mantener una base de producción elevada por exigencia del consumo masivo. Esta opción incluye el desvío natural hacia los productos ecológicos. Van implícitos en el intento de elevar los precios en al menos un segmento de la producción. La ecología ha llegado con poco ímpetu a la producción alimentaria española y el pollo no es una excepción. Los que debería constituirse en un factor para ampliar el mercado de forma significativa, en España es raquítico.
Para el consumidor, lo deseable es que se mantenga una producción de precios bajos al consumo. Pero hay implicaciones sanitarias que deben resolverse al margen de las opciones financieras e industriales. Se trata de si debe ponerse en marcha un proceso para reducir o hacer desaparecer los antibióticos y racionalizar las procesos de engorde de forma que sean de duración más larga. La cuestión planteada es hasta qué punto un cambio o mejora en estos procesos se traduciría en un aumento de los precios que tuviera un efecto importante sobre el consumo. A pesar de su importancia objetiva en la estructura de consumo, el mercado avícola tiene importantes carencias en la definición industrial y competitiva del negocio. Ya no se trata solo de producir más y a precios más bajos, porque el entorno financiero de la producción puede variar de forma significativa a medio plazo; se trata de saber si las opciones de renovación en el mercado están claras y en que plazo pueden ponerse en práctica.
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