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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por una senda estrecha

Los Presupuestos van en la buena dirección, veremos si la Providencia está al quite

José Luis Leal
Rafael ricoy

El Gobierno ha presentado, al fin, los Presupuestos para este año. Ha sido un parto largo y difícil tras las sospechas de electoralismo por la fecha elegida para hacerlos públicos y por la creciente desconfianza de los mercados hacia los países periféricos de una eurozona que atraviesa por una grave crisis de liderazgo.

La Administración central deberá reducir su déficit desde el 5,1% del PIB en 2011 hasta el 3,5% este año, y la Seguridad Social deberá cerrar el año en equilibrio tras haber registrado un ligero déficit en 2011. Según el documento presentado el 30 de marzo, a la reducción prevista del déficit del Estado del 1,6% del PIB hay que añadir los gastos ya comprometidos, que suman un 0,9% del PIB, por lo que será necesario obtener 2,5 puntos de PIB de reducción del déficit. Esto se conseguirá por un aumento de los impuestos del 0,8% del PIB y un ajuste de gastos del 1,7%, cuyo eje esencial será el recorte de casi el 17% de los presupuestos de los Ministerios. Pero la Administración central y la Seguridad Social son solo una parte del conjunto: faltan las comunidades autónomas y los Ayuntamientos. Para las primeras se prevé una reducción de su déficit de 1,4 puntos de PIB, desde el 2,9% de 2011 hasta el 1,5% previsto para este año. Por lo que se refiere a los Ayuntamientos, el ajuste será de una sola décima, hasta el 0,3%.

La primera pregunta que cabe hacerse es la de si el ajuste propuesto será suficiente para cumplir con el compromiso de rebajar el déficit del conjunto de las Administraciones públicas hasta el 5,3% acordado con Bruselas. Con las cifras anunciadas no es posible contestar por dos motivos esenciales: el primero, porque no conocemos los presupuestos de las comunidades autónomas; lo que se conoce son las transferencias que el Estado realizará tomando como base los ingresos presupuestarios, pero nada se puede decir de los gastos. La mayoría de las comunidades autónomas han anunciado su voluntad de reducir sus déficits en línea con los compromisos adquiridos con Bruselas, pero algún dirigente ha anunciado su desacuerdo. En realidad, quienes deseen superar los límites establecidos tendrán que financiarse por su cuenta, pero esta posibilidad es muy reducida si no disponen del aval del Estado, dada la bajísima calificación de las deudas autonómicas.

No conocemos los ajustes regionales,  punto fundamental para saber si se cumplirá el déficit público en 2012

La segunda cuestión tiene que ver con la evolución de la economía en 2012. La restricción presupuestaria agravará la recesión, lo que a su vez influirá en los ingresos (menos impuestos) y en los gastos (mayor desempleo). Cabe preguntarse si cuando el Gobierno habló hace unas semanas del 1,7% de caída del PIB para este año tenía ya en cuenta los futuros recortes, ya que, en caso contrario, la caída del PIB podría ser mayor que la anunciada. No es una cuestión menor y, por tanto, requiere alguna aclaración. Mientras llegan las explicaciones, hay que reconocer que el ajuste previsto trata de preservar lo más posible el consumo para que la actividad no decrezca con exceso. La intención es buena, pero algunas de las medidas propuestas son discutibles.

Lo que de momento sabemos es que el impacto del ajuste sobre la renta disponible de las familias será de la suficiente envergadura como para hacerla retroceder este año. Lo que suceda, entonces, dependerá del comportamiento de ahorro de las familias. Sobre este punto hay opiniones diversas: hay quienes piensan que las familias mantendrán su tasa de ahorro, pero hay también quienes estiman que las familias no tendrán más remedio que reducirla para mantener un nivel aceptable de consumo. Se trata de una cuestión esencial, ya que el desendeudamiento de los agentes económicos, públicos y privados, es la única vía para restablecer la confianza en la economía a medio y largo plazo.

El siguiente problema en la perspectiva del crecimiento (y del empleo) es la evolución previsible del sector exterior, por lo que es preciso interrogarse sobre el déficit de la balanza por cuenta corriente, que es el principal indicador para saber si avanzamos o no por el camino del desendeudamiento. Se trata de un asunto que no parece interesar a nadie, pero que es la clave del futuro desarrollo de nuestra economía. El déficit exterior podría situarse este año por debajo del 3% del PIB (venimos del 10% en 2007), lo que sería prácticamente neutro en términos de desendeudamiento dado que, entre otras cosas, aún recibimos transferencias de capital de la Unión Europea. En este terreno hay buenas y malas noticias. Las buenas se basan en que este año alcanzaremos el equilibrio, e incluso un excedente, en la balanza de bienes y servicios. Conviene recordar que el déficit de este apartado superó los 68.000 millones de euros en 2007. El esfuerzo ha sido, y es, considerable por parte de los exportadores. El déficit de la balanza por cuenta corriente procede de los intereses que debemos abonar por nuestro endeudamiento: de ahí la necesidad de reducirlo cuanto antes.

El déficit exterior caerá  por debajo del 3% del PIB, tras el 10% en 2007

Otra buena noticia es que el año próximo es posible que nos quedemos cerca del equilibrio de la balanza por cuenta corriente, y ello en un contexto de suave recuperación de la actividad económica. Este punto requiere alguna explicación: en 2013 asistiremos, de nuevo, a una caída del PIB en media anual. Se trata de algo prácticamente inevitable dado el arrastre de la caída de este año. Pero en términos de deslizamiento el crecimiento será probablemente positivo, aunque muy débil, desde comienzos del año. Será en ese momento cuando podremos juzgar la eficacia de la reforma laboral, pues el efecto final de la misma, según la mayoría de los observadores, será el de reducir el dintel a partir del cual comenzará a crearse empleo.

La mala noticia es que la evolución favorable de la cuenta corriente se debe en parte a la caída de las importaciones, asociada a la debilidad de la demanda interna, lo que plantea, de nuevo, la cuestión esencial de si seremos capaces, a la vez, de crecer, crear empleo y desendeudarnos.

Nadie duda de la dificultad de los tiempos que vivimos, pero es posible albergar alguna esperanza. Los Presupuestos van en la buena dirección, y, por el momento, el Gobierno parece decidido a seguir adelante con las reformas que España necesita. Además de esto, necesitaremos un poco de suerte con la evolución de nuestro entorno. Veremos si, como decía hace muchos años un gran economista español, la Providencia está al quite.

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