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Exportaciones con fronteras

Terceros países ponen barreras artificiales a la entrada de varios productos

Clientes en una charcutería en la tienda GUM de Moscu con jamones ibéricos en el expositor.
Clientes en una charcutería en la tienda GUM de Moscu con jamones ibéricos en el expositor. ELÍAS AMOR

La exportación de productos de alimentación y bebidas ha experimentado en los últimos años un crecimiento espectacular, batiendo todos los récords para colocarse a la cabeza de las ventas en el exterior por delante del sector de la automoción. El conjunto del sector agrario y alimentario exportó en 2011 por valor de 31.300 millones de euros, con un incremento del 8% sobre el año anterior. Solo en la industria alimentaria, las ventas en el mismo periodo ascendieron a 19.420 millones de euros, con un incremento del 11,9% sobre 2010 y del 35% sobre los cinco años precedentes. Esta evolución se ha mantenido en el primer semestre de este año, en el que las industrias alimentarias exportaron por valor de 9.203 millones, con un aumento del 11,45% sobre el mismo periodo del 2011

Todos los datos asocian el ritmo de las exportaciones alimentarias españolas con una actividad de éxito. La tasa de cobertura es del 106% y se mantiene en positivo desde 2009. España tiene unos niveles de crecimiento muy superiores a los franceses o italianos. Francia sigue líder en el ámbito comunitario con el doble de ventas que España, que se acerca más a las cifras de Italia.

Pero por debajo de esta avalancha de éxitos existen problemas, palos en las ruedas de los empresarios españoles, actuaciones o amenazas que ponen en peligro el futuro para el sector sin que desde la Administración comunitaria, en primer lugar, y la española se adopten las medidas necesarias para evitar la implantación y el mantenimiento de esas barreras.

Unos países blindan sus mercados con controles y razones fitosanitarias

En aceite de oliva, las actuales exportaciones de aceite siguen la línea ascendente de los años anteriores, apoyadas en los precios a la baja en origen y su correspondiente repercusión en la industria. En la última campaña, las ventas ascendieron a unas 872.000 toneladas, un volumen superior a las buenas cosechas españolas de hace una década y a la que se prevé para esta campaña.

Hay mercados importantes, como el de Estados Unidos, con unas ventas de unas 270.000 toneladas, de las que oficialmente unas 52.000 son españolas y donde se han desarrollado diferentes iniciativas para frenar la entrada de aceite comunitario con el objetivo de defender y potenciar a sus olivareros. Otro volumen muy elevado de las importaciones a ese país también son de aceite español exportado a granel a Italia y, en parte, comercializado con marcas como Bertolli o Carapelli, hoy propiedad del grupo español Deoleo (Carbonell). En este mismo contexto se halla el intento actual de aplicar un panel de cata no reconocido por el Consejo Oleícola Internacional o el desarrollo de nuevas disposiciones para establecer trabas burocráticas y más controles y análisis en frontera.

En una línea similar se hallan las autoridades australianas, igualmente con el objetivo de defender las producciones de aceite propias frente a las importaciones. En otros países sudamericanos como México, Perú o Argentina —en este último, caso con unas plantaciones olivareras en expansión—, el aceite de oliva español sufrió las barreras arancelarias, lo que supuso una caída en las ventas en un mercado del que se esperaban importantes avances y que hoy se da por perdido.

Otros se limitan a imponer tasas para defender sus producciones

En el vino, el sector ha seguido una escalada similar al aceite en las ventas en el exterior hasta batir todos los récords, con unas exportaciones en 2011 de 22,3 millones de hectolitros frente a un consumo interior de solo unos 10 millones de hectolitros.

Como en el aceite de oliva, una asignatura pendiente del sector es la reducción de las ventas de graneles, que hoy suponen el 50% de ese volumen, y, sobre todo, que parte de ese vino barato exportado a menos de 0,40 euros el litro vaya a manos de industriales italianos o franceses para cubrir sus carencias en campañas cortas. Con este vino atienden sus necesidades en los mercados nacionales o de otros países haciendo competencia a los vinos que se venden oficialmente como españoles.

El enemigo en casa

Además de los problemas que plantean terceros países para el acceso de las producciones alimentarias a sus mercados, el sector tiene también sus propias dificultades en casa a la hora de acometer las operaciones de exportación.

