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La construcción de vivienda social cae hasta niveles de los años 50

Las Administraciones entregaron menos de 5.000 pisos en 2017 pese a que hay más de 400.000 solicitantes de casas protegidas

Lluís Pellicer
Bloque de viviendas protegidas en Madrid.
Bloque de viviendas protegidas en Madrid.Uly Martín

La construcción de vivienda protegida fue la gran víctima de la recesión y los recortes presupuestarios, pero sigue hundiéndose a pesar de la recuperación económica. El año pasado solo se entregaron las llaves de 4.938 pisos sociales en toda España, según el Ministerio de Fomento. Esa cifra supone apenas un 9,2% de todas las viviendas terminadas. El volumen de pisos construidos es el más bajo desde la década de 1950. La parálisis en la promoción de vivienda pública se produce cuando las listas de solicitantes no hacen sino crecer. Al menos 400.000 personas aguardan por una casa asequible.

Úrsula Moreno, de 44 años, hace diez años se apuntó en el registro para pedir una vivienda de protección oficial (VPO) de L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona). Llegó la crisis, se quedó en el paro y con dos hijos no pudo afrontar el alquiler de 850 euros de su piso en el barrio del Gornal. “No hubo manera”, resume. Su situación empeoró y su expediente pasó a la Mesa de Emergencia, que atiende a las personas que se quedan sin posibilidades de acceder a un piso. “Decidí ocupar un piso protegido que llevaba mucho tiempo vacío a la espera de que el Ayuntamiento me asigne una vivienda. Con todos los suministros a mi nombre, eso sí”, puntualiza.

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La urgencia de miles de familias que se quedaron sin trabajo o incluso perdieron la casa no se tradujo en un incremento del parque de VPO. En anteriores crisis, los gobiernos habían desplegado planes de vivienda protegida, que servían para paliar las situaciones de emergencia y actuaban como amortiguador para las inmobiliarias ante el parón del mercado libre. Sin embargo, los ajustes presupuestarios se han cebado esta vez con las políticas de vivienda.

Esta vez ha ocurrido todo lo contrario. Desde el pinchazo de la burbuja en 2008 —ese año construyeron 68.587 pisos sociales— las entregas de VPO han caído el 93%. El desplome es especialmente acusado a partir de 2012, hasta llegar a los 4.938 pisos del año pasado. Es la cifra más baja de toda la serie del Ministerio de Fomento, que se remonta a 1991.

Sin embargo, es también el peor dato desde la década de 1950, según un estudio sobre el parque de vivienda pública elaborado por la economista y exsecretaria de Vivienda Cataluña Carme Trilla y el arquitecto Jordi Bosch para la Fundación Alternativas y Fundipax. “En estos años la VPO prácticamente ha desaparecido del sistema de vivienda español”, afirma Trilla.

El estudio señala que hoy se requerirían 1,5 millones de viviendas de alquiler asequible para “reconducir” las formas de “exclusión residencial” que se derivan de la “falta de solvencia de muchos hogares”. El grueso de esa demanda (1,3 millones) corresponde a familias que destinan más del 40% de sus ingresos a la vivienda, pero también entran en el cálculo jóvenes que no pueden emanciparse y gente desahuciada o que duerme en la calle.

Listas de demandantes

Para ceñirse a un dato más objetivo, el informe señala que en las listas de demandantes de VPO hay al menos 400.000 personas. Ese registro no hace sino crecer, como se desprende de las listas de Andalucía o Cataluña, que hacen pública esa estadística. Y sin embargo, España no cuenta con suficientes viviendas para atender a todos esos ciudadanos. De acuerdo con la Federación Europea de Vivienda Pública, Social y Cooperativa, en España los pisos sociales en alquiler constituyen solo el 2,5% del parque de vivienda. Esa proporción está a años luz de Holanda (30%), pero también de Dinamarca (20%), Suecia (19%) o Reino Unido (17,6%).

