_
_
_
_
Tribuna:Adiós a Tàpies, el poeta de lo orgánico
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Despedida al pintor del silencio

Estrella de Diego

Decir que Antoni Tàpies es uno de los artistas esenciales de siglo XX es decir lo obvio. Decir que revisó en este lado del Atlántico las viejas formas de pintar estableciendo la materia como territorio de partida, la tierra, el polvo, a veces incluso lo escatológico, la utilización de materiales hasta ese momento poco habituales en la "pintura" no es decir mucho. Recordar su pasión por la ciencia y los objetos cotidianos en algunas de sus esculturas; hablar de su compromiso político antifranquista y de su pasión por las culturas otras, en especial la oriental, es no terminar de describir la sutileza de un artista que tenía algo de viajero hacia los orígenes, un viajero sobre todo capaz de escuchar el silencio que compartía con los espectadores. El artista se queda un momento de pie y escucha: alrededor todo es silencio. El mundo en su principio no tenía aún historias que contar. Había solo impresiones. De eso trata su obra: de impresiones. Tàpies emprendía un camino más difícil, ese que hasta su última y muy reciente exposición en la galería Soledad Lorenzo de Madrid ha seguido recorriendo con la misma fuerza y la misma obstinación, al ser consciente de que escuchar el silencio de los orígenes no es nunca una empresa fácil.

Era un artista refinado, intelectual y capaz de pintar en cada tela con el cuerpo completo
Más información
La mano que retrató la materia

Porque Tàpies era, sobre todo, un artista refinado, intelectual y, al tiempo, capaz de pintar en cada tela con el cuerpo completo. De esos trazos surgía la fuerza poderosa y precisa que implicaba a los espectadores en el ojo y la fisicidad y que en los últimos años era una reflexión sobre el dolor tanto físico como espiritual, continuación de esa especie de ruta del conocimiento que el arte parecía ser para él. De hecho, a pesar de lo tremendamente dúctil de su trabajo, siempre permanecía fiel a las preguntas primeras, las genuinas.

Nacido en 1923 en el seno de una familia de la burguesía catalana, culta y aficionada a la lectura, desarrollaba desde muy pronto esa fascinación hacia la literatura y los libros que le iba a perseguir toda su vida, parte de su producción misma. Tal vez por esta razón, entre su enorme producción artística, la obra gráfica encontró siempre un lugar privilegiado, y se cristalizó en colaboraciones con autores como Valente, Ullán, Paz o Saramago, entre muchos. Por eso, en el momento triste en el cual el viajero emprende su trayecto final, se delinea nítida en mi recuerdo una imagen de Tàpies durante una visita a su estudio. En medio de sus fabulosas colecciones, ese mundo riquísimo que la editorial Siruela recopilaría en un maravilloso libro del artista, El arte y sus lugares de 1999, Tàpies, tímido, paseando a menudo con las manos en los bolsillos de su chaqueta de punto, hablaba de forma entusiasta sobre los dibujos de Manet para El cuervo de Edgar Allan Poe. Casi no vi el libro: estaba demasiado pendiente de su conversación.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_