"Los recortes en la sanidad pública han puesto en peligro mi vida"
El hospital Joan XXIII no atendió, por horario, a un paciente con un infarto
"Sentía un fuerte dolor en el pecho y no me atendían, tenía miedo de no llegar a tiempo". Felipe Rivas es un vecino de Tarragona de 64 años que el pasado 19 de diciembre sufrió un infarto de miocardio y tuvo que desplazarse al hospital de Bellvitge, en Barcelona, para ser atendido. Él mismo llamó a la ambulancia desde su casa y 15 minutos después, hacia las cuatro de la tarde, el médico del vehículo de urgencias le hizo un electrocardiograma que detectó el infarto. El médico le dio dos pastillas de cafinitrina, medicamento específico para las crisis cardiacas que dilata las arterias coronarias y suele reducir el dolor en minutos.
Rivas llegó en mala hora al hospital Joan XXIII de Tarragona. La unidad de hemodinámica de este centro sanitario cierra a las cinco de la tarde y, aunque la ambulancia llegó media hora antes, el paciente no fue atendido. Rivas no llegó ni a bajar del vehículo de urgencias. "Desde la camilla, dentro de la ambulancia, oí que comentaban que nos teníamos que ir a Barcelona", explica. "Hace unos años esto no hubiera pasado, ahora no pagan las horas extras a los profesionales sanitarios", comentó el afectado, que recordaba que dos años atrás sufrió otro infarto y fue atendido sin problemas en el mismo hospital.
El jefe de cardiología asume que antes, con horas extras, había flexibilidad
El Joan XXIII aseguró ayer que el horario de esa unidad, la única en la provincia de Tarragona, es de 8.00 a 17.00 horas de lunes a viernes, y que se fijó en el año 2000. "Sabemos que en caso de infarto el tiempo es vital", admitieron fuentes del centro, que justificaron la falta de atención aduciendo que el procedimiento para preparar los recursos y atender al paciente es largo. "Ya no daba tiempo", señalaron las mismas fuentes.
Rivas fue trasladado en ambulancia medicalizada a Bellvitge. Más de dos horas después de haber llamado para alertar de su infarto, el paciente pudo ser atendido en este centro sanitario, donde le dectectaron una trombosis. Al día siguiente, ya fuera de peligro, fue llevado de nuevo al Joan XXIII de Tarragona, donde estuvo ingresado cinco días. "Un infarto no avisa, es muy grave que no se disponga de los recursos necesarios para atenderlos en Tarragona", lamenta Rivas, que está dispuesto a remover cielo y tierra para que estos hechos no vuelvan a repetirse. De momento, ha enviado una carta al presidente de la Generalitat, Artur Mas, para denunciar que "los recortes en la sanidad pública han puesto en peligro" su vida y que "podría haber sufrido daños irreversibles".
Rivas pide en su escrito, que también ha remitido al Ministerio de Sanidad, que la unidad de hemodinámica esté abierta las 24 horas. La única donde se pueden atender infartos todo el día, los 365 días del año, está en Bellvitge. "Es un gran inconveniente, ya que cuanto más se tarda en intervenir, más riesgo hay que alguna de las partes del corazón se pare", explicó ayer el jefe del servicio de cardiología del hospital Joan XXIII, Alfredo Bardají. "Si se tarda más de 120 minutos en abrir la arteria obstruida, las posibilidades de salvar un infarto de miocardio son muy pocas", añadió el cardiólogo.
Bardají explica que decenas de pacientes no han llegado a tiempo y han sufrido consecuencias. "La vida posterior a un infarto depende mucho del tiempo que se haya tardado en intervenir; si no se atiende a tiempo, una de las partes del corazón se para, este órgano queda más débil y el paciente puede sufrir más episodios de ahogos y cansancio", añadió. El cardiólogo argumentó que desde hace dos años su equipo reclama que se amplíe el horario. Sobre el caso de Felipe Rivas -que avanzó el diario local Més Tarragona-, el jefe de cardiología explicó que, aunque la unidad de hemodinámica del hospital Joan XXIII cierra a las cinco de la tarde, "el último paciente que se atiende en esta unidad es el que llega a las cuatro, ya que la intervención puede durar entre 30 y 60 minutos". Bardají, que lleva 23 años trabajando en este hospital tarraconense, asume que el horario de la unidad de hemodinámica era más flexible en otros tiempos, antes del tijeretazo. Pero ahora, con los recortes en sanidad que ha impuesto la Generalitat, Bardají asegura que hacer horas extras "es impensable".
La unidad de hemodinámica del hospital Joan XXIII atiende unos 80 infartos cada año, pero son unos 200 los residentes en Tarragona que anualmente sufren un infarto y tienen que ser trasladados a Barcelona. "Se trata de todos los pacientes que padecen un infarto cuando nuestro servicio está cerrado", comentó Bardají. El cardiólogo asegura que el método más efectivo para salvar un infarto es un cateterismo cardiaco, proceso que solo se puede hacer en una unidad hemodinámica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.