La escasez de vivienda protegida se debe, explica Trilla, a la falta de presupuesto de los últimos años y a que gran parte de las viviendas pasan al mercado libre al cabo de un tiempo. “Las descalificaciones impiden tener un parque estable y que haya rotación en función de las necesidades de los ciudadanos. Y así, cada vez que hacemos un plan o se construye estamos empezando de cero”, explica Trilla.

Falta de ayudas

Los promotores coinciden en que en los últimos años la promoción de viviendas ha caído en picado por la falta de presupuesto estatal, pero también de financiación bancaria. “No se han dado las circunstancias para hacer pisos sociales de compraventa porque se retiraron todas las ayudas para promotores y compradores. Y el mercado de alquiler ha resultado complejísimo porque no ha habido ni subvenciones ni préstamos bancarios”, explica Juan Antonio Gómez-Pintado, presidente de la patronal inmobiliaria APCE.

Tras varios años sin ayudas para la VPO, los Presupuestos para el año que viene incluyen una partida de 350 millones que, entre otras muchas cosas, servirán para financiar pisos sociales de alquiler. Los promotores advierten de que esa cantidad es insuficiente, puesto que deberá repartirse entre todas las comunidades y, además, contiene ayudas ya comprometidas en planes antiguos. De hecho, el grupo parlamentario socialista estimó que para iniciar 5.000 viviendas en un año se requerían 400 millones.

Esa falta de partidas para VPO ha llevado a muchas comunidades y ayuntamientos a poner en marcha planes de vivienda usando recursos propios, como los anunciados recientemente en Cataluña o Baleares. En esta última, por ejemplo, en los últimos tres años solo ha entregado 14 pisos protegidos, de acuerdo con las estadísticas de Fomento. El año pasado, por ejemplo, no dio ninguno. En Barcelona, el gobierno de Ada Colau obligará a todos los promotores a reservar para VPO un 30% de los nuevos edificios que se levanten o rehabiliten.

A diferencia de la época de la burbuja inmobiliaria, ahora sí hay terrenos disponibles para pisos sociales. “Sí hay reservas de suelo. El problema es que sin ayudas al promotor ni al comprador, no hay incentivos para desarrollarlos”, sostiene Trilla. Los promotores lo confirman. “Las reservas están. En algunos casos se han reducido, pero están ahí”, añade Gómez-Pintado.

Así que esos suelos permanecen sin desarrollarse. Los ayuntamientos han recurrido a las cesiones de pisos de la banca, pero las entidades que luchan por el acceso a la vivienda las consideran insuficientes para rebajar la lista de demandantes y que no se repitan situaciones como las de Úrsula Moreno, quien, tras diez años, aún no ha conseguido una vivienda pública.

La evolución de la VPO

El estudio El parque público y protegido de viviendas en España: un análisis desde el contexto europeo, de Carme Trilla y Jordi Bosch, muestra cómo la vivienda protegida empezó a tomar empuje a partir de los años cincuenta. Entre 1957 y 1989 cada año se terminaban más de 100.000 VPO en España. A partir de entonces, empezó a perder fuelle, si bien fue a partir del ciclo expansivo comprendido entre 1997 y 2007 cuando el mercado se dedicó sobre todo a los pisos de precio libre.

A diferencia de la crisis de entre 1993 y 1995, cuando la VPO ganó peso y compensó la caída de la vivienda libre, tras el estallido de la burbuja en 2008 no ha hecho sino bajar tanto la producción como la cuota de la VPO. En términos relativos, 2002 y 2003 fueron peores que 2017, pero no en absolutos, puesto que entonces se construía 10 veces más VPO que ahora.

El Gobierno de Mariano Rajoy optó por afrontar el problema con el Fondo Social de Viviendas, al que los bancos debían ceder pisos para hogares víctimas de los desahucios. En seis años las entidades financieras apenas han aportado 9.866 pisos. Desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), Lucía Delgado recuerda que esas cesiones son temporales, por lo que no contribuyen a crear un “parque estable de vivienda pública”. “El descenso de las partidas presupuestarias y las cesiones insuficientes de la banca lo impiden”, afirma.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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