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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Caudillo les precedió

El precedente de una estrategia tan hostil al interés de los catalanes como la del Govern se encuentra en la política económica desastrosa de los diferentes gobiernos de la dictadura del general Franco

Xavier Vidal-Folch
Banderas independentistas frente a la sede de la Generalitat en Barcelona.
Banderas independentistas frente a la sede de la Generalitat en Barcelona.Sean Gallup (Getty Images)

La vicepresidencia económica de la Generalitat propugnó "generar inestabilidad política y económica"; preparó la "guerra o guerrilla" económica contra el Estado; organizó una huelga general el 2 de octubre y despreció los avisos de los banqueros de que si proseguía el rupturismo deberían cambiar de sede (Junqueras, el delito de lesa patria catalana, EL PAÍS, 19/10).

Iniciado el éxodo empresarial, lo desacreditó en La situació de l’economia en un Estat català: "No hay ningún motivo para que las empresas marchen", sostuvo.

Y minimizó el efecto de los traslados de sedes sociales: "No tiene efectos reales sobre la economía". Despreciaba que tras las sedes sociales se iban las fiscales, y con ellas, parte de las direcciones. Quizá algún día las sedes operativas y fabriles. Y que se paralizarían inversiones, y caería el PIB.

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El resultado es que mucho de lo esencial se ha ido: seis de las siete del Ibex, bancos, alimentarias, editoriales, cementeras, seguros, tecnológicas. ¿Goteo? No. Hemorragia.

¿Hay precedente de una estrategia tan hostil al interés de los catalanes como la del Govern? Sí. Lo fue "la política económica desastrosa de los diferentes gobiernos de la dictadura del general Franco", que entre otros efectos provocó que "las grandes empresas españolas tengan el centro de decisión fuera de Cataluña y es allí donde tienen el corazón y el alma", resumió Francesc Cabana (Allò que cal saber de l’economia catalana, Millarès, 1990).

La diferencia es que hoy los intelectuales orgánicos del nacionalismo callan o centrifugan culpas; mientras que incluso entre los franquistas hubo voces críticas.

Como la del ministro Pedro Gual Villalbí, quien se mostró contrario a la "política de dislocación de los grandes centros industriales" catalanes (Dónde y cómo se emplazarán las industrias, 11/5/1944).

"Difícilmente se dan instalaciones nuevas ni se permiten ampliaciones, frente a las facilidades en cualquier otra provincia, como si hubiese dos medidas de España: una para los catalanes y otra para los demás", protestaba en 1957 a Su Excelencia el alcalde franquista de Sabadell José María Marcet (Albert Ribas, L’economia catalana sota el franquisme, Edicions 62, 1968).

El régimen presionó incluso para que la SEAT no se instalase en Barcelona en 1950 (Faustino Miguélez, SEAT, la empresa modelo del régimen, Dopesa, 1977).

Así que, al final del recorrido, "los presidentes de los grandes bancos de España tenemos más influencia en las cosas de Cataluña que cualquier catalán, por elevada que sea su posición", reconocería el que lo fuera del Banco Central, Ignacio Villalonga (Actualidad Económica, 13/1/1968).

Todo eso, arduamente, se corrigió. Con esta Generalitat vuelve la era del Caudillo.

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