Las condiciones son de chicle
Incluso los rescates suaves exigirán al rescatado cumplir condiciones duras. El enfoque político estriba en que requerirán una “estricta y efectiva condicionalidad”, acuña Mario Draghi. Porque “el control y la ayuda, o el control y las condiciones, van de la mano”, argumenta Angela Merkel.
Condiciones, sí, pero, ¿nuevas, adicionales a las ya asumidas? Lo explican con más detalle los comisarios. “Prácticamente todas las condiciones que se puedan imaginar” ya están en las recomendaciones anuales de la Comisión y en los 32 mandatos del MoU o Memorandum of Understanding del 9 de julio que plasma el rescate bancario, precisa Joaquín Almunia. Y aquí viene el truco florentino, que airea su colega Olli Rehn en Il Sole del domingo: el nuevo MoU “se basaría” en esas recomendaciones “y no habría nuevas condiciones”, sino mecanismos para aplicarlas de “modo eficaz”. Así, “sería más preciso, prevería una lista de medidas prioritarias y un calendario claro”, bajo una “vigilancia reforzada”.
O sea, no habrá nuevas condiciones adicionales a las de julio, pero las habrá. Como las meigas. Pues un calendario más apretado, una interpretación con más aristas, un énfasis aquí, un detalle allá que pasa a prioritario, una actualización a la coyuntura cambiante, unos rígidos deberes pautados de informar, todo eso constituye de hecho o puede abrir paso a condiciones novedosas, por más que formalmente no lo parezcan. Hasta el apartado 1.6 del anexo del MoU de julio recuerda que podrán añadirse en cualquier momento “ulteriores exigencias“ informativas.
En todos los rescates, la recesión impide reducir el déficit, lo que precipita sacrificios no previstos
Incluso aunque el rescate pudiese funcionar teóricamente a tope, la recesión retranquea sus resultados, impide reducir lo bastante el déficit. Por eso la historia de los anteriores rescates es la de una condicionalidad variable y creciente, que se estira como el chicle para acomodarse a la coyuntura adversa. Portugal acaba de pegar otro sablazo a sus trabajadores (aumentando la cuota obrera del seguro), con o sin presión de Bruselas. Y a veces el chicle llega al ridículo, como con la propuesta de la troika de aumentar a seis días la jornada laboral en Grecia. Atención: esto no es un alegato contra cualquier rescate, sino contra los mal diseñados y contra la ingenuidad de pretenderlos incondicionales.
En vísperas de un eventual rescate global a España, conviene aplicar el viejo lema de la fiesta del té bostoniana, “no taxation without representation”: ni recortes ni rescates sin pasar por la Cámara. Merkel informó con antelación del rescate bancario español al Bundestag, que lo discutió y aprobó. El Congreso español, nada. Que no se repita. Aprendamos en esto de Alemania, cuyo —muy nacionalista y eurorreceloso— Tribunal Constitucional dictó ayer su quinta sentencia sobre el proceso de la unión monetaria. Es falso que Europa se construya contra la democracia, pero lo hace casi solo con el concurso de la democracia nacional... de algunos países. No del nuestro.
Consideren una nueva propuesta, formulada por Jean-Claude Trichet en Il Sole, el sábado. Trichet relanzaba su idea de un ministro de Hacienda europeo, pero ahora facultado para quitar toda competencia presupuestaria a los Estados incumplidores, aunque siempre con el apoyo de la Comisión, el Consejo y el voto del Parlamento europeo, y del nacional afectado, aunque este sin capacidad de dirimir. Menos despotismo de los Gobiernos y más votaciones.
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