Uno de los problemas más importantes denunciados por el sector ha sido la no existencia de la necesaria coordinación entre los organismos de las diferentes Administraciones. En los últimos meses se han mantenido numerosas reuniones entre los ministerios de Agricultura y Comercio para superar ese escollo. Desde Atocha, la secretaria general de Agricultura, Isabel García Terina, pilota un plan para la internacionalización de la industria alimentaria.

Desde la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas se plantea una actuación desde la Administración que tenga más en cuenta la posición del sector, dado que cada día aporta más recursos propios para esos fines. Las empresas apuestan por potenciar la marca España, la utilización de la trilogía, turismo, alimentación y gastronomía, y que se cuide la imagen de los productos en el mercado interior. No se puede hablar de aceite de oliva como un producto exclusivo y caro en el exterior, cuando en España es reclamo barato de la cesta de la compra. Y eso lo ve un turista. El sector y la administración agraria están de acuerdo en la necesidad de una mayor formación, asistencia a las ferias y que las oficinas comerciales actúen como auténticas embajadas de los productos alimentarios.

Como apoyo a la exportación, las empresas prefieren incentivos fiscales, desgravaciones y ligar el desarrollo de la marca España más al turismo y a la gastronomía.

Los objetivos del sector se centran en mantener los mercados maduros con precios más elevados, crecer en los mercados emergentes y abrir nuevas vías en países que pueden ser apuesta de futuro en Asia y África.

Hoy, desde el Observatorio Español de los Mercados del Vino se prevén nuevas dificultades para acceder al mercado canadiense, donde funciona un sistema de monopolio oficial para las importaciones. Brasil es uno de los países en los que se temen problemas ante la posibilidad de que se aplique un contingente de entrada en función de su demanda y sus producciones propias, además de que se impongan nuevos aranceles. Más impuestos se temen también para acceder al mercado ruso, y no se descarta tampoco una medida similar en el mercado naciente chino, además de la aplicación de mayores controles disuasorios.

En el caso del vino, el hecho de estar integrados en la Unión Europea supone un hándicap en relación con las actuaciones que puedan hacer terceros países para potenciar sus exportaciones. Uno de los casos más significativos sería Chile. El país sudamericano ha suscrito acuerdos bilaterales con otros países donde el vino ha sido moneda de cambio para el acceso a su mercado de otros productos. Esto es algo que no puede hacer España en el marco comunitario, dado que cada país tiene intereses y mercados diferentes.

En frutas y hortalizas, España ocupa el liderazgo indiscutible en el seno comunitario, con más de 10 millones de toneladas y una facturación de unos 8.500 millones. Sin embargo, no sucede lo mismo con terceros países, sobre todo con los más industrializados, donde sería posible exportar con buenos precios. Para la Federación Española de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas (Fepex), desde la Unión Europea no solo no se han hecho los esfuerzos necesarios para abrir nuevos mercados, sino que tampoco se han puesto medidas para evitar que se pongan barreras artificiales, especialmente con razones fitosanitarias, como sucede con los cítricos en Estados Unidos o Japón.

Las carnes no escapan a la existencia de esas barreras artificiales, tanto en fresco como para los productos elaborados. Con la secuela de las vacas locas de hace una década como argumento, Estados Unidos y Japón siguen cerrados a las carnes de vacuno. Colocar un jamón u otro producto curado en Estados Unidos ha costado millones de inversiones en nuevas instalaciones supervisadas por técnicos de ese país, barreras que existen igualmente en varios países centro y sudamericanos como Chile, Argentina o México. Rusia impone trabas fitosanitarias con analíticas más exigentes a las que existen en la UE, y China podría exigir en el futuro la homologación, según sus criterios, de las instalaciones cárnicas. Ha abierto el mercado a productos curados, pero, sin embargo, mantiene trabas a los cocidos.

Desde Conxemar, en el sector del pescado, Rusia o China ponen dificultades analíticas para evitar residuos radiactivos o de metales pesados.

Estas dificultades en aumento han llevado a muchas empresas a impulsar producciones propias en los países donde hoy exportan. Según los datos de una encuesta realizada para Fiab entre 223 empresarios que operan en esos mercados, existe una clara tendencia a instalarse en el exterior para evitar estos problemas, bien con la construcción de plantas o con la compra de fábricas y el desarrollo de planes de expansión con socios locales.

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