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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¡Mantened la inversión!

El Gobierno no debe suprimir infraestructuras, ni recortar en I+D ni en formación

Xavier Vidal-Folch

La semana próxima habrá presupuesto. Estamos a tiempo de que no sea una catástrofe. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ya anticipó un dato funerario: la inversión bajará un 40%, en torno a 6.000 millones. El recorte adicional impuesto por los Diecisiete ascendió a 5.000 millones. De modo que sí tendrá impacto en la economía, contra lo que a bote pronto auguró Guindos y luego matizó Rajoy. Cortar inversión es lo fácil.

¿Qué es lo deseable para el próximo presupuesto? Desde la sensatez y el futuro —mantenimiento del Estado de bienestar aparte, pues corre a cargo de las autonomías—, tres ideas. Que no se suprima ni una sola obra de infraestructura necesaria, de manera que aumente la competitividad de la economía y se sostenga en lo posible la demanda, algo indispensable en fase de recesión.

La Unión Europea prevé “reforzar la acción del Banco Europeo de Inversiones (BEI) para apoyar el crecimiento”

Que no se castigue al I+D —hoy, del 1,39% del PIB contra una media del 2% en la UE y del 2,77% en EE UU—, como reclaman seis premios Nobel y la Confederación de Sociedades Científicas de España al propugnar que no se rebaje la inversión española en ciencia (www.cosce.org).

Y que no se merme la inversión en formación y movilidad universitaria, sino que se aumenten las becas Erasmus, como propuso la semana pasada el Parlamento Europeo a los Veintisiete.

Precisemos. Las obras a mantener deben ser las necesarias, las “beneficiosas en grado sumo para una gran sociedad”, aunque su “beneficio nunca podría amortizar los gastos” para un pequeño grupo privado, como quería, no ya Keynes, sino el Adam Smith de La riqueza de las naciones. Obras indispensables como la conexión litoral del AVE con la frontera francesa, la electrificación del tren entre Alicante y Murcia o el corredor cantábrico de carretera.

Pero no las faraónicas, como las autopistas radiales de Madrid, desiertas de clientes, caras de construcción y en quiebra técnica: la R-2, R-4, R-3, R-5, el eje aeroportuario de Barajas, la Madrid-Toledo, así como el bucle de Alicante y la Cartagena-Vera. Su agujero es de 3.000 millones, pero claro, no son piedra de escándalo porque no las promovió ninguna autonomía, sino el Ministerio de Fomento de Aznar López, primero bajo Arias-Salgado y luego con Álvarez-Cascos. Tranquilos, nadie les perseguirá por haber dilapidado caudales públicos.

Pero ¿cómo mantener la inversión si hay que recortar déficit? Hay distintas combinaciones posibles de reducir gasto e incrementar ingreso. Pero como pocos piensan en europeo, salvo para concursos de a ver quién es más austero, se olvida una tercera vía de efecto colosal.

A saber, que la UE, sin necesidad siquiera de lanzar un plan Marshall para las economías periféricas como pedía el FT el 25 de febrero, cumpla una conclusión de su cumbre del 30 de enero. La que prevé “reforzar la acción del Banco Europeo de Inversiones, BEI, para apoyar el crecimiento”, por ejemplo “mediante el aval del presupuesto comunitario a la capacidad financiera del BEI”. Esta decisión pronto cumplirá dos meses de virginidad. Quizá por miedo a que las agencias de rating arrebaten al BEI su triple A. Es un temor poco fundado. EE UU perdió su nota máxima el 5 de agosto, y desde entonces su prima de riesgo no ha hecho más que descender. Francia la perdió el 13 de enero, y durante todo el mes siguiente la mantuvo por debajo del nivel de entonces.

De manera que el déficit de inversión de los Estados miembros más castigados por la crisis se rellenaría con una mayor inversión de la UE en ellos. Si los países que van más sobrados, como Alemania, se niegan a estimular su consumo interno y todos reman a favor de la restricción presupuestaria, nadie tira de la demanda y se agrava la recesión.

La solución está en la Unión. Aprendemos de EE UU que “los presupuestos estatales y locales no ayudan a estabilizar la macroeconomía durante las recesiones: ese papel lo juega el Gobierno federal”, concluye el apasionante estudio histórico comparativo de C. Randall y M. Kessler Fiscal federalism, US history for architects of Europe’s fiscal union (Bruegel, 2012). El federal es el “único nivel que aporta una estabilización relevante durante las recesiones”, remacha. Si allá es Washington, aquí es Bruselas.

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