Ryan Avent: “La renta básica es el desarrollo lógico de la sociedad”
El periodista de ‘The Economist’ reflexiona sobre los apremiantes retos que genera la robotización y el papel clave que deberá jugar la renta universal
Ryan Avent (Carolina del Norte, 1979) está convencido de que la revolución tecnológica generará una sobreabundancia de mano de obra. Este periodista de The Economist teoriza sobre el asunto en su ensayo La riqueza de los humanos (Ariel) y piensa que la transformación puede llegar más pronto de lo esperado: “El ritmo de cambio es tan acelerado que hoy hasta la franja más joven de la población activa recuerda un mundo distinto”, escribe en su libro. Ese exceso de mano de obra, en su opinión, forzará un cambio en la valoración social del trabajo, uno de los dos pilares fundamentales en las sociedades modernas junto a la familia. Avent sostiene que las tareas remuneradas perderán peso e importancia; por tanto, hay que buscar instrumentos para un reparto de la riqueza más equitativo. Si no, el conflicto estará servido.
PREGUNTA. La lucha de clases está muy presente en su análisis. ¿Es usted marxista?
RESPUESTA. El análisis de Marx es inteligente, apunta a cuestiones sociales endémicas al capitalismo. Pero yo no abogaría por sus soluciones. Hay que ver las divisiones de clase como algo que importa: cuando hay niveles de desigualdad, eso genera inevitablemente tensiones.
P. ¿Va a haber menos empleo con la revolución tecnológica?
R. No debemos esperar que la automatización lleve a un paro masivo. Habrá mucha competencia para conseguir trabajos con salarios bajos. Pero si respondemos a esta crisis permitiendo a la gente tener menos trabajo y con más redistribución, entonces puede que no necesitemos el ingreso del trabajo para sobrevivir. Dependerá de si podemos encontrar una manera socialmente aceptable para reducir el papel del trabajo en nuestra sociedad.
P. El FMI planteaba hace meses que la tecnología aumentaría las desigualdades, y tal vez ha llegado el momento de plantearse quién debe ser el dueño de los robots.
R. No es necesario centrarse en quién es el dueño de las máquinas. Más bien se trata del poder para manejar los equilibrios del mercado, para controlar un recurso, para evitar la competencia. Lo que tiene sentido es que la riqueza que generan las tecnologías sea realmente social. Todo el mundo merece una porción de los beneficios, sean estos generados por robots o por otros mecanismos. No basta con decir que las personas deben poseer una parte de los robots o de la empresa propietaria.
P. ¿Cómo debe repartirse esa porción de los beneficios?
R. La renta básica universal es el desarrollo lógico de los cambios futuros en el Estado de bienestar.
P. ¿No cree injusto que quien no trabaja perciba una renta básica?
R. Nadie ha pedido nacer, ni hacerlo en las circunstancias que lo ha hecho. Pero todos somos humanos y tenemos derecho a una porción de la riqueza lograda por los avances colectivos. Facebook no hubiera sido posible sin siglos de mejoras institucionales y de desarrollo tecnológico. Tiene que haber un consenso social sobre qué es justo o la sociedad se puede desmoronar. Si le niegas a la gente algo como una renta básica y no pueden encontrar un buen trabajo para vivir, con el tiempo dirán que no pueden soportarlo más y habrá una revolución. Hay que asegurarse de que todos se beneficien, y esa es una manera muy atractiva.
“Hace 50 años en EE UU había menos desigualdad y la economía funcionaba. La gente no necesita poder ganar dinero sin límites”
P. ¿Y qué incentivos hay para trabajar?
R. No solo debemos pensar en los incentivos del trabajador, también hay que hacerlo en los del empresario. Cuando tenemos una abundancia de trabajadores que están dispuestos a trabajar por un salario muy bajo, las empresas no tienen incentivos para aumentar la productividad. Esa renta básica daría a los trabajadores la capacidad de renunciar a trabajos malos y restauraría parte del equilibrio. No se trata de eliminar la desigualdad por completo. Debe ser posible que las ideas y los logros excepcionales y las personas responsables también tengan una retribución excepcional. Hay que encontrar las reglas para motivar a las personas, para que participen y que creen tecnologías, aunque no vayan a amasar una fortuna de 80.000 millones de dólares.
P. Dice que “nadie merece ser pobre, nadie merece ser arbitrariamente rico”. ¿Habla de Gates, Bezos, Ortega?
R. Yo no diría que son arbitrariamente ricos. No es que Zuckerberg estuviera sentado en su casa y se encontrara una compañía millonaria. Él está ahí por su trabajo y su habilidad como empresario. No debemos quitarle mérito. Pero hace 50 años en EE UU había menos desigualdad y la economía funcionaba. La gente no necesita la posibilidad de ganar dinero sin límites. Es disruptivo que haya unas pocas personas con tanto dinero. Si aceptamos esto, podemos cambiar la organización de la sociedad para aumentar la competencia y gravar más a los ricos.
P. Sostiene que esto depende más de la política que de la economía.
R. He sacado muchas lecciones de la revolución industrial y de cómo se superaron aquellos retos. Hubo movimientos sociales que lucharon para ganar el derecho a sindicarse, se crearon partidos laboristas y se convenció a los demás de que necesitábamos un Estado de bienestar.
P. Hubo una lucha social y política, claro, pero también dos guerras mundiales, el bloque soviético y partidos comunistas fuertes en la segunda mitad del siglo XX en países como Francia o Italia.
R. Hay investigaciones que concluyen que el Estado de bienestar fue una respuesta a la amenaza de la revolución. Y puede ser que la persuasión no sea suficiente para lograr que las personas con poder y dinero cedan, y que sea necesario ejercer poder político para forzar una mejor redistribución de recursos. No tengo claro qué circunstancias desencadenarían este tipo de reacción del poder político. Pero si nos fijamos en el pasado, hay que reconocer que el Estado de bienestar llegó tras las catástrofes de los años treinta y cuarenta. Esta es una lección que debemos aprender.
P. ¿Ve ese riesgo ahora?
R. Es posible aprender del pasado, pero no basta. Hay que tener buenas ideas para reemplazar a las malas. Y también hay que construir ese consenso para poner esas buenas ideas en su sitio. Estaría bien que Donald Trump perdiera las siguientes elecciones, pero para resolver el problema, la economía americana y sus instituciones necesitan reformas importantes.
P. Habla de reformas, pero usted dice que no son las reformas, sino el capital social lo que hace que las cosas funcionen.
R. Sí, es verdad. En torno a estas instituciones hay un consenso social sobre cómo hacer las cosas. Un motivo por el que digo que este proceso será largo es que la evolución del capital social será lenta. Hay personas que piensan que el trabajo pagado es fundamental en la estructura de la sociedad. Para nosotros es muy difícil imaginar un mundo en el que hay una renta básica y la gente no tiene que trabajar. ¿Cómo puede ser eso justo? Pero para nuestros hijos y nuestros nietos puede ser una idea mucho más normal.
P. La última frase de su libro afirma que la solución pasa por ser “tan generoso como se pueda”. ¿No es un poco ingenuo?
R. Sí, lo es. Es completamente irreal y, sin embargo, pienso que es la única forma de solucionar este problema. Si la tecnología va a reemplazar el trabajo de la mayoría de la humanidad, la tecnología es un recurso del que toda la humanidad es heredera. Así que podemos pelearnos por ello o buscar la manera de compartirla equitativamente.
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